Centro de diamantes
- REDACCION
Se ha anunciado con mucha fanfarria el establecimiento en Panamá de un moderno centro internacional de diamantes. Aparte de la enorme inversión en la construcción del edificio que lo albergará, por el orden de los 200 millones de dólares, la actividad económica que se da en estos centros puede llegar a aumentar nuestro producto interno bruto en uno o dos puntos.
Sin embargo, al igual que los diamantes, la idea tiene varias facetas que considerar. Primero, el país no produce diamantes, por lo tanto, se esperaría una gran actividad de importación y exportación de piedras en bruto y talladas, lo que implica niveles de seguridad mayores que los que conocemos hoy. Segundo, la industria de la talla y comercialización del diamante genera una cantidad relativamente baja de empleos que, o requieren mucha destreza, o usan equipos costosos y automatizados. Tercero, el negocio de los diamantes es una actividad muy cerrada, con códigos de conducta basados en la palabra empeñada, el estrechón de manos y no en contratos escritos ni libros de contabilidad.
Atraer a los operadores de esa actividad a Panamá podría implicar la necesidad de revisar nuestro Código Fiscal y permitirles pagar impuestos sobre lo que ellos declaren haber ganado, sin documentos que lo puedan probar, o incluirlos en algún tipo de zona libre de impuestos. Particularmente, lo segundo haría menos atractivo para el país el fomentar su establecimiento, ya que el aporte a la economía y al empleo nacional parecería ser de poca importancia. Por supuesto que, estratégicamente, la ubicación de un centro internacional de diamantes reforzaría al Centro Financiero Internacional que opera aquí, ya que ante la debilidad del dólar, habría un mayor interés en adquirir diamantes y oro por parte de los inversionistas.
Otro elemento a considerar es qué mecanismos pondrá en ejecución Panamá para evitar que se lave dinero en operaciones de compra venta de diamantes, y cómo se asegurará que se cumpla con el Protocolo de Kimberley para que no se utilicen los diamantes para fomentar los conflictos en África. La idea es atractiva, pero tenemos que analizar con cuidado de joyero todas sus facetas.
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