Degustando turismo
Solamente París es París y goza de es inmenso atractivo que, a pesar de decenas de pasadas estancias, invitan a la vista y golosear su arquitectura única, donde se valora lo antiguo, lo esotérico y romántico de sus avenidas y edificaciones.
- Jaime Figueroa Navarro
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- - Publicado: 15/9/2018 - 12:00 am
A raíz de la celebración del medio siglo de mi media naranja, mi amante, mi compañera y esposa Mayín, hace más de un año estructuré, analicé y le di forma a una aventura, un viaje conmemorativo que permee por siempre en el recuerdo. Algo así como "el viaje que soñé de quinceañera, pero estructurado con detalles que le dan colorido al lienzo de la vida.
¿Dónde iniciar tal epopeya? Pues en París, la capital del amor, un verdadero centro turístico, destino número 1 en el mundo con casi 100 millones de visitantes anuales. Una cosa es ir a París en una excursión de las típicas "viaje ahora y pague después" y otra muy distinta y más deliciosa se convierte el intimar la capital francesa alejado de los centros turísticos hablando su idioma y optimizando el tris de 48 horas.
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A los parisinos, ya acostumbrados al ritmo vertiginoso de visitantes, en su mayoría gringos y últimamente chinos, se desboca. Exhalan, palpitan cuando uno se dirige a ellos en su lengua, aunque sea balbuceando horrores, porque aprecian el esfuerzo del ciudadano de cualquier origen en comunicarse en su lengua, algo diferente al 'ugly american', que espera y demanda ser atendido en inglés.
Fuera de ello, el cuadro de los integrantes en la fórmula de su exitoso turismo es formado en su mayoría por inmigrantes de recién ingreso, porque los galos tradicionales están dedicados a otros menesteres. Hay que recordar que Francia es, en esencia, un país agrícola donde todo parece que lo hacen bien porque le añaden mucho cariño, detalles a lo que fraguan.
Se inicia nuestra aventura en Tocumen, donde palpamos desde su génesis, la calidad de los servicios de Air France en una travesía un tris sobre las 10 horas, hasta el arribo al aeropuerto Charle de Gaulle. La diferencia en el servicio nace de un toque de familiaridad, sin rayar en la intimidad, por parte del personal de cabina, que hace el tiempo volar, acentuándose por la rica variedad de alimentos y, ¡voila, postre! Porque ya las otras aerolíneas le eliminaron para el ahorro de costos.
Ya en tierra, se nota el traslado al museo del amor. Solamente París es París y goza de es inmenso atractivo que, a pesar de decenas de pasadas estancias, invitan a la vista y golosear su arquitectura única, donde se valora lo antiguo, lo esotérico y romántico de sus avenidas y edificaciones. El parisino es un artista cautivado por la creatividad de sus ancestros, tratando de renovarse sin destruir su valor patrimonial.
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El servicio en nuestra estancia seleccionada, el Hotel Augustin, a una cuadra del Boulevard Housmann. Muy cercano al Arco del Triunfo y a los Campos Elíseos, la avenida más ancha del mundo, es como el ballet del Baile de los Cisnes, una dulce recepcionista polaca de refulgentes ojos verdes que resulta un sabelotodo y que al enterarse de la razón de nuestra travesía, sin decir nada nos otorga una habitación de mayor lujo, y un mozo cubano, Ariel, quien desborda amabilidad mientras bailotea un chachachá de mesa con una inigualable sonrisa Colgate.
Todo lo demás es ¡Oh la la! La exquisitez de los alimentos, el garbo su moda, evidente en las calles y avenidas. Hasta los perros son elegantes! Ni hablar del fenomenal espectáculo del cabaret Moulin Rouge, nos hace olvidar, refrescar el alma, alejados de la basura e ingratitud de lo nuestro. Tanto que aprender... París es una escuela y un encanto irresistible que el tiempo no ha logrado apagar.
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