Continúa la carrera armamentista
Publicado 2000/07/24 23:00:00
Quienes pensaron que la caída del Muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría, con el desmembramiento de la Unión Soviética y el encumbramiento de Estados Unidos como única superpotencia mundial conllevaría el fin de la costosa carrera armamentista, se equivocaron. El nuevo siglo marca el inicio de una nueva competencia de armas sofisticadas y, en particular de cohetes y anticohetes, que tiene como protagonistas a Rusia y Estados Unidos; y unos escalones más abajo, a Korea y China. Excluimos del listado a naciones muy avanzadas como Francia, que tienen su propio programa defensivo, pero sin ánimo de competir con nadie.
El fin de semana pasado, Estados Unidos interceptó con pleno éxito un proyectil balístico de corto alcance, que hacía las veces de un "Scud" chino, en un campo de pruebas en Nuevo México, empleando una versión mejorada de un anticohete "Patriot", que fuera probado con mediano éxito para la defensa de Israel en la Guerra del Golfo.
Cuando casi se firmaba la rendición de Irak en aquel conflicto, un "Scud" lanzado como último ataque fue interceptado a medias por un "Patriot", con tan mala suerte que la mitad dio de lleno en un cuartel repleto de tropas norteamericanas, causando casi un centenar de bajas con decenas de muertos. Desde entonces, se redoblaron los esfuerzos para perfeccionarlo.
El "Patriot", sin embargo, es un interceptor de corta distancia, sin mayor efectividad frente a un cohete intercontinental dotado de cabeza atómica, que requiere ser destruido desde mucho antes que se acerque al objetivo. Con este propósito, Estados Unidos desarrolla una nueva generación de interceptores que, emplazados en alta mar, sobre buques de guerra, sean capaces de crear un "escudo antimisiles" especial para cohetes de largo y medio alcance. Hace unos meses probó exitosamente uno de esos nuevos cohetes interceptores, sin embargo, otra prueba de hace dos semanas fracasó estrepitosamente, cuando el antimisil no pudo destruir un cohete de ataque simulado lanzado desde Hawai hacia Estados Unidos.
Los líderes de Rusia, China y Korea del Norte, se han unido para pedir a Estados Unidos que cese en desarrollar el "escudo antimisiles". Los expertos rusos insisten en que, además de costoso, el mismo es técnicamente imposible. Pero Norteamérica sigue adelante con el proyecto. Ante la insistencia estadounidense, Rusia sugirió colaborar con el proyecto, con tal que el escudo sirviera para proteger también a Europa y a la propia Rusia, lo cual naturalmente, fue rechazado por Estados Unidos.
Quizá en respuesta, Rusia acaba de anunciar que está probando una nueva generación de misil balístico de ataque, denominado "Tópol-M", el cual ha descrito como "el arma del siglo XXI", capaz de atravesar cualquier escudo defensivo imaginable. Su primera prueba, prevista para el 21 de julio pasado, fue aplazada por razones de política interna. Rusia adeuda a sus acreedores $41 mil millones de dólares, que pretendió sin éxito que el G-7 le condonara en Okinawa, Japón. En semejante estado de pauperidad, ¿qué hace empeñando sus magros recursos en armas? Y del otro lado, ¿qué hace Estados Unidos derrochando su riqueza con el mismo propósito en un mundo ahogado por tanta pobreza, hambre y enfermedades?
El fin de semana pasado, Estados Unidos interceptó con pleno éxito un proyectil balístico de corto alcance, que hacía las veces de un "Scud" chino, en un campo de pruebas en Nuevo México, empleando una versión mejorada de un anticohete "Patriot", que fuera probado con mediano éxito para la defensa de Israel en la Guerra del Golfo.
Cuando casi se firmaba la rendición de Irak en aquel conflicto, un "Scud" lanzado como último ataque fue interceptado a medias por un "Patriot", con tan mala suerte que la mitad dio de lleno en un cuartel repleto de tropas norteamericanas, causando casi un centenar de bajas con decenas de muertos. Desde entonces, se redoblaron los esfuerzos para perfeccionarlo.
El "Patriot", sin embargo, es un interceptor de corta distancia, sin mayor efectividad frente a un cohete intercontinental dotado de cabeza atómica, que requiere ser destruido desde mucho antes que se acerque al objetivo. Con este propósito, Estados Unidos desarrolla una nueva generación de interceptores que, emplazados en alta mar, sobre buques de guerra, sean capaces de crear un "escudo antimisiles" especial para cohetes de largo y medio alcance. Hace unos meses probó exitosamente uno de esos nuevos cohetes interceptores, sin embargo, otra prueba de hace dos semanas fracasó estrepitosamente, cuando el antimisil no pudo destruir un cohete de ataque simulado lanzado desde Hawai hacia Estados Unidos.
Los líderes de Rusia, China y Korea del Norte, se han unido para pedir a Estados Unidos que cese en desarrollar el "escudo antimisiles". Los expertos rusos insisten en que, además de costoso, el mismo es técnicamente imposible. Pero Norteamérica sigue adelante con el proyecto. Ante la insistencia estadounidense, Rusia sugirió colaborar con el proyecto, con tal que el escudo sirviera para proteger también a Europa y a la propia Rusia, lo cual naturalmente, fue rechazado por Estados Unidos.
Quizá en respuesta, Rusia acaba de anunciar que está probando una nueva generación de misil balístico de ataque, denominado "Tópol-M", el cual ha descrito como "el arma del siglo XXI", capaz de atravesar cualquier escudo defensivo imaginable. Su primera prueba, prevista para el 21 de julio pasado, fue aplazada por razones de política interna. Rusia adeuda a sus acreedores $41 mil millones de dólares, que pretendió sin éxito que el G-7 le condonara en Okinawa, Japón. En semejante estado de pauperidad, ¿qué hace empeñando sus magros recursos en armas? Y del otro lado, ¿qué hace Estados Unidos derrochando su riqueza con el mismo propósito en un mundo ahogado por tanta pobreza, hambre y enfermedades?
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