Panamá
El asedio de las necesidades rurales
Hay escenarios trágicos y realidades brutales de carencia y de necesidad en nuestra sociedad que no podemos desconocer.
- Arnulfo Arias Olivares
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- - Actualizado: 12/3/2024 - 12:00 am
Hay escenarios trágicos y realidades brutales de carencia y de necesidad en nuestra sociedad que no podemos desconocer. Especialmente para aquellos que se encuentran caminando las sendas de la política, es importante conocer los retos de la sociedad a la que pretenden representar, y especialmente realidad de esos sectores más necesitados.
Al margen de las alentadores cifras económicas que colocan a nuestro país en un sitial privilegiado dentro de la región latinoamericana, con uno de los ingresos per cápita más altos (supera los US15,000.00), la cruda realidad es otra.
La distribución de las riquezas está agendada por la política y el voto. Allí donde haya más electores, habrá más infraestructura destinada hacia la compra de conciencias, más acceso a la salud, más oportunidades de crecimiento profesional y familiar; pero en esos sitios olvidados de patria, en los que el reloj de cuerda se detuvo, en el corazón de esos poblados de nuestro interior que se adentran en los pulmones verdes de nuestras campiñas, ese progreso nunca llega. Como viajeros en el tiempo, llegamos a esos sitios y vemos las mismas situaciones de atraso y de marginación que hubiéramos podido ver hace 50 años.
No hay luz eléctrica; los caminos todavía son de trocha y de penetración; no hay pequeños comercios, ni siquiera para comprarse una aspirina; el agua viene de las tomas crudas y llega por medio de intrincados y rudimentarios ductos de pvc, dispuestos por los propios moradores; los pasos que utilizan para llegar a sus viviendas son, muchas veces, peligrosos, escarpados, bordeando las caídas de montañas. Allí no hay internet, ni televisión, ni acceso privilegiado a información. Esos sitios olvidados de patria están poblados, y aproximadamente un millón de panameños viven en condiciones de ruralidad o de semi ruralidad.
En el mejor de los casos, estas poblaciones cuentan con transporte, hasta que oscurece. En horas de la noche, de suscitarse una emergencia, deben recurrir a algún vecino que sea buen samaritano y tenga carro; en otros casos, no les queda más que caminar, si se encuentran alejados de la vía de acceso principal. En estos poblados rurales, no existen estaciones de combustible y el alumbrado público se encuentra en deficiencia, los pasos de los ríos y quebradas carecen, muchas veces, de vados y de puentes.
Yo me pregunto si esa enorme masa de población que vive en estas condiciones y que, a pesar de las frustraciones, luchan por quedarse en su terruño, donde por lo menos pueden cultivar la tierra, no merecen vidas más dignas; o si la política del aprovechamiento electoral persistirá en dotar solo de recursos a los sitios que congregan más votantes, incentivando así el abandono progresivo de los campos, de nuestras costumbres y de la producción agrícola, para que cientos de miles de personas sin empleo migren hacia las ciudades en búsqueda de sueños que, la mayoría de las veces, no llegan a cumplir jamás.
Es hora de darle prioridad a los avances y a la planificación y desarrollo integral del interior; es hora de cubrir con vías pavimentadas los accesos más remotos a esos pueblos en los que también viven panameños. En esa tarea, todos somos responsables como sociedad.
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