Cambio de actores
Publicado 2003/07/19 23:00:00
Las dificultades experimentadas en el diálogo para salvar la Caja de Seguro Social parecen surgir más por la incapacidad para dialogar que tienen sus protagonistas que por las diferencias entre sus puntos de vista. Estos líderes sociales sobre los que ha recaído la importante función de representar a la sociedad civil, hasta ahora han reflejado una actitud superficial y egoísta, convirtiendo el espacio convocado por el PNUD en una auténtica Torre de Babel donde cada uno habla de sus intereses y nadie escucha lo que el otro tiene que decir.
El diálogo requiere de actores con virtudes muy especiales. En primer lugar es necesario que los participantes tengan un auténtico compromiso con la búsqueda de la verdad, y para ello los actores deben mostrar capacidad en el planteamiento de sus ideas y para escuchar las de los demás. Amarrarse a defender posiciones inamovibles sin ofrecer la oportunidad de analizar las posiciones de los otros, solamente conduce al enfrentamiento estéril y a la confrontación peligrosa.
Por otra parte, debe haber una lealtad a los principios y no a las consignas. Solamente buscando las razones primeras podremos encontrar un terreno común donde construir propuestas nuevas desatando viejos nudos que nos impiden progresar. No sirve para el diálogo el fanático que repite frases huecas sin ningún contenido real, dando vueltas en círculos en lugar de avanzar hacia nuevas posiciones.
Hay que tener claridad en las exposiciones, ser sinceros y defender los principios en lugar de complicar el diálogo con planteamientos fuera de lugar o de tiempo, actuar con hipocresía y defender intereses mezquinos. El actor debe reconocer sus propias debilidades y comenzar con un mea culpa que le permita ganar credibilidad para exigir respeto y reconocimiento. Todos tenemos responsabilidad en el desastre que vive la institución y con esa actitud debemos acudir a esta convocatoria.
Se requiere también una disposición al sacrificio y deseos de aportar a la solución de los problemas y no de agravarlos para sacar ganancia de pescadores en río revuelto. Algunos piensan que mientras más se deteriore la institución y el país, más fácil llegamos a un arreglo siguiendo la tesis marxista de buscar el salto cualitativo brusco.
Lamentablemente, nada de esto hemos visto en la valiosa oportunidad que se nos brinda en este momento para buscar solución a los graves problemas por los que atraviesa nuestra principal institución social. De no cambiar las cosas tendremos que exigir el cambio de estos actores por otros con la ética que garantice el resultado esperado por toda la comunidad: salvar la Caja de Seguro Social.
Opino que sin rectitud de intención, las pasiones fácilmente enturbian el juicio, porque desvían la voluntad. En cambio, la intención recta facilita las decisiones buenas. De este modo, la ética en política revela un sentido de la actividad personal y contiene en sí todo cuanto de justo y positivo puede haber en cada situación, evitando confusiones, elemento que bien podría desviar la buena elección del candidato presidencial.
La corta Presidencia del Dr. Ricardo J. Alfaro, por ejemplo, se inició, como ya lo hemos destacado, con un constitucionalismo artificioso. El argumento utilizado fue que para ajustarse al texto constitucional (art.67, No. 4) la elección de los Designados debía hacerse por un “bienio” y “cuando por cualquiera causa la Asamblea Nacional no hubiese hecho la elección de Designados, conservarán el carácter de tales los anteriormente elegidos, en su orden”. Por lo tanto, para el segundo bienio habría debido hacerse la elección a más tardar el 30 de septiembre de 1930 y no a principios de octubre como se hizo por descuido. Este constitucionalismo artificioso sentó un mal precedente, que se repetiría cuando violaciones mucho más flagrantes a la Constitución se continuaron encubriendo con decisiones acomodaticias de la Corte Suprema.
Sin embargo, Alfaro dejó su marca indeleble positiva en la historia de la República al presidir las primeras elecciones realmente confiables desde la Independencia, aún cuando ocurrieron serios episodios de violencia entre los bandos.
Las elecciones de 1932 las ganó en buena lid el Dr. Harmodio Arias Madrid como candidato del Partido Liberal Doctrinario, encabezado por Domingo Díaz y que incluía a buena parte de Acción Comunal, pero no a todos. Su contendor fue Francisco Arias Paredes por el Partido Liberal Renovador un liberalismo, abierto a la izquierda, y el Partido Liberal Nacional que Chiari había encabezado antes del golpe. Don Pancho, como se le llamaba con respeto y cariño, reconoció gallardamente el triunfo de su adversario, mereciendo así el apelativo de “el caballero de la política”.
Dejaron así Alfaro y Arias Paredes ejemplos que tomaría décadas en convertirse en realidad relativamente habitual, después de 1990.
El diálogo requiere de actores con virtudes muy especiales. En primer lugar es necesario que los participantes tengan un auténtico compromiso con la búsqueda de la verdad, y para ello los actores deben mostrar capacidad en el planteamiento de sus ideas y para escuchar las de los demás. Amarrarse a defender posiciones inamovibles sin ofrecer la oportunidad de analizar las posiciones de los otros, solamente conduce al enfrentamiento estéril y a la confrontación peligrosa.
Por otra parte, debe haber una lealtad a los principios y no a las consignas. Solamente buscando las razones primeras podremos encontrar un terreno común donde construir propuestas nuevas desatando viejos nudos que nos impiden progresar. No sirve para el diálogo el fanático que repite frases huecas sin ningún contenido real, dando vueltas en círculos en lugar de avanzar hacia nuevas posiciones.
Hay que tener claridad en las exposiciones, ser sinceros y defender los principios en lugar de complicar el diálogo con planteamientos fuera de lugar o de tiempo, actuar con hipocresía y defender intereses mezquinos. El actor debe reconocer sus propias debilidades y comenzar con un mea culpa que le permita ganar credibilidad para exigir respeto y reconocimiento. Todos tenemos responsabilidad en el desastre que vive la institución y con esa actitud debemos acudir a esta convocatoria.
Se requiere también una disposición al sacrificio y deseos de aportar a la solución de los problemas y no de agravarlos para sacar ganancia de pescadores en río revuelto. Algunos piensan que mientras más se deteriore la institución y el país, más fácil llegamos a un arreglo siguiendo la tesis marxista de buscar el salto cualitativo brusco.
Lamentablemente, nada de esto hemos visto en la valiosa oportunidad que se nos brinda en este momento para buscar solución a los graves problemas por los que atraviesa nuestra principal institución social. De no cambiar las cosas tendremos que exigir el cambio de estos actores por otros con la ética que garantice el resultado esperado por toda la comunidad: salvar la Caja de Seguro Social.
Opino que sin rectitud de intención, las pasiones fácilmente enturbian el juicio, porque desvían la voluntad. En cambio, la intención recta facilita las decisiones buenas. De este modo, la ética en política revela un sentido de la actividad personal y contiene en sí todo cuanto de justo y positivo puede haber en cada situación, evitando confusiones, elemento que bien podría desviar la buena elección del candidato presidencial.
La corta Presidencia del Dr. Ricardo J. Alfaro, por ejemplo, se inició, como ya lo hemos destacado, con un constitucionalismo artificioso. El argumento utilizado fue que para ajustarse al texto constitucional (art.67, No. 4) la elección de los Designados debía hacerse por un “bienio” y “cuando por cualquiera causa la Asamblea Nacional no hubiese hecho la elección de Designados, conservarán el carácter de tales los anteriormente elegidos, en su orden”. Por lo tanto, para el segundo bienio habría debido hacerse la elección a más tardar el 30 de septiembre de 1930 y no a principios de octubre como se hizo por descuido. Este constitucionalismo artificioso sentó un mal precedente, que se repetiría cuando violaciones mucho más flagrantes a la Constitución se continuaron encubriendo con decisiones acomodaticias de la Corte Suprema.
Sin embargo, Alfaro dejó su marca indeleble positiva en la historia de la República al presidir las primeras elecciones realmente confiables desde la Independencia, aún cuando ocurrieron serios episodios de violencia entre los bandos.
Las elecciones de 1932 las ganó en buena lid el Dr. Harmodio Arias Madrid como candidato del Partido Liberal Doctrinario, encabezado por Domingo Díaz y que incluía a buena parte de Acción Comunal, pero no a todos. Su contendor fue Francisco Arias Paredes por el Partido Liberal Renovador un liberalismo, abierto a la izquierda, y el Partido Liberal Nacional que Chiari había encabezado antes del golpe. Don Pancho, como se le llamaba con respeto y cariño, reconoció gallardamente el triunfo de su adversario, mereciendo así el apelativo de “el caballero de la política”.
Dejaron así Alfaro y Arias Paredes ejemplos que tomaría décadas en convertirse en realidad relativamente habitual, después de 1990.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.