Educación: sin metas ni rumbo claro
La pandemia arrinconó al sistema educativo, tanto público como privado. Los dueños de colegios privados se atemorizaron y se sometieron a las directrices del Meduca que, hasta el día de hoy, aún nada dice del retorno de los estudiantes a las escuelas, sean públicas o privadas.
- Silvio Guerra Morales
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- - Publicado: 19/3/2021 - 12:00 am
Niños y jóvenes "interactuando" en una educación que niega su propia esencia de inmediatez en la enseñanza. Atiborrados con un cúmulo de tareas sin fin. Padres convertidos en maestros y profesores a la fuerza. Foto: EFE.
Afirmar que la República de Panamá, en lo que respecta a su población, tiene una estratificación social muy marcada y que el sistema educativo oficial presenta serias y graves deficiencias, no es una cuestión antojadiza. La educación oficial brinda una instrucción carente de calidad por lo que los sectores medios y las capas altas optan por el ingreso de sus hijos a escuelas privadas o particulares y partiendo de la presunción de que la educación y la instrucción en estos centros de escolaridad privada son mejores.
Esto ha traído, como consecuencia, el incremento de escuelas privadas que se comportan como auténticos consorcios empresariales y guiados por una política especulativa de la oferta y la demanda. Solo pensar que hay colegios privados que cobran matrículas, por alumno, por encima de los mil dólares mensuales ya es algo que da mucho de qué pensar. Pensamiento que se dispara aún más para aquellas familias en donde hay dos, tres o cinco hijos en edad escolar.
Si nos referimos a la educación superior universitaria es de aclarar que, a nivel oficial, tampoco escapa de las críticas que han sido planteadas. A la universidad oficial asisten, generalmente, los sectores humildes de la población y que, obviamente, no pueden sufragar los costos de la educación superior de las universidades privadas, las cuales también en los últimos años han venido en aumento y en la especulación.
A pesar de que llevamos más de treinta años de estar discutiendo una supuesta reforma educativa que nunca llega, es claro que el sistema educativo estatal se presenta como un sistema anquilosado por no decir obsoleto. Las universidades tienden a preparar profesionales que, en su mayoría, egresan huecos de una visión claramente filosófica que les permita, cimentados en sólidos principios éticos y morales para la vida, progresar y triunfar y de este modo ejercer una profesión utilitaria y connotada en el marco de las necesidades reales del país.
En ese orden de ideas, es necesario acotar que una especie de pernicioso oleaje de subcultura, de banalidad y superficialidad, ha invadido los centros educativos dando paso a la incultura, abandono del camino de la intelectualidad y sustituyéndolo por una mediocridad que da muestras palpables, entre otras, de lo siguiente: abandono del pulcro lenguaje o del idioma español, indiferencia por los atributos y conceptos propios de la nacionalidad panameña, poco importa por el respeto de las cosas sagradas, espirituales y religiosas; poca o nula atención al reconocimiento digno y a la enseñanza del folklore panameño, ausencia o carencia de un sentido de solidaridad humana y social, poco respeto a las instituciones que forman el Sistema Republicano y, por qué no decirlo, también pérdida del respeto a los congéneres.
El Gobierno Central invierte, anualmente, no pocos de cientos de millones de dólares en el sector educativo; sin embargo, las críticas al inicio de este artículo aún subsisten. ¿Qué es lo que hará falta? Algunos críticos son de la opinión que las críticas del Sistema Educativo de Instrucción Pública de nuestros estudiantes, necesariamente, pasa lectura de su conexión con la grave crisis de la familia panameña que da muestra de una gran cantidad de hogares en franca decadencia de desintegración moral y espiritual.
También se hace mención de la pobreza que agobia a las grandes mayorías marginadas del país lo que ha conllevado a algunos a referir la existencia de los dos Panamá: El Panamá de carencias y pobrezas extremas y el Panamá de un puñado de ricos y millonarios que han pelechado hasta con actos de corrupción los presupuestos de los gobiernos y sin dejar de hacer mención de la misma corrupción en sí que arropa a los que gobiernan, siendo este un flagelo que desmorona y destruye toda buena intención.
Se requiere que nuestros muchachos, los niños y niñas, se les siembre principios de vida, de espiritualidad, educación y cultura y de esta manera ir minimizando la brecha de una clara desigualdad en la calidad educativa e ir abandonando esa característica dañina a la inteligencia y a la personalidad consistente en que el sistema educativo panameño se centra en escuelas para repetir conocimientos más que en escuelas para crear y generar entes pensantes y creativos.
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Frente a esta cruda realidad del sistema educativo panameño, se viene a sumar lo peor: La pandemia arrinconó al sistema educativo, tanto público como privado. Los dueños de colegios privados se atemorizaron y se sometieron a las directrices del Meduca que, hasta el día de hoy, aún nada dice del retorno de los estudiantes a las escuelas, sean públicas o privadas. Apenas se empieza a vislumbrar a algunos colegios privados bizarros que han empezado a abrir sus puertas a los estudiantes permitiendo la asistencia presencial, de modo esporádico y sin abandonar la nefasta enseñanza virtual (Improvisada en nuestro medio) que ha mantenido durante largos meses encerrados a nuestros niños y jóvenes. ¡Qué triste realidad! Niños y jóvenes "interactuando" en una educación que niega su propia esencia de inmediatez en la enseñanza y cuando apagan la computadora se percatan que el mundo de ellos, tras largas horas de agotamiento físico y psíquico, tan solo es el mundo de la computadora y ellos en una soledad perniciosa y dañina. Luego, atiborrados con un cúmulo de tareas sin fin. ¡Horrible! Padres convertidos en maestros y profesores a la fuerza!
Por amor a Dios, Señor Presidente, declare en estado de emergencia nacional lo concerniente a la educación y manos a la obra: A producir los cambios necesarios y así saber que un mejor Panamá nos espera. ¡Dios bendiga a la Patria!
Abogado.
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