Oportunidad
El rostro del desempleo
Muchos con diplomas y carreras están en la fila, documentos bajo el brazo para que, cuando llegan ante el funcionario, este le diga, no hay plazas.
- Ramiro Guerra Morales
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- - Actualizado: 20/11/2019 - 03:05 pm
Esa juventud no es una partida de vagos o mantenidos; solo quieren una oportunidad. Foto: Cortesía.
Las imágenes que publicaron medios de comunicación escritos y de televisivos, daban cuenta de una interminable fila de muchachos, hombres y mujeres, procurando hacerse de un empleo, son dramáticas y exasperantes.
Me imagino el estado de angustia que cursa por su pensamiento.
Vino a mi memoria cuando el distinguido abogado Anselmo Guerra y este su servidor, recorríamos la ciudad buscando un empleo.
No había para el pasaje del bus y lo hacíamos a pie.
Así conocimos tramos importantes de la ciudad capital y de La Chorrera.
Es dura esa realidad y, sobre todo, porque quedas a merced de tentaciones diabólicas que no todo joven tiene la fortaleza de resistir.
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Volver bien entrada la tarde a casa y que te pregunten cómo te fue; tu rostro proyecta grados de frustración.
Esa pregunta es como una daga directamente al corazón.
En esos recorridos, Anselmo y yo no pedíamos mucho; lo que fuera lo aceptabamos, desde limpiar o algo de mensajería.
La angustia era tal que llegábamos tan lejos de decir no importa; págueme lo que sea.
Recuerdo que madrugábamos para ir y hacer fila en la casa del general Omar Torrijos, en San Francisco, en busca de una carta de recomendación.
Anselmo tuvo más suerte que yo y me cuenta que cuando el director del Idaan, (Ing. Fierro), vio la carta del General, dio la orden de colocación.
Mi hermano quedó trabajando en el departamento de recolección de basura.
Esa juventud no es una partida de vagos o mantenidos; solo quieren una oportunidad.
Muchos con diplomas y carreras están en la fila, documentos bajo el brazo para que, cuando llegan ante el funcionario, este le diga, no hay plazas.
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Válgame Dios, se les viene el mundo encima.
Esto hay que vivirlo para sentirlo.
Omar Torrijos, un hombre de sensibiidad inigualable entendía a la juventud.
Los programas de trabajo comunitarios (Digedecom) y los programas de plan de emergencias, él sabía que no eran la solución, pero seguro estaba también que paliaba algo de ese sentimiento de angustia y frustración de nosotros los jóvenes de la época.
No es suficiente alegar falta de educación.
Algo hay que hacer por nuestros jóvenes.
A esos muchachos de ayer y miles más que hay en el país, les pedimos no desmayen y para ello, aunque no sea mucho, mi admiración y solidaridad.
Abogado y cientista político.
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