El oro negro y la savia de la vida
Publicado 2003/07/31 23:00:00
- Carlos A. RodrÃguez
En mi reciente artículo "¿Cuánto costará el agua?", dejamos en suspenso la respuesta. Anotamos que el petróleo tiene todavía medio siglo de vida más. ¿Cuál será su precio de mercado en veinte o treinta años? De seguro que los mayores proveedores del viscoso líquido continuarán consultándose periódicamente. Estructurarán una política para su abastecimiento y prolongación de su uso para reconsiderar su precio con justicia. Es valedero opinar que estas políticas de precios no podrán ser impuestas por los usuarios ni los mayores consumidores, sino cada vez más por los proveedores naturales, donde yace esta especie en extinción.
Desde niños se nos ha imbuido la tesis de los recursos naturales renovables. El agua era tal vez el más importante de todos. Gracias a la Providencia, el agua era la savia de la vida que misteriosamente descendía de los cielos, regaba tierras y bosques, corría por ríos y quebradas hacia el mar. Nos acostumbramos a soñar con el ciclo del agua; el reciclaje del agua. Tanto así, que la Comisión Tripartita para los Estudios del Canal de Panamá recomendó efectuar el reciclaje por bombeo del agua de las esclusas de vuelta al Lago Gatún.
La propia Comisión del Canal, poco antes de su traspaso al Gobierno Nacional, adoptó alegremente esta recomendación. Cuando publiqué mi rechazo a las recomendaciones de la Comisión Tripartita y expuse que el reciclaje salinizaría nuestro Lago Gatún, una de nuestras mayores fuentes de agua de consumo humano y continúe machacando este exabrupto, la Comisión del Canal, ahora totalmente en manos panameñas, abrió los ojos y sólo ha vuelto a mencionar el reciclaje con cautela. Desdichadamente, este convencimiento sobre la salinización del Lago Gatún que generaría el reciclaje por bombeo, los obligó a imaginar la provisión de agua para la operación futura del canal Así surgió la lógica idea de la creación de los lagos inmensos, de la duplicación o más, del vital Lago Gatún fuera de la cuenca original del mismo. Se esbozaron proyectos faraónicos que producirían agua por la eternidad y se autofinanciarían con la venta de energía hidroeléctrica generables.
De manera oportunísima, el enérgico gobierno de turno logró la aprobación de la ampliación de la cuenca canalera, mediante la adscripción de más de 200 mil hectáreas contiguas y al oeste de la misma, que suministraría el preciado líquido por la eternidad. Se actuó con lógica nebulosa, con aritmética abstracta. Al aterrizar se dieron cuenta que los bosques eran habitados por seres humanos, campesinos de carne y hueso. Yo concentí las técnicas de educación y concienciación de estas humildes masas campesinas. Era primordialmente justo conocer, inventariar el "status" de la tierra, el asiento de las fabulosas transformaciones a que deberían someterla. Los sabios padres de nuestras patrias latinoamericanas habían dictaminado: "La educación es la base del progreso de los pueblos" Entonces empezó el censo campesino, seguido por el de las tierras. ¿Dónde están sus derechos de propiedad? Pasaron por alto que algunos de esos paupérrimos labradores se habían sacrificado para aunar los escuálidos fondos con que enviar a sus hijos a la escuela, al bachillerato en Panamá y más tarde a la universidad. No estaban desprotegidos de conocimientos ni de apoyo intelectual. También surgieron las asociaciones propias, los comunistas de nueva generación, la teología de la liberación, los activistas de los derechos humanos; los protectores de los animales, de la conservación del medio ambiente y los de los santuarios de la biodiversidad. Los viejos países de ultramar, antiguos colonizadores y explotadores inmisericordes de nuestros recursos vírgenes, que aprendieron por fin que no se puede destruir la selva y la naturaleza impúnemente, se sumaron también en apoyo de estas huestes desamparadas.
La lucha fue haciéndose cada vez menos desigual. Nadie se ha atrevido a ponerle precio a la biodiversidad, como ninguno podría ponerle precio al agua del desierto cuando faltare el petróleo y costare un mundo desalinizar el agua del Golfo Pérsico.
El oro negro podrá tener precios escandalosos relativos a las economías de mercado del porvenir. El agua, savia de la vida, tendrá un valor inconmensurable en una o dos décadas más. No podemos despilfarrar el agua en los tremendos esclusajes, dos o tres veces mayores que los actuales para pasar los Post-panamax, que ya están para quedarse.
Desde niños se nos ha imbuido la tesis de los recursos naturales renovables. El agua era tal vez el más importante de todos. Gracias a la Providencia, el agua era la savia de la vida que misteriosamente descendía de los cielos, regaba tierras y bosques, corría por ríos y quebradas hacia el mar. Nos acostumbramos a soñar con el ciclo del agua; el reciclaje del agua. Tanto así, que la Comisión Tripartita para los Estudios del Canal de Panamá recomendó efectuar el reciclaje por bombeo del agua de las esclusas de vuelta al Lago Gatún.
La propia Comisión del Canal, poco antes de su traspaso al Gobierno Nacional, adoptó alegremente esta recomendación. Cuando publiqué mi rechazo a las recomendaciones de la Comisión Tripartita y expuse que el reciclaje salinizaría nuestro Lago Gatún, una de nuestras mayores fuentes de agua de consumo humano y continúe machacando este exabrupto, la Comisión del Canal, ahora totalmente en manos panameñas, abrió los ojos y sólo ha vuelto a mencionar el reciclaje con cautela. Desdichadamente, este convencimiento sobre la salinización del Lago Gatún que generaría el reciclaje por bombeo, los obligó a imaginar la provisión de agua para la operación futura del canal Así surgió la lógica idea de la creación de los lagos inmensos, de la duplicación o más, del vital Lago Gatún fuera de la cuenca original del mismo. Se esbozaron proyectos faraónicos que producirían agua por la eternidad y se autofinanciarían con la venta de energía hidroeléctrica generables.
De manera oportunísima, el enérgico gobierno de turno logró la aprobación de la ampliación de la cuenca canalera, mediante la adscripción de más de 200 mil hectáreas contiguas y al oeste de la misma, que suministraría el preciado líquido por la eternidad. Se actuó con lógica nebulosa, con aritmética abstracta. Al aterrizar se dieron cuenta que los bosques eran habitados por seres humanos, campesinos de carne y hueso. Yo concentí las técnicas de educación y concienciación de estas humildes masas campesinas. Era primordialmente justo conocer, inventariar el "status" de la tierra, el asiento de las fabulosas transformaciones a que deberían someterla. Los sabios padres de nuestras patrias latinoamericanas habían dictaminado: "La educación es la base del progreso de los pueblos" Entonces empezó el censo campesino, seguido por el de las tierras. ¿Dónde están sus derechos de propiedad? Pasaron por alto que algunos de esos paupérrimos labradores se habían sacrificado para aunar los escuálidos fondos con que enviar a sus hijos a la escuela, al bachillerato en Panamá y más tarde a la universidad. No estaban desprotegidos de conocimientos ni de apoyo intelectual. También surgieron las asociaciones propias, los comunistas de nueva generación, la teología de la liberación, los activistas de los derechos humanos; los protectores de los animales, de la conservación del medio ambiente y los de los santuarios de la biodiversidad. Los viejos países de ultramar, antiguos colonizadores y explotadores inmisericordes de nuestros recursos vírgenes, que aprendieron por fin que no se puede destruir la selva y la naturaleza impúnemente, se sumaron también en apoyo de estas huestes desamparadas.
La lucha fue haciéndose cada vez menos desigual. Nadie se ha atrevido a ponerle precio a la biodiversidad, como ninguno podría ponerle precio al agua del desierto cuando faltare el petróleo y costare un mundo desalinizar el agua del Golfo Pérsico.
El oro negro podrá tener precios escandalosos relativos a las economías de mercado del porvenir. El agua, savia de la vida, tendrá un valor inconmensurable en una o dos décadas más. No podemos despilfarrar el agua en los tremendos esclusajes, dos o tres veces mayores que los actuales para pasar los Post-panamax, que ya están para quedarse.
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