Boquete
Desarrollando turismo musical
- Jaime Figueroa Navarro
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Ha sido tal el auge de la actividad, Boquete Jazz and Blues Festival, que nuestras tierras altas se han quedado cortas en su capacidad de alojamiento para este muy popular evento. El festival, que se inició como una actividad de 4 horas, ya se ha convertido en un evento de 4 días.
El Boquete Jazz and Blues Festival se celebra desde hace 14 años. Foto EFE.
Hace más de una década, en aquella época de la robusta construcción en la industria de bienes raíces donde se manifestó un voraz cambio en la siembra de edificaciones que transformaron la capital istmeña, de un tranquilo sitio de paso hacia la tercera urbe con mayor número de rascacielos en el continente, timbró mi teléfono un domingo en la mañana con una llamada desde el código de área 603 en Estados Unidos.
¿New Hampshire? Estado ubicado en las alturas de Nueva Inglaterra, sobre Boston, colindando hacia el norte con Quebec, la francófona provincia canadiense, con una baja densidad de habitantes que le hace sumamente atractivo para un singular grupo de pudientes y bien educados norteamericanos. ¿Quién podría estar del otro lado de la línea?
Con un tono en demasía cordial, se introduce cálidamente el Capitán Steve Abdu, como si nuestra amistad fuese de larga vida, amigos tal vez de infancia.
Piloto de carrera en Continental Airlines, este maduro joven, porque la juventud tiñe su alma a pesar de las canas, me anuncia su próximo viaje a Panamá y su interés en la adquisición de una propiedad de playa en la Riviera Pacífica.
Fue así como Steve invierte en una bella casa frente al mar, que se ha multiplicado en valor, donde vive en su retiro, 6 meses al año.
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Desde que saboreamos un jugoso filete Angelo en Parrillada Jimmy's, frente al centro de convenciones Atlapa, Steve y su jovial esposa Bette, hemos desarrollado una relación, como esa amistad de infancia que te permite intimar con compañeros de primaria el resto de la existencia y que me permite refrendar un ojear en la vivencia de los colonos extranjeros, jubilados en Panamá.
Es importante notar que estos no son viejitos que se apagan poco a poco.
Pertenecen a una generación denominada "baby boomers", personas que nacieron entre 1948 y 1960.
Setenta y cinco millones de almas en Norteamérica, que fluyen los domingos de verano a pasear en suntuosas motocicletas Harley Davidson en sudados grupos que portan chaquetas de cuero a pesar del calor de la temporada.
La generación más pudiente de la historia, que recientemente celebró las bodas de oro del festival musical de Woodstock.
En sus tiempos de ocio, Steve interpreta el bajo en la banda de rock de Jim Votaw en las playas del Pacífico.
Es así que me presenta a John Wolff, otro particular amante de la música, quien ha, exitosamente, organizado por 14 años consecutivos el Boquete Jazz and Blues Festival, con sus uñas y múltiples olas en contra.
Ha sido tal el auge de la actividad, que nuestras tierras altas se han quedado cortas en su capacidad de alojamiento para este muy popular evento. El festival, que se inició como una actividad de 4 horas, ya se ha convertido en un evento de 4 días.
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Más importante aún, aproximadamente el 50% de las ventas de boletos se llevan a cabo fuera de Panamá.
Para el festival que se celebra el próximo verano en forma dual, del 13 al 16 de febrero en Boquete y del 20 al 22 de marzo en Buenaventura Golf & Beach Resort, tantea un 70% de ventas de boletos en el exterior.
Este es un glorioso emprendimiento de un gringo enamorado de Panamá, quien goza de una celestial vista desde su finca en las frescas laderas del Cerro Campana, donde los bajareques crepusculares le tiñen de un aire acondicionado natural al aroma de su café matutino.
Este soñador merece un impulso más allá en un emprendimiento de obligado masivo apoyo para el desarrollo del turismo istmeño, porque su beneficio tiñe la economía desde el vendedor de guandú en La Ermita hasta Los Camisones y Quesos Chela.
El horario del festival de playa coincide con las vacaciones primaverales de cientos de miles de estudiantes universitarios en Estados Unidos y bien podría convertirse en un magneto permanente, gozando con una popularidad paralela a la de Fort Lauderdale, en el estado de Florida.
Uniendo esfuerzos, todos los jugadores claves de la industria, le convertirían en una actividad que multiplicaría los alicaídos números del turismo nacional, al retorno de los visitantes a sus ciudades de origen, esbozando nuestra imagen como el oasis que somos y que tan pocos conocen.
¡Manos a la obra!
Líder empresarial.
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