Panamá
Del debate al debacle
Me he visto en la necesidad de suspender mi cuasi-anunciado receso de colaboración en las columnas de opinión, que hice en mi artículo anterior.
- Rodrigo Chiari Álvarez
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- - Actualizado: 05/3/2024 - 12:00 am
Me he visto en la necesidad de suspender mi cuasi-anunciado receso de colaboración en las columnas de opinión, que hice en mi artículo anterior.
Tras tomarme el tiempo de intercalar la sintonía del primero de los debates de candidatos presidenciales 2024, programados por el Tribunal Electoral y el conversatorio que sostuvo el licenciado Mulino con un número de jóvenes interesados en conocer las propuestas de la nómina Realizando Metas-Alianza, no me ha quedado otro remedio que retomar al papel de analista político, que quizás no haga tan bien como los profesores Bernal, Cabrera y Morales, Stoute y Toro.
Trato si, de hacer el esfuerzo. Seria egoísta e irresponsable de mi parte, el dejar de compartir mis puntos de vista con nuestros lectores. Panamá es actualmente una nave a la deriva, una sin rumbo fijo, ni capitán. Lo que pudimos escuchar y ver aquel martes, es poco alentador, más bien aterrador.
Lo que predominó fue la improvisación y la mediocridad. La tónica fue una de desacreditación, insulto e irrespeto. De un candidato a la primera magistratura de la nación, se espera mucho más. Panamá se puede vanagloriar de haber tenido a varias de las mejores mentes en materia política. Hombres y mujeres talentosos, los cuales sabían cómo desarrollar y manejar el discurso y el pensamiento político.
Entre ellos podemos incluir al Dr. Justo Arosemena, a los hermanos Arias Madrid, a Belisario Porras, a Ricardo J. Alfaro, a Carlos Iván Zúñiga, a Clara González de Beringher, a Esther Neira de Calvo, a Gumersinda Páez, a Jorge Rubén Rosas, a los hermanos Arrocha Graell, a Guillermo Ford, a Ricardo Arias Calderón y a Jorge Illueca, entre muchos otros. No todos necesariamente santos de la devoción de algunos, sin embargo, gente con experiencia y formación política. Lo mas importante es que todos llegaron a tener credibilidad en determinado momento de sus gestiones dentro de la palestra nacional.
Durante las elecciones presidenciales, a principios de los 1960s, dos personalidades de la política norteamericana participaron dentro de un debate cuyo resultado probablemente cambio la historia de la humanidad. Me refiero al entonces senador Kennedy y al vicepresidente Nixon. Ambos políticos con antecedentes socioeconómicos totalmente diferente.
Aun si, se lograron distinguir durante su vida pública, sin claro olvidar que ambos eran seres humanos, propensos a cometer errores. A partir de este momento, el debate entre candidatos se convirtió en parte clave, de la estrategia a seguir dentro de una campaña electoral. Lo importante es que quien se pare frente a un micrófono, entienda la importancia que conlleva su mensaje y que esta es la mejor oportunidad para compartir con la audiencia sus propuestas. Obviamente, subjetivamente se busca demostrar quien tiene el mejor manejo de la oratoria y del arte del convencimiento de las masas. No necesariamente se destaca la honestidad del contenido, pero se procura mantener niveles de decencia y respeto.
Nada de eso pudimos observar el pasado martes 26. Si bien es cierto que unos supieron mantener la compostura, también lo es que básicamente se dedicaron al ataque y a justificarse. Muy pocas veces se escucharon respuestas sensatas. La participación general fue pobre. Un diario de la localidad público un análisis hecho por seis expertos y la evaluación promedio, yo la interpreto como que fuimos testigos de un espectáculo mediático en busca de ratings. Quizás se obtuvo la atención del radioescucha y los televidentes, pero también se creó una gran decepción y la interrogante de, "¿esta nuestro futuro en manos de uno de estos?".
No me motiva el descalificar, ya que los propios candidatos me evitaron el trabajo de hacerlo, pero si me ocasiona tener que alertar a la ciudadanía a lo que nos enfrentamos.
Evaluemos: ¿cuál de los candidatos presento una sola propuesta que potencialmente mejore la calidad de vida del panameño, sin haber desaprovechado la oportunidad para descalificar a uno de sus adversarios? Te ahorro tu tiempo: ninguno. Se desarrollo la técnica de comparar negativamente a otro de los presentes, sin dentro del proceso aportar a cambio algo de valor.
La personificación de figuras conocidas, para hacerse ver como superhéroe, también prevaleció. Como rezaba la canción de Tina Turner, "no requerimos de otro héroe...". Los ciudadanos necesitamos escuchar soluciones. Queremos oír planes concretos, pero realizables y simples. No deseamos que se incremente la deuda pública externa, para crear paliativos de corte populistas. ¿Realmente alguno piensa hacer recortes al presupuesto de la nación o dejar de comprometer la economía otorgando concesiones a los amigos o donantes, que finalmente encarezcan un servicio que malamente recibimos? ¿Cuántos en verdad tienen idea como se puede llegar a salvar la Caja del Seguro Social? Quien, entre los candidatos, ¿conoce la manera de asegurar el suministro de agua potable a toda la población? Alguno tiene idea de cómo generar empleos, sin prometer la atracción de inversiones, ¿desconociendo que se acaba de cerrar una mina o la creación de medio millón de plazas de trabajo? ¿Cuál de los seudo- candidatos piensa regresar al rincón del país en que habita una mayoría indígena y donde ofreció el cielo y la tierra, no sin antes repartir abrazos y besos para luego usar desinfectante?
Y siguen participando dentro de foros excluyentes en que se debate acerca de la actividad marítima, el desarrollo de la economía, la protección del medio ambiente y el turismo. Todos mienten descaradamente. Lo seguirán haciendo sin pudor, ya que se han tomado en serio que esa debe ser la conducta de un político. Carecen del conocimiento y la experiencia, sobre todo, de buenas intenciones. Todos buscan ganar con un porcentaje mínimo de votos desconociendo que existe algo como lo es la voluntad popular. El actual gobierno ha demostrado el riesgo de no contar con el apoyo incondicional de una asamblea legislativa.
Y en verdad, en Panamá aún existen hombres y mujeres con cualidades administrativas, personas no comprometidas, quienes podrían colaborar a salvar el país. Pero o son cobardes o egoístas. No transan sus vidas cómodas por el futuro de la nación. Entre ellos, existen quienes si cuentan con la energía y moral para criticar a los demás. Eso es fácil. Lo podemos hacer con los ojos cerrados, pero a que precio. Compatriotas, este el momento de reflexionar. Es el turno de decidir el país que deseamos. No nos quedemos de brazos cruzados. No sigamos eligiendo a mas de lo mismo. No patrocinemos el "que hay pa'mi" y el juega vivo. Sin embargo, no sacrifiquemos a este bello istmo, experimentando con lobos cubiertos en piel de oveja.
Tampoco es que estamos para Fujimoris. La desesperación es mala consejera. Los falsos profetas no deben tener cabida entre nosotros. Aprendan a leer entrelineas.
Tratare de seguir colaborando con esta columna, mientras exista. A miles de kilómetros sigo queriendo a mi país y deseo lo mejor para el mismo y para sus habitantes. Tenemos realmente una tacita de oro. No permítannos que los del debate, ni nadie, ¡la lleven a la debacle!
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