Delincuencia
¡Corre Poncho!, gritó Calitín
- Bernardina Moore
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...acompañaron a Beto a llevar el dinero quedándose a una distancia prudente pero uno los vio y gritó: ¡trajo policías! Y Beto, entregándoles el dinero les dijo: no son policías, son mis tíos ¿Tíos? Gritó otro, y pistola en mano empezó a disparar. Calitín gritó: ¡corre Poncho...!
Me sentía muy mal con alergia (sinusitis), no quería recostarme porque hacía mucho calor; no obstante, opté por hacerlo.
Nada más poner la cabeza en la almohada y cerrar los ojos, la imagen de dos hombres de mediana edad pasaron corriendo y se detuvieron junto a mí y se congeló la imagen.
Me incorporé y me dije: ¿qué es esto ahora? ¿qué le pasará a estos dos?
Así como me siento ahora no estoy para escribir nada y me volví a acostar, pero la imagen no se borraba como ocurre siempre, hasta que no escriba no se va.
Decidí descansar un poco y más tarde con todo y la estornudadera les comparto lo que recibí en la inspiración.
Estos dos señores apodados, Poncho y Calitín, eran hermanos, vivían juntos, no es relevante saber por qué no tenían pareja o esposa.
Estaban criando a un sobrino de unos 17 años de nombre Alberto a quien llamaban Beto.
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El jovencito no era muy bendito y siempre los ponía en corredera por diferentes motivos, los profesores siempre se quejaban por su comportamiento.
Lo pusieron en una Academia de Karate no dio bola, en béisbol, tampoco, fútbol tampoco.
Ya no sabían qué hacer con el muchacho y cometieron el grave error de regalarle un Smartphone para su cumpleaños con la esperanza de que cambiara de conducta, viendo el sacrificio que hacían por él.
Con ese regalito empezaron los mayores problemas para Poncho y Calitín.
Jubilados los dos llevaban una vida tranquila, tenían un negocio juntos de una modesta panadería y dulcería, una señora hacía los quehaceres de la casa, cocinaba y se iba en la tarde.
Ese fue el panorama que inspirada recibí.
Una noche estaban en el porche jugando, como lo hacían con frecuencia, ajedrez cuando vieron llegar a Beto con un paquete rumbo a su cuarto después de decir buenas noches.
Calitín, que era más malicioso que Poncho, mayor que él, dijo: ahorita vuelvo.
Y se fue en busca del muchacho, tocó la puerta de la habitación, escuchó un: ¡voooy! que tardó unos minutos; al fin, Beto abrió, pero franqueó el paso al tío que le preguntó: ¿qué traías en esa bolsa?
Beto, hecho el inocente, le contestó: nada en especial, algo que me dieron a guardar. ¿a guardar? ¿aquí?
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¿Y desde cuándo aquí se guardan “cosas” sin que Poncho y yo sepamos nada?
Ay tío, no se ponga pesado, que son unos guantes de boxeo de un amigo mío que no quiere que sus papás sepan que practica ese deporte.
Que sea la primera y última vez que traigas cosas a guardar aquí, ¿me captaste?
Está bien, ya entendí, dijo molesto el chico.
Como a eso de media noche, alguien silbó y Beto bajó y le entregó el paquete.
Poncho y Calitín, atraídos por el silbido, se habían asomado a la ventana y vieron todo el movimiento.
Calitín comentó: aquí está pasando algo extraño y a mí no me van a agarrar desprevenido, como tú te la pasas tomando agua de masa estás que no sabes ni cuando empieza y termina el día.
Poncho, defendiéndose, respondió: eso te crees tú.
Al día siguiente, mientras desayunaban, Calitín le dijo a Poncho: tenemos que ponernos las pilas y averiguar en qué anda este muchacho, no sea que un día nos sorprendan y nosotros ignorantes de todo.
Tienes razón hermano, vamos a vigilar sus andanzas.
Los días fueron pasando y los hermanos chequeaban, como podían, cada movimiento del sobrino. Una madrugada otro silbido y Beto bajó sigiloso a hablar con alguien que estaba molesto y hablaba en tono amenazante, todo esto era observado por Poncho y Calitín.
Esa mañana, Beto dijo a sus tíos: viejos, necesito dinero para algo que me pidieron en la “U” , y como cuánto necesitas, preguntó Calitín.
Como unos $75.00. ¿Tanto?
Si tío, usted sabe cómo joden esos profesores pidiendo vainas, que si un libro, unas copias, un trabajo, en fin, así son las cosas tíos.
Está bien, está bien, te lo vamos a dar, pero queremos ver los frutos de tus esfuerzos.
Esa noche no hubo silbido sino gritos: ¡oye Beto, o resuelves o nosotros resolvemos!
Bajó corriendo a enfrentarlos por el escándalo que hacían y nervioso y molesto les dijo que no volvieran a buscarlo a su casa.
Cuando subió a su cuarto los dos tíos lo esperaban con los brazos cruzados, esperando respuestas.
Habla de una vez, le dijo Poncho.
No es lo que ustedes se piensan.
Lo que pasa es que me dieron un paquete para llevarlo a una dirección y me iba a ganar unos dólares, les aseguro que no sabía que era droga; me asaltaron y me robaron el paquete y ellos creen que yo me lo volé y me lo están cobrando y si no lo pago, soy hombre muerto.
Aquí hay gato encerrado, dijo Calitín, ese cuento está muy raro.
Tú tienes que estar involucrado con alguna pandilla de esas.
¿Dónde está el Smartphone que te compramos?
Me lo robaron una noche cuando salía de la Universidad, no les dije nada porque sabía que se molestarían.
Calitín agarró a Poncho por un brazo y le dijo: vamos a dormir que es tarde, mañana resolvemos esto.
Cuando estuvieron solos, Calitín dijo: tenemos que meter a este muchacho a una correccional o algo así porque está situación se nos sale de las manos.
Poncho, más calmado, dijo: qué diría nuestra hermana de estar viva y ver cómo abandonamos a su hijo, su única familia somos nosotros, allá nadie lo va querer ni lo va a aconsejar y va aprender otras cosas no muy buenas, mejor tratemos de sacarlo de ese hueco delictivo donde ha caído y hagamos de él un hombre útil a la sociedad.
Vamos a acompañarlo a pagar lo que le piden y dar por terminada esa relación con esos pandilleros que son de armas tomar.
Al día siguiente acompañaron a Beto a llevar el dinero, quedándose a una distancia prudente, pero uno los vio y gritó: ¡trajo policías!
Y Beto, entregándoles el dinero les dijo: no son policías, son mis tíos ¿Tíos? Gritó otro, y pistola en mano empezó a disparar.
Calitín gritó: ¡corre Poncho!, como los vi en la imagen donde me miraron asustados porque una bala alcanzó a Beto en la pierna.
Después, la policía desarticuló la banda.
Y Beto ayuda a sus tíos en la Panadería de día y estudia en la noche.
Todavía estaba con la alergia al terminar de escribir.
Escritora.
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