Análisis
¡El hombre es historia y en el devenir se hace!
- Paulino Romero C.
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Los hombres tenemos la tendencia de reducir el mundo en un horizonte propio marcado por el momento histórico. El hombre es historia y en el devenir se hace, se constituye. Cada generación tiene su misión que determina su existencia y marca su biografía.
Vista de las siluetas de unos pescadores durante una puesta de sol en Kuwait. Foto: EFE.
Considero la valoración del pasado como una fuente inagotable de motivos para el avance dinámico de la sociedad.
Si no salvaguardamos con rigor los caracteres inalienables de nuestra condición humana, corremos el riesgo de convertirnos en entes indeterminados, con olvido culposo de las leyes de nuestra historia.
Hay una justicia social que establece desigualdad de deberes para restablecer la igualdad fundamental de los hombres; la justicia social, que existe en nombre de la solidaridad humana, que impone lo necesario para el bien común, luchó largas décadas por transformar las relaciones individuales del Derecho Civil y abrirle al Derecho Social nuevo cauce, en el cual las desigualdades impuestas corresponden a la exigencia íntima de corregir diferencias derivadas de la naturaleza humana.
Los hombres tenemos la tendencia de reducir el mundo en un horizonte propio marcado por el momento histórico.
Cada uno de nosotros enfoca y analiza su entorno a partir de los propios intereses y actúa sobre él bajo los factores que le son impuestos por su tiempo.
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Nuestro mundo cambia, nosotros también.
El hombre es historia y en el devenir se hace, se constituye.
Cada generación tiene su misión que determina su existencia y marca su biografía.
Existe una herencia que recibimos y que entregamos a otra generación y vivimos lo acumulado, somos enanos a hombros del gigante de la historia.
La vida del hombre es dinámica, no estática, en el hacer y construir, también a veces en la destrucción, se fragua el ser y la realidad de lo que somos y seremos.
En este devenir que es la vida de cada uno, hoy se llega a un final que será el principio de una larga y fecunda singladura: la institucionalización de la representación de historiadores panameños que tuvo su momento en épocas pasadas.
Esta iniciativa entronca con una tradición centenaria: convertir una vez más a nuestro país y sus instituciones (universidades y centros culturales) en lugar de encuentro, de trabajo y de aprendizaje de profesores, de investigadores y estudiantes.
Es un proyecto panameño, porque con él se contribuye a derribar una de las barreras más fuertes de Panamá: la falta de relaciones entre los investigadores.
La Universidad de Panamá se fundó en 1935 y pronto se convirtió en un centro de referencia nacional.
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Hasta aquí vinieron muchos estudiantes en busca de un saber técnico, científico y humanístico que en otros lugares escaseaba.
Su biblioteca fue y es aún, muy famosa.
Empero, en esta historia faltaba una presencia: profesores extranjeros que, con una gran visión de futuro, se ocuparon de adquirir joyas bibliográficas que forman parte de nuestro patrimonio intelectual común.
La Universidad de Panamá, como otras que se establecieron después, está impregnada de esta herencia, es hoy en día un centro nacional e internacional interdisciplinario y marcha a la vanguardia de los avances de investigación en historia y, en general en las Ciencias Sociales.
Muestra de ello son sus cuantiosas publicaciones, proyectos de investigación y la singladura de otras instituciones similares: Universidad Tecnológica de Panamá y otras universidades particulares para enriquecer nuestro patrimonio cultural.
La historia no es cosa del ayer.
Empieza en el ayer, pero se renueva indefinidamente en cada momento de la vida.
El viejo colonialismo político ya no existe, sino en el recuerdo; los hombres toman más y más conciencia de su propia dignidad.
Pedagogo, escritor, diplomático.
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