El amor no destruye
- Rómulo Emiliani
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El que ama no destruye la ilusión de vivir ni la paz en el hogar. El que ama no mata la esperanza y la seguridad de un futuro mejor de sus hijos, ni arrebata la inocencia de los niños, ni aniquila los lazos de unión de los cónyuges, ni pulveriza los derechos de todos a participar del bien común, ni le roba al más pobre aun lo poquito que posee. El que ama no le quita la fama y el buen nombre al prójimo, ni hunde la puñalada en la espalda al compañero por sus intereses, ni deja en la indefensión a los que necesitan de su mano amiga. El que ama no miente descaradamente por dinero para salvar al culpable en un juicio, ni se aprovecha de la ingenuidad del otro para estafarlo, ni se codea con los sagaces tramposos haciéndose la vista gorda de sus delitos para recibir beneficios.
El que ama no cae en corrupción llevándose de las arcas del Estado los bienes que pertenecen al pueblo para cubrir sus necesidades. El que ama no pone su "yo" en primer lugar para que los demás lo adoren. El que ama no huye dejando a la deriva sus compromisos, los que adquirió al casarse y al tener sus hijos o en su comunidad cristiana, ni busca aliarse con quienes lo lleven a la perdición, sea por licor, droga o sexo. El que no ama no conoce a Dios porque Dios es amor.
El que ama busca erigir puentes de unión entre los alejados, reconciliar a los que están separados, sanar las heridas por ofensas y daños de los que se sienten afectados, y sabe ver más lo positivo que hay en los demás que sus pecados. El que ama busca parecerse en todo a Dios, que al amarnos nos perdona y jamás recuerda nuestros pecados si nos hemos arrepentido y confesado.
El que ama buscará servir lo mejor posible a su prójimo porque en él está el Dios vivo que tanto adora y guardará la Palabra del Señor y su Padre vendrá a Él y hará morada en Él. El que ama busca agradar a Dios en todo e imita a Cristo, que se entregó a nosotros como oblación y víctima de suave aroma, y permanece sirviendo a los demás y se consume amando como una velita que se derrite lentamente hasta apagarse y resucitar en Cristo para siempre.
El que ama se compadece del que sufre y ama a su hermano a quien ve y así ama al Dios que no ve. El que ama está seguro del amor de Dios hacia él porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. No duda del amor de Dios porque siendo nosotros todavía pecadores, murió Cristo por nosotros. Sabe bien que en esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó primero y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. El que ama sabe que recibió el espíritu de hijo adoptivo que nos hace exclamar: ¡Abba, Padre! El que ama vence el temor porque con Dios es invencible.
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