Consenso de Washington y neoliberalismo
Publicado 2003/03/24 00:00:00
- Elena Váldés
En 1990 hubo una reunión de economistas, políticos, intelectuales, funcionarios y organizaciones regionales de toda América; fue como un festival, llamado el "Consenso de Washington". Se le bautizó así porque los neoliberales encontraron la oportunidad de adueñarse del foro, con cuyos resultados, nos regresaron a todos los países latinoamericanos al sitio del cual veníamos, del subdesarrollo. Fue a raíz de éste que se decide, con la venia de los grandes países, la aplicación de una cruel y desalmada política de apertura, la llamada globalización.
Neoliberalismo puro, nefasta iniciativa política e intelectual, y aunque el nombre pareciera extraído de lo más profundo de la antigua Europa comunista, es "made in USA".
He estado insistiendo mucho en lo dañinas que han sido las políticas neoliberales para Panamá. Sin embargo, ahora como para darnos el tiro de gracia, nos llevan a pasos forzados al ingreso de la renombrada "Zona de Libre Comercio de las Américas -ALCA", en donde será consumado el gran holocausto de los países pequeños en beneficio de los grandes.
Soy un convencido de que sólo por medio del crecimiento de los sectores industrial y agropecuario, pilares básicos para un desarrollo económico sano y sostenible, seremos capaces de aportar la gran mayoría de los puestos de empleo necesarios.
No obstante, veo cómo el Gobierno Nacional enrumba su "seudo política de comercio exterior" hacia las negociaciones del ALCA sin una ley de fomento industrial, y cuando tampoco hemos hecho avances importantes en los tratados de libre comercio con Centroamérica y México. No parece lógico que se le solicite a los sectores productivos sus posiciones frente a los países de la América, cuando no sabemos con certeza dónde vamos a estar mañana como empresarios o como desempleados.
Es preocupante que los llamados "free traders" empujen en esa dirección, cuando vemos una tendencia a revertir tales iniciativas en muchos países por los contraproducentes resultados que ha producido la fórmula neoliberal.
Es tal el grado de agresión que sufre Panamá de parte del poderoso "Consenso de Washington", que Colombia ya nos exporta sus problemas y nos califica ahora en la Lista Negra de Paraísos Fiscales; México nos mantiene en ella, pero sus mega-constructoras insisten en solicitar créditos a la banca local y su gobierno impulsa el Plan Puebla-Panamá. Este "Consenso de Washington" nos presiona por una nueva legislación de sociedades anónimas, cercena los mercados tradicionales de la Zona Libre, vitorea la reforma tributaria, impone aún más la apertura en el mercado de capitales y atenta contra nuestro Centro Bancario. Todo esto ante el silencio de las centrales obreras, algunos grandes gremios empresariales y reconocidos "think tanks" locales.
Ese "Conciliábulo Neoliberal de 1990" ha demostrado que la economía de mercado no ha bajado los precios de los productos, ni mucho menos ha abaratado la vida; la disciplina fiscal que promulga es un desvarío, no se ha disminuido la deuda externa, no hay incentivos para la inversión, hay exceso de gastos públicos orientados a lo social, se patrocina por medio de leyes subjetivas el abuso de las empresas privatizadas, hay un aumento sostenido del desempleo y una agigantada brecha entre pobres y ricos.
Todo esto sin hablar de corrupción, transparencia y derechos humanos, temas que son también importantes y que tendrán que, junto a los anteriores, tenerse en cuenta en los planes de gobierno de los aspirantes a la presidencia en los países americanos y, muy en especial, para Panamá. Las viejas recetas del proteccionismo, del endeudamiento, de las regulaciones, subsidios, instalación de gobiernos populistas, de centro-izquierda y hasta radicalizados, debilitamiento de las monedas locales, elementos que ponen en la mente de algunos que añoran los gobiernos totalitarios y que no son tampoco la solución.
Toca, pues, como si fuéramos alquimistas medievales, hacer una pócima, agregando lentamente los reactivos: un poco de cada elemento positivo que nos brinda cada modelo de desarrollo, ya sea el keynesiano o el neoliberal. La CEPAL, el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional. No dudo que entre éstos la solución podrá encontrarse y consensuarse, pero sólo si llevamos por delante la capacidad de reconocer nuestras fortalezas y debilidades; y del análisis de éstas, plasmar los resultados en un plan nacional de desarrollo que nos proyecte en un crecimiento sostenido y equitativo, con todos y cada uno de los panameños, empujando la carreta en una misma dirección y que aquel "Consenso de Washington" quede en el olvido, como parte de los resabios del neoliberalismo del siglo pasado.
Neoliberalismo puro, nefasta iniciativa política e intelectual, y aunque el nombre pareciera extraído de lo más profundo de la antigua Europa comunista, es "made in USA".
He estado insistiendo mucho en lo dañinas que han sido las políticas neoliberales para Panamá. Sin embargo, ahora como para darnos el tiro de gracia, nos llevan a pasos forzados al ingreso de la renombrada "Zona de Libre Comercio de las Américas -ALCA", en donde será consumado el gran holocausto de los países pequeños en beneficio de los grandes.
Soy un convencido de que sólo por medio del crecimiento de los sectores industrial y agropecuario, pilares básicos para un desarrollo económico sano y sostenible, seremos capaces de aportar la gran mayoría de los puestos de empleo necesarios.
No obstante, veo cómo el Gobierno Nacional enrumba su "seudo política de comercio exterior" hacia las negociaciones del ALCA sin una ley de fomento industrial, y cuando tampoco hemos hecho avances importantes en los tratados de libre comercio con Centroamérica y México. No parece lógico que se le solicite a los sectores productivos sus posiciones frente a los países de la América, cuando no sabemos con certeza dónde vamos a estar mañana como empresarios o como desempleados.
Es preocupante que los llamados "free traders" empujen en esa dirección, cuando vemos una tendencia a revertir tales iniciativas en muchos países por los contraproducentes resultados que ha producido la fórmula neoliberal.
Es tal el grado de agresión que sufre Panamá de parte del poderoso "Consenso de Washington", que Colombia ya nos exporta sus problemas y nos califica ahora en la Lista Negra de Paraísos Fiscales; México nos mantiene en ella, pero sus mega-constructoras insisten en solicitar créditos a la banca local y su gobierno impulsa el Plan Puebla-Panamá. Este "Consenso de Washington" nos presiona por una nueva legislación de sociedades anónimas, cercena los mercados tradicionales de la Zona Libre, vitorea la reforma tributaria, impone aún más la apertura en el mercado de capitales y atenta contra nuestro Centro Bancario. Todo esto ante el silencio de las centrales obreras, algunos grandes gremios empresariales y reconocidos "think tanks" locales.
Ese "Conciliábulo Neoliberal de 1990" ha demostrado que la economía de mercado no ha bajado los precios de los productos, ni mucho menos ha abaratado la vida; la disciplina fiscal que promulga es un desvarío, no se ha disminuido la deuda externa, no hay incentivos para la inversión, hay exceso de gastos públicos orientados a lo social, se patrocina por medio de leyes subjetivas el abuso de las empresas privatizadas, hay un aumento sostenido del desempleo y una agigantada brecha entre pobres y ricos.
Todo esto sin hablar de corrupción, transparencia y derechos humanos, temas que son también importantes y que tendrán que, junto a los anteriores, tenerse en cuenta en los planes de gobierno de los aspirantes a la presidencia en los países americanos y, muy en especial, para Panamá. Las viejas recetas del proteccionismo, del endeudamiento, de las regulaciones, subsidios, instalación de gobiernos populistas, de centro-izquierda y hasta radicalizados, debilitamiento de las monedas locales, elementos que ponen en la mente de algunos que añoran los gobiernos totalitarios y que no son tampoco la solución.
Toca, pues, como si fuéramos alquimistas medievales, hacer una pócima, agregando lentamente los reactivos: un poco de cada elemento positivo que nos brinda cada modelo de desarrollo, ya sea el keynesiano o el neoliberal. La CEPAL, el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional. No dudo que entre éstos la solución podrá encontrarse y consensuarse, pero sólo si llevamos por delante la capacidad de reconocer nuestras fortalezas y debilidades; y del análisis de éstas, plasmar los resultados en un plan nacional de desarrollo que nos proyecte en un crecimiento sostenido y equitativo, con todos y cada uno de los panameños, empujando la carreta en una misma dirección y que aquel "Consenso de Washington" quede en el olvido, como parte de los resabios del neoliberalismo del siglo pasado.
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