Domingo de Pentecostés
- José Pineda
Nuevamente los creyentes sin distingos, cada uno a su manera, celebramos la venida del Espíritu Santo. El Espíritu Santo no es propiedad de ninguna iglesia ni de ningún grupo. Es universal. “Donde quiere inspira”. Al comprobar en medio de este mundo confuso y totalmente orientado hacia un materialismo absorbente, los vestigios de religiosidad y fe que encuentra uno en las gentes, lo único que podemos afirmar es que el Espíritu Santo está presente.
Hay situaciones difíciles como, por ejemplo, lo que sucedió con los pescadores jóvenes asesinados en una confusa oscuridad; los deudos y las amistades, gente de los estamentos trabajadores y de escasos recursos entre sí, se consuelan con palabras inspiradas por el Espíritu Santo sin caer en frases huecas y son bien recibidas sin excluir el deseo de que se es haga justicia.
En el Sermón de la Cena, según San Juan, Jesús nos habla del Espíritu Santo refiriéndose a esta Fuerza de Dios como “el que nos enseñará todas las cosas, Juan 14 v. 25 “El Espíritu de la verdad que dará testimonio de El, 15v.26, Se refiere a El, como el Paráclito, es decir, el Consolador en 16, 5-7, Os cumple que me vaya, si no, el Paráclito no vendrá vosotros. El convencerá al mundo cuanto al pecado, cuanto a la justicia y cuanto al juicio. Y nos guiara en el camino de la verdad integral. El Espíritu glorificará a Cristo, porque recibirá de lo de El”.
La liturgia por siglos interpretando el clamor de la cristiandad gime y clama diciendo: Ven, Espíritu Santo y consciente de la vaciedad de vaciedades que vivimos y queremos seguir viviendo, le ruega que llene la faz de la tierra, Reple tuorum corda fidelium; llena los corazones de tus fieles, y que ojalá estemos dispuestos a recibirlo, pues el país entero lo necesita y más los miembros que participan en las prácticas de la Iglesia católica que estamos enmarcados en un plan de la futura Misión local unidas a la Misión Continental como una de las prácticas concretas resultado de la Región de Aparecida.
El Señor dice: !Yo estaré con vosotros todos los días hasta la consumación del mundo (Mt.28,20). ¿Qué significa esto? Los primeros cristianos se hicieron la misma pregunta y llegaron a entender progresivamente cómo ellos iban a mantener viva la visión de Jesús del Reino de Dios. Inspirados por su promesa, los discípulos de Jesús empezaron a movilizarse como tiene que ser entre nosotros.
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