El Dr. Arnulfo Arias y el Gen. Omar Torrijos
Publicado 2001/08/25 23:00:00
- San José
En el centenario del natalicio del Dr. Arnulfo Arias Madrid y en el vigésimo aniversario de la muerte del General Omar Torrijos Herrera sus seguidores han enaltecido sus figuras en un sentido político partidista. Comparto una apreciación estrictamente personal en la perspectiva de una visión de la Patria.
La Presidenta de la República publicó páginas enteras para destacar "el sueño de Arnulfo, un Panamá libre, próspero, orgulloso de sus raíces culturales e históricas, de hombre y mujeres trabajadores, educados y cultos, de campos fértiles y productivos, de industrias eficientes, de instituciones de reconocida solidez y eficiencia". Esta publicación ha formado parte de su campaña por reelegirse como presidenta de su partido y tratar de salir de su hundimiento en la opinión pública.
Por otra parte, en el Congreso Extraordinario Nacional del PRD, Martín Torrijos como Secretario General afirmó que "este Congreso representa 320,000 hijos de Omar que estamos dispuestos a defenderlo en el campo que sus adversarios quieran" y añadió: "Desde hace veinte años tratan de desfigurar su memoria... Pero los panameños tienen una concepción muy clara de Omar Torrijos, del gigantesco aporte que hizo a su patria y de sus obras, que no requieren explicación. Omar no merece esa infamia, esas miserias y esos ataques solapados y ruines que lo único que delatan es que jamás podrán hacer un gobierno como lo hizo él y como lo vamos a hacer nosotros." Estas expresiones han sido parte de su campaña por neutralizar los ataques del antiguo CEN, responder al reto del alcalde Juan Carlos Navarro y lanzar desde ya su candidatura presidencial en el 2004.
La situación de ambos no es la misma. La imagen de la Presidenta está en descenso, mientras que la de Martín Torrijos se mantiene en alto. Pero los dos han recurrido a la figura de su pariente, fundador de su corriente política, para fortalecer su liderazgo futuro. Plantean así la hipotética vigencia de un arnulfismo y un torrijismo del siglo XXI. Al hacerlo, han limitado su mensaje a sus propios copartidarios, sin considerar al conjunto del electorado panameño, que en ninguna elección ha otorgado una mayoría absoluta ni al Partido Arnulfista (o a sus precursores) ni al Partido Revolucionario Democrático.
No cabe la menor duda que el Dr. Arnulfo Arias Madrid y el Gen. Omar Torrijos Herrera, no sólo marcaron la historia panameña, sino que dejaron su impronta en la sensibilidad política de nuestro pueblo, tanto en emociones positivas como en sentimientos negativos. En su impacto han sido antagónicos y excluyentes el uno del otro.
Cuando se trata de ubicarlos en la historia panameña, fuera del contexto partidario, se perciben analogías sorprendentes, aunque no desaparecen sus contrastes. Nacidos en el interior de la República, de familias sin riqueza ni poder, ambos ascienden hacia el primer plano nacional a través de sus respectivas profesiones, la medicina y la milicia. El primero irrumpe en la vida política por el golpe de Estado civil de 1931, cuando la situación hizo crisis bajo gobernantes liberales. Se dio así la transición de la etapa en la que Panamá configuró la república independiente, aunque mediatizadamente, a la etapa en la que se comenzó a forjar el Estado nacional. El segundo surgió por el golpe de Estado militar de 1968, cuando hizo crisis el conflicto recurrente entre el desarrollo estatal, encabezado por la Guardia Nacional, y la toma de una conciencia popular atraída hacia el panameñismo, al mismo tiempo que el país rechazaba los tratados del Canal negociados bajo el gobierno liberal del presidente Robles. Se intentó entonces superar esta crisis por el establecimiento de un régimen de social y nacional militarismo.
El Dr. Arias tardó en desarrollar el carisma de su liderazgo. En su primer proceso electoral fue candidato oficialista, en condiciones de parcialización gubernamental tales que su contendor se vio obligado a retirarse. Como Presidente en 1941, impulsó la profesionalización de la Policía Nacional con cierta tendencia a su militarización. Sólo al término de la Segunda Guerra Mundial, en medio de la crisis de reducción del PIB, se convirtió en el líder popular de quien se esperaba la reivindicación de los sectores más pobres. En sus primeras dos presidencias dio muestras de autoritarismo: hizo aprobar una Constitución que reforzaba su poder, implicaba discriminación racial, pero introducía varias normas sociales de avanzada, y luego intentó derogar la progresista Constitución de 1946. Permitió prácticas reprochables, como el cobro del 5% a los empleados públicos. En ninguna de sus tres presidencias supo o pudo lograr la estabilidad institucional que le permitiera terminar su período, quedando su obra de gobierno inconclusa.
En un contexto internacional en el que el liberalismo se hundía frente al comunismo soviético, se sintió atraído por el fascismo, cuando éste le parecía a sectores no radicalizados como aceptable en aquel contexto. Durante la Guerra Fría adoptó una postura anti-comunista y pro-norteamericana.
Se caracterizó por promover un sentido de identidad nacionalista. Pero su gran legado efectivo fue sin duda en el campo social, especialmente la creación de la Caja de Seguro Social, que humanizó las condiciones de vida de un porcentaje creciente de nuestra población. Al final de su vida rindió el insigne servicio de ser el símbolo viviente de la lucha democratizadora, la figura del gran rebelde contra la dictadura militarista.
El Gen. Torrijos también tardó en desarrollar el carisma de su liderazgo. No inició el golpe militar de 1968, que se proclamó primero como movimiento restaurador de la democracia representativa, para luego declararse movimiento revolucionario hacia un régimen presuntamente participacionista. En una América Latina expuesta al conflicto Este-Oeste, con regímenes derechistas de seguridad nacional y regímenes izquierdistas radicales, estableció un régimen militarista, unipersonal e izquierdizante, con preocupación social y nacionalista. Adoptó posturas tercermundistas que ayudaron a internacionalizar nuestro reclamo de plena soberanía, pero en medio de ambigüedades peligrosas.
Se dio una Constitución autoritaria, cuyo artículo 2 establecía la Fuerza Pública por encima de los "rganos del Estado y cuyo artículo 277 le otorgaba poderes omnímodos al "Líder máximo de la Revolución panameña."
Los esfuerzos de promoción social que emprendió no lograron permanencia institucional, porque chocaron con el carácter vertical y represivo del militarismo estatal. Pero despertaron expectativas que no desaparecieron y condujeron a una extensión beneficiosa de los servicios educativos y de salud del Estado. Adicionalmente, esta obra social se vio comprometida por el desarrollo de una economía excesivamente estatizante y hasta paternalista, que los gobiernos democráticos posteriores, particularmente el de Pérez Balladares, se vieron obligados a modificar sustancialmente.
La gran falla histórica del Gen. Torrijos fue la violación masiva de los derechos humanos que sufrió nuestra población. Y también se desató la corrupción. El intento de liberalización a raíz de la firma de los Tratados Torrijos-Carter, fracasó. La situación volvió a empeorar bajo el Gen. Noriega, quien surgido de las sombras y envuelto en el narcotráfico, provocó una honda crisis de la soberanía popular y nacional.
No cabe la menor duda que el principal legado efectivo del Gen. Torrijos fueron los Tratados Torrijos-Carter. Lograron la plena panameñización del Canal y la unificación de nuestro territorio bajo nuestra única bandera nacional. Las limitaciones que restan en dichos Tratados eran probablemente inevitables dada la desproporción de poderío entre las partes contratantes. Sin embargo, la declaración del ex presidente Carter el 14 de diciembre de 1999, como representante oficial del Gobierno de los E.U. en la entrega protocolar del Canal, aboga en favor de la tesis de los negociadores panameños según la cual la enmienda Church habría neutralizado el derecho a intervención unilateral de los E.U. contenido en la enmienda De Concini.
Estoy convencido de que es hora de ubicar a ambas figuras en nuestra historia, para ser evaluadas con libertad de criterio y ecuanimidad por historiadores y por la conciencia histórica de la nación. Continuar introduciéndolos en la discusión política, con su apasionamiento y parcialidad, es contraproducente para nuestro pueblo e incluso incoveniente para el recuerdo de los dos.
Ni uno ni otro fue un teórico del devenir de la historia ni un profeta del futuro. Fueron hombres excepcionales, pero enraizados en su circunstancia y limitados por ella. Convertirlos en modelos permanentes de la acción política nacional es provocar que se les juzgue fuera de contexto. Es prolongar la división que generó su confrontación y mutua exclusión. Más aún, es proponerle a nuestro pueblo que camine hacia el futuro, pero no de frente sino de espaldas.
En el Congreso del PRD, cuyo recibimiento caluroso a Teresita y a mi agradezco, leí este lema: "Construyendo el país de todos". El país de todos no es arnulfista ni torrijista. No es social-cristiano ni liberal. Es de todos, con nuestros valores propios, que son plurales, con tolerancia los unos para con los otros, cada uno guardando su memoria intacta, pero asegurándose que no encierra el futuro común en ella. En el 2004 no nos merecemos una elección entre pasados excluyentes. Necesitamos una elección entre futuros competidores e incluyentes.
Cuando Martín Torrijos en su discurso habló de "balance honesto de los aciertos y errores del torrijismo", inició un proceso de rectificación que es de esperar se complete. Y cuando ratificó el Acuerdo META, me trajo a la mente otras instancias de concertación entre adversarios a favor de Panamá: los conservadores y liberales después de la Guerra de los Mil Días, uniéndose para hacer la Independencia; el presidente José A. Remón Cantera y el ex presidente Harmodio Arias Madrid proclamando juntos "ni millones ni limosnas, queremos justicia", al inicio de una nueva negociación canalera con los Estados Unidos de América, y también las dos Asambleas de 1994, una con mayoría civilista y otra con mayoría PRD, aprobando la reforma constitucional que eliminó el ejército. Pensé en Panamá por encima de todo. ¡Ojalá todos pensemos así más frecuentemente de lo que lo hemos hecho, porque juntos tenemos inmensos retos por enfrentar y oportunidades por aprovechar de cara al futuro! (ariyan@sinfo.net)
La Presidenta de la República publicó páginas enteras para destacar "el sueño de Arnulfo, un Panamá libre, próspero, orgulloso de sus raíces culturales e históricas, de hombre y mujeres trabajadores, educados y cultos, de campos fértiles y productivos, de industrias eficientes, de instituciones de reconocida solidez y eficiencia". Esta publicación ha formado parte de su campaña por reelegirse como presidenta de su partido y tratar de salir de su hundimiento en la opinión pública.
Por otra parte, en el Congreso Extraordinario Nacional del PRD, Martín Torrijos como Secretario General afirmó que "este Congreso representa 320,000 hijos de Omar que estamos dispuestos a defenderlo en el campo que sus adversarios quieran" y añadió: "Desde hace veinte años tratan de desfigurar su memoria... Pero los panameños tienen una concepción muy clara de Omar Torrijos, del gigantesco aporte que hizo a su patria y de sus obras, que no requieren explicación. Omar no merece esa infamia, esas miserias y esos ataques solapados y ruines que lo único que delatan es que jamás podrán hacer un gobierno como lo hizo él y como lo vamos a hacer nosotros." Estas expresiones han sido parte de su campaña por neutralizar los ataques del antiguo CEN, responder al reto del alcalde Juan Carlos Navarro y lanzar desde ya su candidatura presidencial en el 2004.
La situación de ambos no es la misma. La imagen de la Presidenta está en descenso, mientras que la de Martín Torrijos se mantiene en alto. Pero los dos han recurrido a la figura de su pariente, fundador de su corriente política, para fortalecer su liderazgo futuro. Plantean así la hipotética vigencia de un arnulfismo y un torrijismo del siglo XXI. Al hacerlo, han limitado su mensaje a sus propios copartidarios, sin considerar al conjunto del electorado panameño, que en ninguna elección ha otorgado una mayoría absoluta ni al Partido Arnulfista (o a sus precursores) ni al Partido Revolucionario Democrático.
No cabe la menor duda que el Dr. Arnulfo Arias Madrid y el Gen. Omar Torrijos Herrera, no sólo marcaron la historia panameña, sino que dejaron su impronta en la sensibilidad política de nuestro pueblo, tanto en emociones positivas como en sentimientos negativos. En su impacto han sido antagónicos y excluyentes el uno del otro.
Cuando se trata de ubicarlos en la historia panameña, fuera del contexto partidario, se perciben analogías sorprendentes, aunque no desaparecen sus contrastes. Nacidos en el interior de la República, de familias sin riqueza ni poder, ambos ascienden hacia el primer plano nacional a través de sus respectivas profesiones, la medicina y la milicia. El primero irrumpe en la vida política por el golpe de Estado civil de 1931, cuando la situación hizo crisis bajo gobernantes liberales. Se dio así la transición de la etapa en la que Panamá configuró la república independiente, aunque mediatizadamente, a la etapa en la que se comenzó a forjar el Estado nacional. El segundo surgió por el golpe de Estado militar de 1968, cuando hizo crisis el conflicto recurrente entre el desarrollo estatal, encabezado por la Guardia Nacional, y la toma de una conciencia popular atraída hacia el panameñismo, al mismo tiempo que el país rechazaba los tratados del Canal negociados bajo el gobierno liberal del presidente Robles. Se intentó entonces superar esta crisis por el establecimiento de un régimen de social y nacional militarismo.
El Dr. Arias tardó en desarrollar el carisma de su liderazgo. En su primer proceso electoral fue candidato oficialista, en condiciones de parcialización gubernamental tales que su contendor se vio obligado a retirarse. Como Presidente en 1941, impulsó la profesionalización de la Policía Nacional con cierta tendencia a su militarización. Sólo al término de la Segunda Guerra Mundial, en medio de la crisis de reducción del PIB, se convirtió en el líder popular de quien se esperaba la reivindicación de los sectores más pobres. En sus primeras dos presidencias dio muestras de autoritarismo: hizo aprobar una Constitución que reforzaba su poder, implicaba discriminación racial, pero introducía varias normas sociales de avanzada, y luego intentó derogar la progresista Constitución de 1946. Permitió prácticas reprochables, como el cobro del 5% a los empleados públicos. En ninguna de sus tres presidencias supo o pudo lograr la estabilidad institucional que le permitiera terminar su período, quedando su obra de gobierno inconclusa.
En un contexto internacional en el que el liberalismo se hundía frente al comunismo soviético, se sintió atraído por el fascismo, cuando éste le parecía a sectores no radicalizados como aceptable en aquel contexto. Durante la Guerra Fría adoptó una postura anti-comunista y pro-norteamericana.
Se caracterizó por promover un sentido de identidad nacionalista. Pero su gran legado efectivo fue sin duda en el campo social, especialmente la creación de la Caja de Seguro Social, que humanizó las condiciones de vida de un porcentaje creciente de nuestra población. Al final de su vida rindió el insigne servicio de ser el símbolo viviente de la lucha democratizadora, la figura del gran rebelde contra la dictadura militarista.
El Gen. Torrijos también tardó en desarrollar el carisma de su liderazgo. No inició el golpe militar de 1968, que se proclamó primero como movimiento restaurador de la democracia representativa, para luego declararse movimiento revolucionario hacia un régimen presuntamente participacionista. En una América Latina expuesta al conflicto Este-Oeste, con regímenes derechistas de seguridad nacional y regímenes izquierdistas radicales, estableció un régimen militarista, unipersonal e izquierdizante, con preocupación social y nacionalista. Adoptó posturas tercermundistas que ayudaron a internacionalizar nuestro reclamo de plena soberanía, pero en medio de ambigüedades peligrosas.
Se dio una Constitución autoritaria, cuyo artículo 2 establecía la Fuerza Pública por encima de los "rganos del Estado y cuyo artículo 277 le otorgaba poderes omnímodos al "Líder máximo de la Revolución panameña."
Los esfuerzos de promoción social que emprendió no lograron permanencia institucional, porque chocaron con el carácter vertical y represivo del militarismo estatal. Pero despertaron expectativas que no desaparecieron y condujeron a una extensión beneficiosa de los servicios educativos y de salud del Estado. Adicionalmente, esta obra social se vio comprometida por el desarrollo de una economía excesivamente estatizante y hasta paternalista, que los gobiernos democráticos posteriores, particularmente el de Pérez Balladares, se vieron obligados a modificar sustancialmente.
La gran falla histórica del Gen. Torrijos fue la violación masiva de los derechos humanos que sufrió nuestra población. Y también se desató la corrupción. El intento de liberalización a raíz de la firma de los Tratados Torrijos-Carter, fracasó. La situación volvió a empeorar bajo el Gen. Noriega, quien surgido de las sombras y envuelto en el narcotráfico, provocó una honda crisis de la soberanía popular y nacional.
No cabe la menor duda que el principal legado efectivo del Gen. Torrijos fueron los Tratados Torrijos-Carter. Lograron la plena panameñización del Canal y la unificación de nuestro territorio bajo nuestra única bandera nacional. Las limitaciones que restan en dichos Tratados eran probablemente inevitables dada la desproporción de poderío entre las partes contratantes. Sin embargo, la declaración del ex presidente Carter el 14 de diciembre de 1999, como representante oficial del Gobierno de los E.U. en la entrega protocolar del Canal, aboga en favor de la tesis de los negociadores panameños según la cual la enmienda Church habría neutralizado el derecho a intervención unilateral de los E.U. contenido en la enmienda De Concini.
Estoy convencido de que es hora de ubicar a ambas figuras en nuestra historia, para ser evaluadas con libertad de criterio y ecuanimidad por historiadores y por la conciencia histórica de la nación. Continuar introduciéndolos en la discusión política, con su apasionamiento y parcialidad, es contraproducente para nuestro pueblo e incluso incoveniente para el recuerdo de los dos.
Ni uno ni otro fue un teórico del devenir de la historia ni un profeta del futuro. Fueron hombres excepcionales, pero enraizados en su circunstancia y limitados por ella. Convertirlos en modelos permanentes de la acción política nacional es provocar que se les juzgue fuera de contexto. Es prolongar la división que generó su confrontación y mutua exclusión. Más aún, es proponerle a nuestro pueblo que camine hacia el futuro, pero no de frente sino de espaldas.
En el Congreso del PRD, cuyo recibimiento caluroso a Teresita y a mi agradezco, leí este lema: "Construyendo el país de todos". El país de todos no es arnulfista ni torrijista. No es social-cristiano ni liberal. Es de todos, con nuestros valores propios, que son plurales, con tolerancia los unos para con los otros, cada uno guardando su memoria intacta, pero asegurándose que no encierra el futuro común en ella. En el 2004 no nos merecemos una elección entre pasados excluyentes. Necesitamos una elección entre futuros competidores e incluyentes.
Cuando Martín Torrijos en su discurso habló de "balance honesto de los aciertos y errores del torrijismo", inició un proceso de rectificación que es de esperar se complete. Y cuando ratificó el Acuerdo META, me trajo a la mente otras instancias de concertación entre adversarios a favor de Panamá: los conservadores y liberales después de la Guerra de los Mil Días, uniéndose para hacer la Independencia; el presidente José A. Remón Cantera y el ex presidente Harmodio Arias Madrid proclamando juntos "ni millones ni limosnas, queremos justicia", al inicio de una nueva negociación canalera con los Estados Unidos de América, y también las dos Asambleas de 1994, una con mayoría civilista y otra con mayoría PRD, aprobando la reforma constitucional que eliminó el ejército. Pensé en Panamá por encima de todo. ¡Ojalá todos pensemos así más frecuentemente de lo que lo hemos hecho, porque juntos tenemos inmensos retos por enfrentar y oportunidades por aprovechar de cara al futuro! (ariyan@sinfo.net)
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