Análisis
Ejemplos de egoísmo y de altruismo
- Paulino Romero C/opinion@epasa.com/
Algunos filósofos sostienen, sin embargo, que en todo acto altruista hay un elemento de egoísmo. Por ejemplo, cuando hacemos un favor a un amigo, y lo vemos contento y satisfecho, compartimos su alegría y su satisfacción; es decir, gozamos de su gozo. Solamente cuando la alegría o el dolor nos afectan personalmente podemos considerarlos como propiamente egoístas.

En las relaciones humanas, ya sea entre padres e hijos, marido y mujer, maestro y alumnos, jefe y subalternos, hay siempre un juego recíproco de deberes y derechos, en un continuo recibir y dar. Hay personas, sin embargo, que solo hacen valer sus derechos, pues se olvidan totalmente de los deberes como si no existieran para ellas. A estas personas se les llama egoístas. Todos sus actos tienden a su satisfacción personal, y permanecen indiferentes ante la de los demás. Como quiera que para los egoístas solo tienen valor las cosas y los bienes materiales, los móviles de su conducta consisten en procurar la satisfacción que les produce la adquisición de esos bienes. Las motivaciones egoístas consisten, pues, en la realización de fines materiales de exclusivo provecho personal que producen al individuo un goce o una satisfacción no solo inmediata, sino también permanente. El egoísta no solo quiere adquirir esos bienes, sino también poseerlos y conservarlos.
Es preciso comprender que sobre el interés personal está el supremo interés de la comunidad. Quien acciona pensando solo en su conveniencia, dando espaldas al bien colectivo, incurre en pecado de egoísmo y niega la doctrina de la encomiable solidaridad. El egoísmo consiste en un inmoderado y excesivo amor que uno se tiene a sí mismo, es un acto sugerido por esa viciosa condición humana.
Opuesto al egoísmo tenemos el altruismo. Sentimiento, abnegación o tendencia de hacer el bien a los demás, aún a costa del propio provecho. El altruismo o dedicación de la persona a procurar primordialmente el bien de los otros aparece, pues, como una virtud social.
Por otra parte, no se puede negar que todo fin que se propone lograr la voluntad humana tiene en perspectiva una satisfacción, un goce y un placer. Tomemos como ejemplo el caso del hombre que salva a un niño próximo a perecer ahogado y lo entrega a sus padres. Se califica a este acto de altruista. Dicho acto tiene, sin embargo, dos significados: la satisfacción de haber salvado a un niño y, además, el hecho de haber producido a su vez la alegría del niño y la de sus padres.
En este caso no se trata de una satisfacción exclusivamente personal, sino que la satisfacción egoísta de haber salvado al niño es compartida con otros seres humanos. A esta felicidad, a esta satisfacción compartida se la puede llamar altruismo. Hacer el bien y brindar el auxilio, sin pensar en una material recompensa, porque quien obra con cálculo utilitario desfigura el sentido de nobleza que debe ser causa esencial de la actitud altruista.
Algunos filósofos sostienen, sin embargo, que en todo acto altruista hay un elemento de egoísmo. Por ejemplo, cuando hacemos un favor a un amigo, y lo vemos contento y satisfecho, compartimos su alegría y su satisfacción; es decir, gozamos de su gozo. Solamente cuando la alegría o el dolor nos afectan personalmente podemos considerarlos como propiamente egoístas.
Empero, la prodigalidad de favores es patrimonio de las almas elevadas, limpias de mezquindades morales y de enfermizas obsesiones materialistas. Por su parte, quien es sujeto receptor del bien ofrendado debe saber valorar la actitud beneficiosa y testimoniar el reconocimiento por el favor recibido. La ingratitud es un signo de deslealtad que pone un tinte de pobreza en los valores espirituales del ser humano.
*Pedagogo, escritor, diplomático.
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