Cartas desde el frente europeo
De ciegos y parásitos
Miente y no para de mentir porque sabe que una mentira repetida mil veces se metamorfosea en una verdad.
Cartas desde el frente europeo
Miente y no para de mentir porque sabe que una mentira repetida mil veces se metamorfosea en una verdad.
Los animales que viven en una eterna oscuridad, ya sea por haberse quedado encerrados en una cueva durante milenios o por haber encontrado una manera de sobrevivir en el subsuelo, evolucionan tanto que llegan a perder la visión, ya que esta no les sirve de nada. Compensan la pérdida de este sentido agudizando los demás. Estos seres terminan muy diferenciados de sus contrapartes del exterior, aquellos a los que la penumbra solo les toca de noche. En ciertas ocasiones, las criaturas son tan distintas que es complicado encontrar parentesco alguno entre ellas.
Este caso de evolución por el ambiente puede ser extrapolado a la situación que estamos viviendo actualmente. Aquí nos encontramos a un grupo que lleva tanto tiempo con los ojos cerrados que han perdido la visión y se les es imposible distinguir lo real de lo ficticio, la verdad de la mentira. A cambio han conseguido una fuerza sobrehumana, son capaces de acabar con cualquiera que les pase por enfrente. Pero como invidentes voluntarios, lanzan golpes al aire buscando su objetivo. Esta discapacidad ha sido aprovechada por un grupo de parásitos que han logrado colarse en las orejas de estos seres para dirigir los golpes.
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Esta relación simbiótica ha aprendido a trabajar de manera eficiente para llevar a cabo sus planes. Se educaron a base de prueba y error. Buscando los límites y la fuerza que se necesita para acabar con sus presas. Han convertido su peculiar relación en una máquina bien aceitada y funcional. Al ser una relación mutualista consiguen sus objetivos trabajando juntos. El organismo ciego adquiere un falso sentimiento de éxito al poder asestar sus golpes contra algo y el bicho se mantiene con vida, resistiendo gracias al mastodonte con el que convive, y, además, logra eliminar a todo aquel que le rete.
La sabandija sabe muy bien cómo endulzar sus palabras para hacer que el corpulento animal realice las acciones con gusto. Sabe mantener a raya el pensamiento y el criterio propio de su voluminoso posadero y demonizar todas aquellas ideas que vayan en contra de lo que él dice. Viaja grandes distancias hasta encontrar un lugar idóneo para asentar su macabra fábrica evolutiva. Utiliza de manera precisa los medios de los que dispone para sus cruzadas egoístas. Se adapta al ambiente y sabe qué hacer para conseguir huéspedes y que estos se sientan cómodos siendo la vasija que porte a tan funesta criatura.
Las presas de este simbionte somos todos nosotros. Los que hemos vivido fuera de la cueva. Los que no hemos querido quedarnos ciegos. Los que nos vemos influenciados por todo lo que pasa a nuestro alrededor. Somos nosotros sus presas porque afectamos la supervivencia de este extraño animal. Nosotros somos el objetivo porque podemos diferenciar la realidad y tenemos la capacidad de ver el abanico de colores y crear nuestra realidad a partir de esto.
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Por desgracia han logrado colarse en nuestras casas. Están en todos lados. Tratando de buscar nuevas presas. Este residente indeseado se ha transformado en un profesional en el arte del reclutamiento de nuevas viviendas para los de su especie. Conoce la mentira y trabaja con ella. Miente y no para de mentir porque sabe que una mentira repetida mil veces se metamorfosea en una verdad.
Nuestro trabajo, como sociedad justa e inteligente, es combatir a estos monstruos. Desafiar su falsedad con hechos y palabras. No dejarles entrar. Llevarlos al terreno de lo legítimo y acabar con ellos ahí. Es nuestro deber no dejarnos ganar, rescatar a los que no pueden ver, enseñarles el verdadero camino y no dejar que los parásitos se mantengan en el control.
Estudiante panameño en España.
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