Riesgos
Cronista de sangre
- Miguel Ángel Sánchez Ávila
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No existe un protocolo de seguridad que establezca parámetros que ayuden al periodista a blindarse contra las amenazas de los familiares de los muertos o de los supuestos narcotraficantes señalados en una pesquisa.
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Lo más alarmante es lo vulnerable que están los periodistas dedicados a la crónica roja, cuando realizan su trabajo en el campo de acción. Foto: AP.
En el periodismo no es difícil encontrar un profesional que sienta empatía extrema por la crónica roja.
Más aún, cuando su trabajo está relacionado con la investigación de muertes por suicidio, ejecuciones y homicidios; donde en la mayoría de los casos, también están involucrados el narcotráfico y las trifulcas barriales entre pandillas y sicarios.
Este aterrador escenario es el campo de acción del relator de la crónica roja.
Este periodista, además de manejar buenas fuentes informativas, también debe saber desarrollar su trabajo, no solo en la redacción y estructura descriptiva de la noticia; sino también, en el desempeño profesional de la escena donde se produce el suceso.
Para un periodista dedicado a la crónica roja es muy importante que la opinión pública defina su estilo.
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Es decir, este periodista no debe desviar la realización de su noticia y caer en el sensacionalismo o amarillismo.
Su trabajo debe ser única y exclusivamente describir y narrar los sucesos de los acontecimientos donde la acción judicial está involucrada.
En este género periodístico, las autoridades judiciales se convierten en su principal fuente de información, por considerársele proveedor oficial de datos para la investigación.
Afortunadamente, la mayor parte de la población panameña consume este tipo de noticias.
Este fenómeno social provoca que los medios de comunicación, en su mayoría los periódicos de circulación nacional, estén forzados a publicar crónica roja.
Es evidente que este estilo noticioso ha contribuido a mejorar la economía de esos medios de comunicación social.
Sin embargo, la retribución económica para el periodista que investiga, escribe y publica la crónica es ínfima; más aún cuando su relación con el medio es como "freelance".
Muchas veces el periodista gasta más dinero en logística para cubrir el hecho que lo que gana por la publicación.
La compleja realidad social que vive nuestro país es preocupante.
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Sin embargo, es responsabilidad de los medios de comunicación divulgar los sucesos.
No obstante, lo más alarmante es lo vulnerable que están los periodistas dedicados a la crónica roja, cuando realizan su trabajo en el campo de acción.
No existe un protocolo de seguridad que establezca parámetros que ayuden al periodista a blindarse contra las amenazas de los familiares de los muertos o de los supuestos narcotraficantes señalados en una pesquisa.
Por otro lado, la realidad del periodista en su faena por publicar la información es más preocupante.
Existe el periodista arriesgado y empático con la muerte y la tragedia.
Este periodista es el cronista de sangre.
Aquel ser humano que tiene esposa, hijos y padres.
Sin embargo, su principal objetivo es cumplir con su obligación de cubrir la noticia y enviarla a la sala de redacción.
Muchas veces tiene que caminar bajo el sol o la lluvia, por montañas y largos caminos para registrar gráficamente la escena del crimen o, simplemente, captar el arresto de un narcotraficante, sin importar lo que le pueda suceder después.
Buscar la información en los barrios considerados zonas rojas es una situación normal para el cronista de sangre.
A sabiendas de que el periodismo no le llenará los bolsillos de dinero, este periodista siente emoción por la muerte.
No importa la hora y el lugar, las desdichas le apasionan.
Muchas veces llega a la escena antes que las autoridades judiciales y son reprendidos, ya que muchas veces, según el fiscal, han contaminado la escena.
Cuando esto ocurre, este cronista disfruta mejor su trabajo.
Este intrépido pero arriesgado periodista lleva su trabajo en la sangre.
Considerando este afligido contexto, debo reconocer que en el desarrollo de los géneros periodísticos en Panamá, el menos contaminado por la subjetividad es la crónica roja.
Periodista
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