¡Cuánto daño hace una verdad a medias!
Rehúso aceptar que nuestros jóvenes sean los responsables del sostenimiento de la actual pandemia, porque he sido testigo de cómo mis estudiantes están concentrados en sus estudios, y, a pesar de eso, uno de ellos tiene la COVID-19.
- Sebastián Vásquez Bonilla
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- - Publicado: 31/12/2020 - 12:00 am
Nuestro pueblo se está contagiando cuando va a trabajar, no porque va a fiestar, y prueba de ello es el hecho de que el rebrote se ha dado, principalmente, en Panamá Oeste, donde está la fuerza laboral de la capital. Foto EFE.
Muchas han sido las quejas por la falta de insumos, espacio físico y personal médico para atender a los afectados por la COVID-19 y no pienso sumarme a ellas.
En esta ocasión, no me voy a referir a las cosas que se han hecho (o las que no se han hecho), sino a las cosas que se han dicho, que en muchas ocasiones son verdades a medias o mal intencionadas; producto, posiblemente, de un mecanismo de defensa del actual gobierno para hacerle frente a las críticas.
Se ha armado una maquinaria publicitaria para hacerle ver al panameño que los únicos responsables del rebrote del virus que nos afecta es el mismo pueblo, donde se aprovechan de las fiestas que han organizado algunos irresponsables que piensan: "qué carajo, si de algo me voy a morir". Yo no como de ese cuento y espero sustentarlo aquí.
Se quiere hacer ver que la juventud anda en parrandas y que por ello estamos en la situación en que nos encontramos. Esa reciente cuña televisiva, donde una madre le pregunta al hijo si ha estado en fiestas, porque no sabe quién le transmitió el virus a su abuela, es una muestra de esa canallada que se le está haciendo a nuestra juventud. La estigmatización es una forma de discriminación.
Rehúso aceptar que nuestros jóvenes sean los responsables del sostenimiento de la actual pandemia, porque he sido testigo de cómo mis estudiantes están concentrados en sus estudios, y, a pesar de eso, uno de ellos tiene la COVID-19.
Mucho me dolería si cuando ese estudiante fuese a atenderse a un centro médico, lo vean como un parrandero. Igual diría sobre una de mis sobrinas, quien más probablemente adquirió el virus en la iglesia que en una fiesta.
¡Basta de engaños! Nuestro pueblo se está contagiando cuando va a trabajar, no porque va a fiestar, y prueba de ello es el hecho de que el rebrote se ha dado, principalmente, en Panamá Oeste, donde está la fuerza laboral de la capital. Todavía recuerdo cuando a La Chorrera se le llamaba la Ciudad Dormitorio, término al que se han sumado Arraiján y Capira.
¿Acaso se pretenderá decir que en Panamá Oeste están los más parranderos del país? Vivo en La Chorrera y recuerdo cuando en algunos de esos domingos callados arrancaba algunas de las máquinas que poseo (motosierra, desmalezadora, generador eléctrico, etc.), solo para romper ese silencio sepulcral del área donde resido.
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Me acuerdo cuando antes se decía que la mascarilla no era absolutamente necesaria, porque el virus es muy grande para transportarse en el aire. Ahora se pretende decir que el rebrote es porque hay quienes no usan la mascarilla. También nos quieren hacer comprar esas pantallas faciales, como si constantemente nos estuvieran escupiendo la cara. ¿Qué será lo próximo? ¿Un casco?
Soy de la opinión que ese excesivo énfasis en la mascarilla y pantalla facial podría crear un falso sentido de seguridad y provocar un descuido en lo que considero más importante, el distanciamiento social y el lavado de las manos.
Si el gobierno quiere que todos usemos la mascarilla, porque algunos podríamos ser asintomáticos y así contaminar el medio por donde transitamos, lo acepto; pero que no se insista en que la mascarilla es lo más importante, cuando podríamos llevar el virus en las manos.
Me acuerdo cuando en una ocasión, en uno de esos cercos sanitarios, una funcionaria de salud me cuestionó fuertemente porque yo no tenía puesta la mascarilla estando encerrado en mi carro y sin acompañantes. En ese momento, preferí aguantarme el regaño. Para mí era claro que la funcionaria simplemente necesitaba desbordar su frustración sobre mi persona, ya sea por incapacidad o impotencia.
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La expresión de su rostro me hizo pensar que hasta ella se creía el cuento de que me podía contagiar solo en mi carro. O, tal vez, me quería encarar una mala conducta, en caso de que más adelante fuese contagiado.
Tampoco olvido que se ha ignorado el hecho de que Panamá ha estado entre los países con mayor número de contagiados per cápita, pero sí se enfatiza que tenemos un bajo índice de mortalidad, cuando ese bajo índice podría ser porque este crisol de razas es genéticamente más resistente al virus. El próximo verano, probablemente tendremos una baja en los contagios, pero seguramente ellos se atribuirán el crédito.
En verdad, todo esto se inició con el pie izquierdo, desde el momento en que pretendieron meter a esos estudiantes provenientes de China en una escuela y cuando mandaron para sus casas a los primeros contagiados, cuando se les debió aislar.
De todo esto, yo solo espero que resurja una "nueva actitud política", y que aquel que piensa que todos los días sale a trabajar por igual, independientemente del gobierno que sea, que entienda que el gobierno que esté de turno podría ser el causante de su muerte.
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Químico industrial. Docente en la Universidad de Panamá.
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