Condecoraciones para un ilustre caballero
Publicado 2000/03/09 00:00:00
Soy blanco por fuera, mulato por dentro. Soy todo un Lord. Y quien lo dude que confirme lo dicho leyendo la información en anuncios pagados y gratuitos aparecidos, recientemente, en diversas publicaciones. Si no fuera yo un Lord, la Cancillería de la República de Panamá no me habría concedido la Orden Vasco Núñez de Balboa en grado de Caballero (se les olvidó incluir la palabra "gran"); el Municipio de Panamá no me habría declarado "visitante ilustre"; una legisladora, dirigentes de grupos cívicos y el Despacho de la Primera Dama no se habrían molestado en posar conmigo, amplias sonrisas en cara, para diversos fotógrafos. (Aclaro que en todas estas distinciones me representó Frank Earle, Presidente de la Philip Morris International para la región Andina, Centroamérica y México).
Es que el Canciller y el Alcalde reconocen que Panamá me debe más de cuatro décadas, más de 190 empleos e inversiones por más de 3 millones de dólares (sólo en los últimos cinco años), mi ayuda a ANCON (siembra de plantones), un auditorio en el Museo del Canal a un costo de 120 mil dólares, auspicio de proyectos sociales para los más necesitados (i.e. Patronato Nacional de Nutrición, Fundación para la Promoción de la Mujer) incluyendo ¡por supuesto! a niñas y niños (mis futuros clientes, mis clientes potenciales). Si no fuera yo un gran caballero estas instituciones y organismos no se habrían preocupado por reconocer mi labor; sólo se condecora a aquellos que hacen buenas obras. Además, el Consejo Nacional del Tabaco promueve desde hace años un premio a la excelencia de los periodistas en Panamá.
Y como si fuera poco, ayudo también a la imagen de las y los fumadores, porque no hay elegancia completa sin un cigarrillo entre los dedos índice y medio. ¿Y el aliento? Bueno... no a todo el mundo le molesta, y para el resto existen pastillas especiales.
Lo que no acabo de entender, es que todavía haya personas que insistan en que yo me burlo en sus propias narices; no señora, no señor, yo lo único que hago es salir por muchas narices en forma de inofensivo y placentero humo. No entiendo que todavía haya gente y médicos que insisten en que yo hago daño. No lo acepto, cada cual decide o no fumar, es una decisión muy personal, muy pulmonar. (Los anuncios publicitarios no tienen absolutamente nada que ver; las excelentes cuñas publicitarias que se producen, conmigo como estrella principal, no son otra cosa que una excusa mía adicional para coadyuvar en la generación de empleos). Además, hay gente que nunca ha fumado y muere de cáncer, enfisema... Por eso es que yo admiro a aquellos y aquellas que exigen sin pelos (pero con nicotina) en la lengua su derecho a fumar.
Lo que sí me ofende es que organizaciones e instituciones como la Asociación Nacional contra el Cáncer (ANCEC) y el Hospital Oncológico no reconozcan que yo podría ayudarlos. Aunque ¿quién sabe? algún día de estos me dan la grata sorpresa de aceptar mis donaciones. ¡Amo la vida, ayudo a la sociedad, proveo placer, soy un ilustre caballero!
Es que el Canciller y el Alcalde reconocen que Panamá me debe más de cuatro décadas, más de 190 empleos e inversiones por más de 3 millones de dólares (sólo en los últimos cinco años), mi ayuda a ANCON (siembra de plantones), un auditorio en el Museo del Canal a un costo de 120 mil dólares, auspicio de proyectos sociales para los más necesitados (i.e. Patronato Nacional de Nutrición, Fundación para la Promoción de la Mujer) incluyendo ¡por supuesto! a niñas y niños (mis futuros clientes, mis clientes potenciales). Si no fuera yo un gran caballero estas instituciones y organismos no se habrían preocupado por reconocer mi labor; sólo se condecora a aquellos que hacen buenas obras. Además, el Consejo Nacional del Tabaco promueve desde hace años un premio a la excelencia de los periodistas en Panamá.
Y como si fuera poco, ayudo también a la imagen de las y los fumadores, porque no hay elegancia completa sin un cigarrillo entre los dedos índice y medio. ¿Y el aliento? Bueno... no a todo el mundo le molesta, y para el resto existen pastillas especiales.
Lo que no acabo de entender, es que todavía haya personas que insistan en que yo me burlo en sus propias narices; no señora, no señor, yo lo único que hago es salir por muchas narices en forma de inofensivo y placentero humo. No entiendo que todavía haya gente y médicos que insisten en que yo hago daño. No lo acepto, cada cual decide o no fumar, es una decisión muy personal, muy pulmonar. (Los anuncios publicitarios no tienen absolutamente nada que ver; las excelentes cuñas publicitarias que se producen, conmigo como estrella principal, no son otra cosa que una excusa mía adicional para coadyuvar en la generación de empleos). Además, hay gente que nunca ha fumado y muere de cáncer, enfisema... Por eso es que yo admiro a aquellos y aquellas que exigen sin pelos (pero con nicotina) en la lengua su derecho a fumar.
Lo que sí me ofende es que organizaciones e instituciones como la Asociación Nacional contra el Cáncer (ANCEC) y el Hospital Oncológico no reconozcan que yo podría ayudarlos. Aunque ¿quién sabe? algún día de estos me dan la grata sorpresa de aceptar mis donaciones. ¡Amo la vida, ayudo a la sociedad, proveo placer, soy un ilustre caballero!
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