Análisis
Desigualdad que enferma
...la alta carga de alostasis del cuerpo que lucha fútilmente por volver a un estado no estresado, que genera inflamaciones crónicas; el envejecimiento prematuro provocado por el estrés, y el impacto negativo que el mismo genera sobre el funcionamiento del cerebro, promoviendo decisiones impulsivas.
- Juan Jované
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- - Publicado: 19/12/2018 - 12:00 am
La desigualdad como tal tiene efectos negativos significativos en fenómenos como la mortalidad infantil, la obesidad y la esperanza de vida.
Que la pobreza es una de las causas claves para explicar las inadecuadas condiciones de salud de quienes la sufren es, desde hace tiempo, un hecho ampliamente reconocido.
Se trata de un reconocimiento de que esta forma de desigualdad económica extrema se vincula con la falta de acceso al agua potable, la alimentación inadecuada, la carencia de facilidades de atención de salud, así como con los factores ambientales circundantes ligados al saneamiento.
Hoy, sin embargo, la ciencia entiende que la relación entre la desigualdad económica y los problemas de salud va más allá de esto.
Esta es la posición de Robert M. Sapolsky, profesor de Ciencias Biológicas y Neurológicas de la Universidad de Stanford, quien recientemente ha publicado en la prestigiosa revista "Scientific American" (noviembre de 2018) un interesante artículo titulado "The Health – Wealth Gap".
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En este, el autor afirma que los típicos factores – causas antes mencionados como vínculos entre la desigualdad y las carencias sanitarias no alcanzan a explicar, aún en el mejor de los casos, ni siquiera la mitad de las diferencias que pueden observarse en la situación de salud de los segmentos de población que ocupan los diversos gradientes de la cadena de estatus socioeconómico.
De acuerdo con Sapolsky, quien se ha dedicado a la investigación sobre el tema, el factor básico que vincula la carencia de salud con las diferencias socioeconómicas se encuentra es el estrés que provoca la conciencia de las personas de estar en escalones bajos de la pirámide social.
Entre los estudios que cita este autor están las investigaciones de Nancy Adler, de la Universidad de California en San Francisco, y sus colegas, quienes, a su juicio, habrían demostrado científicamente que la forma en que la gente califica la manera en que lo están haciendo en relación con los demás es tan predictiva de la situación de salud o la enfermedad como lo es cualquiera de las medidas objetivas tradicionales, entre las que está el nivel de ingreso real.
Así mismo cita las investigaciones de Kate Pickett, de la Universidad de Nottingham, y Richard Willkinson, de la Universidad de York, que demuestran que la desigualdad como tal tiene efectos negativos significativos en fenómenos como la mortalidad infantil, la obesidad y la esperanza de vida.
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Sapolsky no se queda, sin embargo, en las simples correlaciones.
Completa su argumentación en la parte más extensa de su artículo, dedicada a explicar la vinculación entre los factores de estrés generados por la desigualdad y mal funcionamiento del cuerpo.
Se trata, de acuerdo con el autor, de establecer "justo cómo estos estresantes hacen su sucio trabajo dentro del cuerpo".
Es así que el mismo explora, a nuestro juicio con éxito, tres rutas por las cuales estos fenómenos se vinculan: la alta carga de alostasis del cuerpo que lucha fútilmente por volver a un estado no estresado, que genera inflamaciones crónicas; el envejecimiento prematuro provocado por el estrés, y el impacto negativo que el mismo genera sobre el funcionamiento del cerebro, promoviendo decisiones impulsivas.
En este contexto, la búsqueda de la equidad social aparece como una lucha por la vida.
Economista
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