Turismo histórico
El entramado colonial
- Jaime Figueroa Navarro
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En los tiempos de la colonia, existía un gran entramado colonial que ligaba el oro del Perú con la ciudad de Panamá, el Camino Real de Cruces, Portobelo y España...
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¿Qué esperamos para remozar la verdadera Ciudad de Panamá, aquellas ruinas que no dicen nada, pero cuyas empedradas calles bien podrían servir como un emporio al turismo mundial? Foto: Epasa.
La definición tradicional de entramado es: "Armazón de madera o metal que sirve para hacer una pared, un tabique o un suelo, una vez rellenados sus huecos" .
Esta crónica trata sobre su definición secundaria, según el Diccionario de la Real Academia Española: "Conjunto de ideas, sentimientos, opiniones, que se entrecruzan en un texto".
En otras palabras, la amalgama de cosas relacionadas entre sí que forman un todo.
Durante reciente visita al Archivo General de Indias en la ciudad de Sevilla, España, tuve la oportunidad de escudriñar los planos y mapas históricos de Panamá en tiempos de la colonia.
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Existía en aquellos tiempos un gran entramado colonial que ligaba el oro del Perú con la ciudad de Panamá, el Camino Real de Cruces, Portobelo y España.
Un acaecimiento en paralelo ocurre, siglos después, cuando el carpintero James Wilson Marshall localiza el preciado metal en las cercanías de Coloma, California, a inicios de 1848, que aportó como consecuencia la construcción del primer ferrocarril transcontinental del mundo en Panamá en 1855, seguido por la construcción del canal, medio siglo después.
Pudiésemos proclamar que la codicia del hombre por el peculio llevó a Panamá a ocupar un sitial relevante desde aquellos tiempos que Balboa divisa desde la cima del cerro Pechito Parao en Darién, ese lejano jueves 25 de septiembre de 1513, al Mar del Sur, el más vasto océano, ocupando 63 millones de millas cuadradas, con más de la mitad del agua en el mundo y en cuya extensión cabría la totalidad de los continentes.
Porque en efecto es el descubrimiento de Balboa la llave que abre la puerta al verdadero comercio mundial, sobrepasando históricamente el significado del descubrimiento de América por el Almirante Colón en 1492.
Todas estas históricas coincidencias, entramados si podemos llamarles así, llevan el común denominador de Panamá.
El oro abrió el istmo y la relevancia estratégica regional y mundial se mantiene a pie en este minúsculo pedacito de terreno.
Nos resulta entonces trivial que el enfoque de nuestro atractivo turístico gire alrededor del Canal y el Casco, extremidades del entramado colonial, en lugar de aquellas vetustas torres con áurea flecha, de aquella trocha a través de la tupida selva tropical y su ombligo en Portobelo, de aquella cima en Darién, que escalamos un puñado de empresarios de la Comisión de Turismo de Apede, para conmemorar los 500 años de la hazaña del Jerezano Balboa en 2013, en el recuerdo, en el pasado, en el olvido y el abandono.
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El viaje a Sevilla resultaría estéril sin visitar la Fundación Nao Victoria.
La Nao o nave Victoria, aquel galeón que sirvió como cobijo a Magallanes durante el primer viaje de circunnavegación del mundo (1519-1522), celebrando su quinto centenario, resultó ser el único navío que completó el periplo.
Conversando con su presidente, José Fernández de Cabo, la fundación no trata de vagos recuerdos.
Se reconstruye el galeón, cuya sede es el Muelle de las Delicias, en la capital andaluza y la nao, sobremanera la víspera, se encuentra en múltiples giras alrededor del mundo, para dar a conocer y vender el turismo en Andalucía.
Y es que España le sabe hacer bien, con 75.6 millones de visitantes en 2018, empatando a un alicaído Estados Unidos en primer lugar a nivel mundial en número de turistas.
Asimismo, indago cuántos compatriotas eruditos, historiadores, profesores, guías y estudiantes, cuántos ministros de Turismo, han escalado Pechito Parao.
Y es que no se trata del Himalaya, ni siquiera del volcán Barú, es un paseíto de Caperucita Roja en comparación.
Saborear la historia, revolver la mirada en su cima, es inspirador y el sendero, repleto de azuladas mariposas, pajarillos multicolores y manadas de monitos en las copas de los frondosos árboles invitan a oxigenar el cuerpo y el alma.
Gracias a la visita de Su Santidad finalmente remozamos la Catedral Metropolitana.
Se escucharon los quejidos de algunos necios, pero a diario le visitan miles de turistas.
¿Qué esperamos para remozar la verdadera Ciudad de Panamá, aquellas ruinas que no dicen nada, pero cuyas empedradas calles bien podrían servir como un emporio al turismo mundial?
Allí en el mangle de Panamá La Vieja pudiese estar anclada la Nao Victoria, o por qué no, permanentemente el galeón restaurante Balboa para paladear un festín gastronómico sin par. Turismo, ideas, conceptos.
¡El entramado colonial!
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