Panamá
El impacto del surgimiento del istmo de Panamá en la existencia biológica del hombre y en la civilización humana
- Arnulfo Arias O.
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- opinion@epasa.com
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En un momento dado, y a través del Istmo, el recorrido de todas las masas continentales del mundo se pudo hacer a pie.

Puede que la corriente del Golfo, hija accidental de la nueva formación geológica del Istmo de Panamá, hace solo unos escasos 22.5 millones de años, haya traído las mayores tormentas tropicales del mundo, pero esa devastación queda disminuida casi a nada si tomamos verdaderamente en consideración lo que el cambio del clima mundial significó para el ser humano y la civilización sobre la faz esta tierra. Un solo evento geológico pudo muy bien haber desencadenado también la prosperidad y el éxito del ser humano en la cadena de selección natural desentrañada por el mágico intelecto de Darwin. Una especie que, en su capacidad de subsistencia y de propagación, ha superado a los mamíferos del mundo por esos 8 billones de sapiens llaman hoy a la Tierra su hogar; cada vez más celosos en el espacio que comparten con las demás especies, salvo aquellas que, domesticadas, sirven el tenor de su apetito, asegurando así su éxito biológico y su propagación exponencial.
En un momento dado, y a través del Istmo, el recorrido de todas las masas continentales del mundo se pudo hacer a pie. Pensemos, entonces, en lo que este laso indisoluble e intercontinental del mundo pudo haber representado para el hombre y para nuestros antepasados más lejanos; y es que al hombre es a quien primordialmente nos referimos, porque fueron sus parientes mas primarios, en forma de mamíferos, los que dejaron sus primeras huellas en ese recorrido haciaevolución de las especies a formas superiores y conscientes de la vida, como el ser humano.
En la opinión de Stanley Steven, los cambios meteorológicos que propició el Istmo elevaron las temperaturas del continente africano, expandieron sus llanuras y obligaron a nuestros ancestros más antiguos (el australopithecus), a hacer un salto cuántico en la cadena evolutiva al obligarlos a bajarse del refugio de los arboles, lo que fomentó, a su vez, el uso de las extremidades inferiores y superiores e incrementó, en consecuencia, la cavidad craneana. Una mayor capacidad craneana que fue evolucionando progresivamente hasta llegar al homos. Así, sin el Istmo, no existiría en términos reales el sapiens que conocemos hoy en día. En otras palabras, con el rompimiento de la vida arbórea de nuestro más lejano antepasado, y la adaptación a la vida en las sabanas que ahora se extendían a lo largo y ancho del continente Africano, se dan las condiciones para la evolución en el camino largo hasta el hombre moderno.
Sin erguirse, sin caminar, sin contar con el uso libre de las extremidades superiores, que ahora le servían para forjar armas, para defenderse, para ser recolector y cazador, el ser humano habría quedado esclavizado a una vida animal sin consecuencias cognitivas superiores. Un hecho remoto y lejano, ni siquiera de género biológico, trazable hasta el surgimiento de las aguas de una masa de tierra que separó dos océanos, terminó siendo el catalizador evolutivo de esa realidad del hombre.
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