El valor de las palabras y las obras
- Mons. Rómulo Emiliani cmf
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Las obras demuestran la calidad de verdad que tienes. Si no hay pruebas claras de que lo que dices es cierto, tus palabras se las lleva el viento. Y estamos cansados de palabrerías sin contenido, de promesas que no se cumplen, de mentiras dichas con elegancia y que promueven esperanzas falsas. Y por eso quedan mujeres ingenuas con una panza, llevando una criatura fruto del engaño, que nacerá y quedará sin amparo, porque el varón fue hombre para preñar, pero un auténtico cobarde para llevar el compromiso de ser padre de verdad. Se escapó el traidor, el que la enamoró, pero luego no se acordó del juramento que pronunció y hay un niño que nunca pronunciará el nombre "papá". Así pasa con muchos políticos, vendedores de sueños irrealizables, artistas del engaño, que fabrican ilusiones vanas, dejando pueblos y naciones en el abandono, en la miseria. Y pasa con amigos que lo son de ocasión mientras estás bien y se aprovechan de ti, pero cuando caes en la ruina, en la enfermedad o cualquier desgracia, desaparecen, no tienen tiempo ni recursos para ti. Te dejan a un lado.
Pero hay alguien que pronunció su sagrada palabra por ti y por la humanidad, que fue en extremo coherente, y prometió iluminarte, animarte, protegerte y hasta dar la vida por ti, y ese es Jesús. En Él no hay engaño ni mentira ninguna. Todo en Él es verdad. Y lo probó muriendo en la cruz por ti, derramando hasta la última gota de sangre y agua por ti y por todos. Él es el eternamente fiel. Siempre te lleva en su corazón, y como Dios desde la eternidad ya pensaba en ti. Y Cristo ya en la tierra todo lo hizo por ti. En su vida pública todo lo hacía pensando en ti. Cada parábola que pronunciaba, cada milagro, curación, exorcismo, toda enseñanza que salía de su boca, pensaba en ti y en que tú te enterarías cuando leyeras la Palabra y creyeras en Él. Pero no solo en lo que leías sentías que Él estaba contigo, sino en tu experiencia, en los sacramentos, en la oración, sea personal o comunitaria, en el encuentro con los demás, sobre todo de los que sufren, allí en todo eso vives la presencia de Cristo el Señor. Y los efectos de la redención se experimentan, se viven. Uno siente que ya se está salvando, que Él ya ha abierto las puertas del cielo para ti. Hay seguridad de salvación, pero siempre con el temor de poder perder la vida eterna, porque somos libres y desgraciadamente podríamos decir que no a la salvación y hundirnos en cualquier idolatría.
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