El liberal Justo Arosemena
- Mario Castro Arenas / opinion@epasa.com
Como liberal doctrinario, siguió la corriente inglesa de Jeremy Bentham y de los franceses Benjamin Constant y Destutt de Tracy.


Iniciamos hoy una serie de artículos sobre el talento poliédrico de Justo Arosemena como ideólogo, político, jurista, legislador, constitucionalista, bolivariano. Al analizarlo como liberal, debemos insertarlo en el contexto de la política colombiana del siglo XIX, así como en la evolución doctrinaria del liberalismo europeo. Como liberal doctrinario, siguió la corriente inglesa de Jeremy Bentham y de los franceses Benjamin Constant y Destutt de Tracy. Del utilitarismo de Bentham extrajo principalmente la máxima axiomática de que la política debiera regirse por hechos concretos antes que por elucubraciones abstractas. En el proyecto de Código Penal, Arosemena tomó en consideración la abolición de la pena de muerte y la reinserción del reo a la comunidad, dotando los presidios – que llamó panópticos por la visión amplia sobre las celdas – de talleres y actividades laborales para los reclusos, planteados por el autor de “Introducción a los principios de la moral y la legislación”. Los principios constitucionales de Benjamin Constant, dirigidos a moderar los excesos autoritarios de Napoleón Bonaparte, fueron estudiados por el ideólogo panameño y aplicados en los debates de la Convención de Ríonegro.
Pero para definir con precisión los ideales liberales de Arosemena, hay que examinarlos en función de su militancia política en Colombia. En la división de “gólgotas y draconianos” de los liberales colombianos, el doctor Arosemena se afilió al sector de los “gólgotas”, abogando por la Constitución liberal que implantó el “laissez faire”, la separación del Estado y la Iglesia, la eliminación de aranceles a las exportaciones, la autonomía federalista de las provincias, el laicismo de la educación. El apoyo de los generales Tomás de Mosquera y José Hilario Gómez al constitucionalismo liberal resultó decisivo en la vigencia de una de las cartas políticas más avanzadas del siglo diecinueve, tan audaz que, a la postre, se desbarrancó en el caos que aprovecharon los conservadores para retomar el poder político con Rafael Núñez, desertor del liberalismo, a la cabeza. Justo Arosemena formuló después una sincera autocrítica sobre la utopía de la Convención de Ríonegro. No renegó de los principios básicos del liberalismo, vale decir, libertad de prensa, libertad de cultos, sufragio libre, admitiendo, sin embargo, que Colombia no estaba preparada para implantar un sistema de gobierno que a Inglaterra, país de elección del liberalismo, tomó años en la evolución y maduración de sus instituciones. Sobre el antagonismo de liberales y conservadores colombianos polemizó con Rafael Núñez en el ensayo “La reacción en Colombia”, que examino en mi libro “Estudios de Historia y Derecho”, Panamá, 2012.
El génesis de “La reacción en Colombia” se inició mucho antes con la edición de sus “Apuntaciones para la introducción a las Ciencias Morales y Políticas” y continuó en la carta “A los istmeños”, escrita en Baltimore, el 17 de octubre de 1840. Desde territorio norteamericano, ajustó el análisis al futuro de la realidad panameña. Prosiguió la prédica de Mariano Arosemena, su padre, en los artículos publicados en “La Miscelánea del Istmo” y en los “Apuntamientos históricos” acerca de la importancia de la comunicación entre el Pacífico y el Atlántico que asegurara “un paso pronto y seguro a los productos que constituyen el comercio de Europa con la India y con la América del Sur, sino fuera, al mismo tiempo, un vehículo de exportación para los propios”.
En los apasionados debates parlamentarios sobre la situación colombiana desgarrada por los conflictos ideológicos y militares entre liberales y conservadores en los que participó, brillantemente, con el aval de su imponente erudición, Justo Arosemena nunca perdió de vista el futuro hanseático del Istmo, postergado y bloqueado por el centralismo bogotano.
Abogado e historiador
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