El adiós al "sueño americano"
- Jaime Figueroa Navarro
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Desde que tenía usó de razón cuestionaba porque nos referíamos a "Centroamérica y Panamá". A pesar de que el continente se extiende geográficamente desde Alaska a Tierra del Fuego, en las aulas escolares istmeñas le segmentaron en tres regiones, caso inexistente con los demás continentes.
La reciente polémica por la insistencia del presidente Trump por cambiar el nombre del Golfo de México a Golfo de América, como si los golfos fuesen propiedades de estados y de alguna forma aquel en particular había sido usurpado en los mapas universales por México, refrescó en la memoria durante mis años de preparatoria en Boston, que la realidad era a la inversa, porque allá denominan a Estados Unidos como "América" y a la masa al sur "Américas", pernoctando Canadá en un limbo garrafal.
Resultado de su industrialización y progreso durante el siglo XIX, Estados Unidos se elevó como potencia mundial cautivando una inmigración masiva, en gran parte europea, por la búsqueda de mejores oportunidades a este lado del Atlántico. Así lo percibimos en el área de Nueva Inglaterra, núcleo intelectual norteño donde aún son notorios los rasgos dominantes de inmigrantes de origen franceses, italianos e irlandeses arraigándose a las creencias católicas a lo opuesto del cristianismo dominante en el resto del país.
Al extirpar la esclavitud, Estados Unidos se vio obligado a extender la inmigración a personas sedientas por una mejor calidad de vida y de esa forma captar una mano de obra barata para ocupar aquellas plazas de trabajo en la base de la pirámide económica que no resultaban atractivas para su población.
Fue así como a lo largo del siglo XX y a inicios del actual se acentúa una inmigración legal e ilegal, en su mayoría de aquellos países circundantes, por motivos económicos y políticos. Recuerdo durante mi primera visita a Miami en 1965, que aquello era un risueño poblado sureño atiborrado de judíos jubilados neoyorquinos, con algunas pecas de inmigrantes cubanos, que aumentaban a diario con la afluencia de los "vuelos de la libertad" que trasladaban a cientos de miles a bordo de aviones de Pan American Airways hacia aquello que eventualmente, resultado de su tesonero sudor, se transformó en la capital de América Latina donde todos íbamos de "shopping".
Panamá siempre fue un paréntesis, un oasis desligado del resto de la geografía, resultado de su estratégica posición como ombligo del comercio, encandilando también una inmigración de todos los rincones del planeta interesados en mejorar su calidad de vida y aprovechar las oportunidades. Por ello, la emigración hacia el norte no resulta tan evidente, con excepción de un racimo aún vigente en la ciudad de Nueva York y el sur del estado de Florida, cuya mayoría eventualmente retorna durante sus años plateados.
Llama la atención la publicación de una reciente encuesta Harris que refleja que 42% de los estadounidenses consideran o están planeando emigrar de ese país, resultado de desafíos económicos, creciente inflación y las movedizas prioridades políticas que remodelan el "Sueño Americano", interés particularmente arraigado en las generaciones más jóvenes, con un 63% de la generación Z y 52% de la generación Millenials considerando emigrar.
Y es que, para muchos norteamericanos las mediciones tradicionales de adquirir una vivienda, estabilidad financiera y movilidad hacia arriba, se encuentran cada vez más inaccesibles. De acuerdo con la encuesta, el 68% siente que están meramente sobreviviendo y que la compra de una vivienda resulta una opción inexistente.
Las razones principales para la emigración incluyen minimizar gastos (49%), falta de satisfacción con el actual liderazgo político (48%, un aumento del 6% desde noviembre de 2024) y un deseo por una mejor calidad de vida (43%). No es de extrañar que Panamá no figura entre los principales destinos, ocupando los primeros tres escaños países de habla inglesa (Canadá, Reino Unido y Australia) y entre los próximos países europeos, Japón y Nueva Zelanda, con la única representación latina México.
Resultaría interesante una agresiva campaña por dar a conocer al istmo allá. Sobremanera porque el gringo promedio solo conoce nuestro devenir por el canal, materia obligatoria de estudios secundarios bajo la disciplina Historia de Estados Unidos. Si logramos captar ingenieros, empresarios y brillantes profesionales, aquello rellenaría el "cerebro útil" ausente para impulsar el desarrollo istmeño a niveles que mejorarían la calidad de vida de todos los ciudadanos, complementado por un agresivo progreso poniendo fin a nuestra muy limitada, liliputiense visión de desarrollo.
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