Ensayo sobre la fauna política
El político salamandra
Hacer comparaciones entre la sociedad y el medio natural resulta intolerable para algunos, que juzgan que en esos ambientes primitivos no existe la moralidad, la razón, el civismo y la compasión humana; sin embargo, en el entorno hostil de la política criolla, esas virtudes de la humanidad tampoco existen.
- Arnulfo Arias O. [email protected]
- - Publicado: 22/9/2019 - 12:00 am
En la naturaleza, por lo menos, el camino del canibalismo no es un tema de elección, sino más bien de selección.
Circunstancias como la escasez de espacio o alimento, sequías, y otros, impulsan a la especie a sufrir algunos cambios desafortunados en su tendencia alimenticia, para hacer adaptaciones que propician el consumo de su propia especie.
Ese, por ejemplo, es el caso de la “salamandra de dedos largos” que, como especie, suele hacer adaptaciones que le permiten a sus larvas devorar los suyos en tiempos en los que escasea el alimento natural que ellas consumen; y los estanques se convierten, en su conjunto, en un sistema digestivo natural en el que prevalece únicamente la ley del más fuerte y vigoroso y perecen los elementos débiles sin posibilidad alguna de salvarse.
Los que eran hermanos de un mismo vientre genético, se devorarán entonces unos a otros, sin contemplación alguna, en medio de los pozos pantanosos donde se desarrollará esa salamandra, desde larva frágil hasta el adulto, que ha sobrevivido en el apego básico a las reglas de la naturaleza cruel que la domina.
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Hacer comparaciones entre la sociedad y el medio natural resulta intolerable para algunos, que juzgan que en esos ambientes primitivos no existe la moralidad, la razón, el civismo y la compasión humana; sin embargo, en el entorno hostil de la política criolla, esas virtudes de la humanidad tampoco existen.
Muchos que incursionan por primera vez en el andar político, entran caminando muy erectos, coronados por sentidos de altruismo y hasta se mantienen en la cumbre de sus más altos principios.
Sin embargo, en grandes mayorías, el político de nuestro entorno encuentra que el lugar donde ha llegado no es la cuna idealizada de sus sueños, sino remansos pantanosos en los que se libran luchas intestinas y cobra vida la supervivencia férrea de la especie.
Las arenas movedizas, en las que se acumulan muchos años de inmoralidad, harán que unos usen a otros para oxigenarse, ahogando a quienes usan de tablones, pagando así -según ellos creen- el justo precio de su propia salvación.
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En algunos casos, los golpes de moralidad causan ecos dolorosos en el tímpano profundo de conciencia y estos que aún escuchan ese martillar se rehúsan, entonces, a adoptar conductas de canibalismo político; pero, desafortunadamente, las mutaciones nutridas por nuestros sistemas comienzan a hacer destrozos en el hombre, a oxidar su formación, y terminan deformando al individuo, que se suma entonces a la gran cadena alimenticia de los suyos propios.
El político salamandra se da cuenta que literalmente “se está secando el charco” y que mientras más debe compartir, más difícil se hace el ejercicio de su ascenso ignominioso.
Por eso, llegará al extremo consumir su competencia, para no ser consumido él mismo por el hambre insatisfecha de poder.
Abogado
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