Análisis
El espejo chino en América Latina
- Liska Gálvez
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- opinion@epasa.com
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...un modelo de negocio que combina comercio, asistencia y cooperación, y del uso de múltiples enfoques... dispuesta a buscar mercados y recursos y correr riesgos. Si hace una década China era una llamada de atención a los países de la región, hoy actúa como un espejo reflejando las tareas pendientes de nuestro aparato estatal y económico.

El presidente de Panamá, Juan Carlos Varela, dijo que hay compañías chinas construyen en su país un puerto de cruceros, así como proyectos de agua y viviendas.
En contraste con su anterior discreción y bajo perfil, la nueva política exterior china es asertiva, como lo demuestra el reciente establecimiento de relaciones diplomáticas con otros países de la región.
Ello, junto con algunos proyectos, ha generando desconfianza y percepciones negativas sobre China.
Sin duda, detrás de la "relacionalidad" en su manejo con otros actores internacionales, de un modelo de negocio que combina comercio, asistencia y cooperación, y del uso de múltiples enfoques, hay un prototipo de desarrollo cambiante, diferente y desconocido.
No es necesariamente malo que China —antes azotada por la pobreza y hoy con una demanda de bienes y servicios—, con un claro objetivo nacional, esté dispuesta a buscar mercados y recursos y correr riesgos.
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Aunque oficialmente China aboga por el "win-win" en su relación con América Latina, no se puede pasar por alto que la mutua ayuda que prioriza la idea holística de que si lastimas a otros miembros de esta aldea global mediante la expansión o por el uso de la fuerza, terminas deteriorando el equilibrio y así perjudicándote a ti mismo, no implica un beneficio equitativo.
En un momento histórico, una China pobre y aislada aceptó un comercio asimétrico con Japón y el recibo de financiación e inversión para el desarrollo de plantas modernas con tecnología industrial.
Por ello, atención se debe prestar sobre si este elemento también se replica en las relaciones sino-latinoamericanas, caracterizadas por un patrón interindustrial, la bilateralidad y la asimetría comercial.
Casos contra China —Costa Rica, Perú y Ecuador— en los que se han cuestionado la factibilidad, las condiciones laborales y el impacto ambiental de proyectos, han generado desconfianza, disgusto u hostilidad abierta porque, entre otros factores, los Gobiernos nacionales han avalado dichos proyectos y también porque se asocia China con las pasadas injustas relaciones políticas y comerciales de América Latina con otros países.
Pero no por ello deben descartarse los proyectos comerciales, financieros y de cooperación que se propongan.
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Lo prudente es una actitud de apertura y a las negociaciones.
Ciertamente, hay lecturas pendientes en Nicaragua, crisis económica en Argentina y Venezuela y corrupción en Perú, por ejemplo, pero América Latina ya ha superado la década perdida.
La región se ha hecho resiliente y agregado a sus exportaciones el potencial de su riqueza cultural.
Veamos en el contexto del nuevo regionalismo la apuesta por la economía naranja y por la Alianza del Pacífico de Colombia.
Es más, hay una América Latina con confianza en sí misma para ir más allá de la industrialización y potenciar nuestro capital humano.
Hay una América Latina que empieza a hacer oír su propia voz aunque a Trump le cueste aceptarlo.
Todo dependerá de nuestra capacidad de intensificar el grado de conexión con las economías más dinámicas del mundo, entre las cuales se encuentra la propia China y donde nosotros también podemos aspirar a estar y permanecer.
Pero los proyectos con China son nuestra responsabilidad; que los Gobiernos velen por el cumplimiento de la transparencia y acato de las leyes nacionales no son tareas de China.
Sin duda, China está alterando la dinámica comercial de América Latina y aunque por su poder económico pareciera gozar de total poder de negociación, la dirección de la misma la dictaminamos nosotros.
Así lo demuestra la Iniciativa de la Franja y la Ruta, que China no podrá materializar en solitario, sin mencionar que las operaciones comerciales chinas y su papel político se ven limitadas por las fuerzas transnacionales.
Los países de la región deben agregar a las soluciones chinas el elemento "local" para lograr una reciprocidad económica real y no formal.
Si hace una década China era una llamada de atención a los países de la región, hoy actúa como un espejo reflejando las tareas pendientes de nuestro aparato estatal y económico.
Poner en su correcta perspectiva la reemergencia china es responsabilidad de un Estado que actúe como un agente económico dependiente de la sociedad, del conjunto de las relaciones sociales y sujetos que operan en esta y no como un mero actor político estructuralmente dependiente del capital.
Doctora en Relaciones Internacionales.
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