Anécdotas
El buzo, el bombero y el cabo de vida
Publicado 2015/06/02 00:00:00
- Stanley Heckadon-Moreno (Antropólogo)
En 1975, entrevisté en Soná, Veraguas, a Natividad Tristán Ortiz. Me dijo que nació en los tiempos en que Panamá pertenecía a Colombia, el 15 de mayo de 1890, en La Mesa..
En 1975, entrevisté en Soná, Veraguas, a Natividad Tristán Ortiz. Me dijo que nació en los tiempos en que Panamá pertenecía a Colombia, el 15 de mayo de 1890, en La Mesa, Calobre. A sus 86 años era analfabeta. Vivía en una casita con piso de tierra en “La Calle del Puerto”. Calle sin letrero, que solo los del pueblo ubicaban, pues el puerto, más bien embarcadero de marea honda a orillas del San Pablo, desapareció a inicios del siglo XX.
Nace el caudaloso San Pablo o Tabarabá, su nombre indígena, en la serranía del Tabasará, y desagua en el Mar del Sur, por el golfo de Montijo, frente a la isla Coiba y su archipiélago, y a las islas del golfo de Chiriquí. De los placeres de madreperla en Coiba se sacaron algunas de las perlas más grandes y hermosas del Istmo. Siempre hubo competencia acerca de cuáles placeres de concha nácar dieron las mejores perlas.
Desde la colonia, Soná fue puerto de entrada al occidente de Veraguas. Al construirse la Carretera Nacional, 1920-1930, que unió Panamá con David, en la lejana provincia de Chiriquí, Soná pasó a ser puerto terrestre. Camioneros y pasajeros, que iban y venían por este camino de cascajo de río, lleno de polvo en verano y lodazales en invierno, paraban a comer y descansar aquí. En los 50, la nueva carretera Panamericana, de cemento, dejó por fuera a Soná y puso fin a su rol de puerto terrestre.
Por siglos, la gente de la costa e islas del Pacífico del Istmo vivió de la agricultura de roza, la pesca y la bucería de perlas. Las conchas de madre perla se buceaban a pulmón y poca profundidad. Un buzo podía pasar bajo el agua uno o dos minutos y arrancar de las rocas dos o tres conchas con su mano derecha, las colocaba bajo el brazo izquierdo para volver a subir. En una marea obtenía docenas de conchas, de las que pocas tenían perlas. Estas se vendían o cambiaban por artículos a los comerciantes, que las revendían a los exportadores.
Para Natividad, el mar ejerció poderosa y misteriosa atracción. Guardaba recuerdos vívidos de sus aventuras. Me mostró sus brazos tatuados, recuerdos en piel de esos tiempos. Sin saberlo, actuó en las últimas etapas de esta centenaria actividad. La madreperla fue el primer recurso marino extinguido por la sobrepesca en el siglo pasado. Ello tras la temprana introducción en el siglo XIX de la máquina de bucear y la escafandra. El buzo podía pasar horas bajo el agua y a mayores profundidades. Para 1927, la industria estaba muerta.
AL CONSTRUIRSE LA CARRETERA NACIONAL, 1920-1930, QUE UNIÓ PANAMÁ CON DAVID, EN LA LEJANA PROVINCIA DE CHIRIQUÍ, SONÁ PASÓ A SER PUERTO TERRESTRE. CAMIONEROS Y PASAJEROS, QUE IBAN Y VENÍAN POR ESTE CAMINO DE CASCAJO DE RÍO, LLENO DE POLVO EN VERANO Y LODAZALES EN INVIERNO, PARABAN A COMER Y DESCANSAR AQUÍ.
Entre las empresas de bucería estuvieron los Hermanos Pinel, José Manuel Segovia y los Hermanos Arosemena en la capital. Francisco Martinelli en Soná, Joshua Piza en Remedios y Ernesto Anguizola de la Lastra en David.
Natividad se embarcó en el San Pablo, barco madre de la bucería, de Francisco Martinelli, casado con Sara, hija de Juan Pardini, primer italiano en asentarse en Soná. Este llevaba cuatro balandras, de vela y remo: La Trípoli, La Independencia, La Sara y El Pájaro. Cada una con máquina de bucear. Cuatro bomberos daban vueltas a las manivelas para enviar oxígeno al buzo por la manguera.
Después del capitán, el hombre de más prestigio era el buzo. De su coraje, conocimientos del mar, placeres de conchas y suerte dependía el éxito. Natividad recordaba a buzos como Casimiro, Vitorio Villarreal, Sofío Espinoza y el más famoso, Crispín “Cruz” Almengor, que en Coiba sacó la perla más grande y hermosa jamás vista, como un huevo de paloma.
“La vida del buzo dependía del cabo de vida -contaba Natividad-, el buzo se quitaba la ropa. El cabo le ponía el vestido de bucear. Le hacía el vestido, le ponía el vestido de lana. Luego le ponía el vestido de caucho y el de manta sucia. Luego la escafandra de bronce, pesada, que la atornillaba al vestido. Cerraba las ventanas de la escafandra por ‘onde el buzo veía bajo el agua. Le ponía los zapatos, 35 libras de plomo. Luego el cinturón de pesas, con 50 libras de plomo. Lo ayudaba a la escalera ‘recostá’ a la borda de la popa del bote. Cuando el buzo iba pa’ el plan, el cabo de vida le sostenía la manguera pa’ que no se enredara. Sostenía el cabo, la soga, que amarraba el buzo al bote. Cuando el buzo estaba en el plan, el cabo de vida era jefe del bote”.
“Las señales se daban por el cabo. Pa’ subí un templón, un templón ‘cernío’, de la’o a la’o, que se subiera la jaba con las conchas. Si había animal malo, le daba un templón fuerte. Los bomberos nos pegamos a los remos pa’ seguí al buzo según cambiase de rumbo”.
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