Quédate en casa
A buen entendedor, pocas palabras
... tengo varias semanas que no asomo la mirada al mundo, no salgo. Es tan sencillo eso porque la vida pende de la frágil cuerda del azar y no quiero jugar a la ruleta rusa. El encierro nos obliga a una introspección de quiénes somos y hacia dónde vamos.
- Jaime Figueroa Navarro
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- - Publicado: 04/4/2020 - 12:00 am
Hay que dedicar un tiempo a los ejercicios físicos. Frida y Chloe, mis perritas, me acompañan a caminar en hora y media los 10,000 pasos del día. Foto: EFE.
A pesar de ser egresado de una academia militar donde la obediencia es norte, también utilizo el sentido común en momentos como ninguno en mi existencia, donde la vida pende más aun del frágil hilo del destino y donde la diferencia entre la vida y la muerte yace en el racionamiento de científicos y nadie más.
De tal manera he vivido el teatro de los acontecimientos globales durante los últimos tres meses, desde escuchar a lo lejos que venía el cuco hasta el tocar la puerta de cada vivienda en nuestro pequeño escenario.
Son temas de graves repercusiones que no debemos tomar a la ligera.
Me resulta inaudita, por ejemplo, la ignominia del presidente de Estados Unidos en no tomar las debidas precauciones con la antelación requerida, repitiéndose el mismo caso en México y Brasil.
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No tardarán los acólitos de Trump en levantar el dedo en mi contra.
¡Bienvenidos!
Con tal de defender lo indefendible, lanzarán improperios al aire.
La indiferencia de su padrino, los fantoches atisbos de Fox y el "wishful thinking" de un electorado que un editorial del prestigioso diario Le Monde describe como "poseedor de un nivel de inteligencia levemente superior al bovino", costará cientos de miles de vidas en ese país.
No sabemos aún cómo terminará la novela, pero me parece que en Panamá le hemos hecho bien, a pesar de la necesidad de repartir palmaditas a obtusos elementos de nuestra sociedad que insisten que todo es un relajo.
La cuarentena total es la solución.
Nos toca aprender de los chinos que han sido disciplinados y parcos en esa determinación, al punto que ya se respira algo de normalidad en su diario quehacer.
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Y todos aquellos que lo tomaron a la ligera están pagando con creces su laissez faire.
Es duro, no es fácil, todos hemos aprendido a valorar la esencia de la libertad al perderla.
Somos animales de costumbre.
El encierro nos obliga a una introspección de quiénes somos y hacia dónde vamos.
Así como ha brotado la naturaleza al retraernos y aprender a apreciar el revoloteo de los pajarillos al alba, nada será igual después de esto.
Primero que todo, la intensidad de nuestras acciones se verá revolcada al apreciar todas aquellas cosas que tomábamos como hechos.
¡Ojalá que el homo Sapiens cambie para mejor!
En mi caso en particular, tengo varias semanas que no asomo la mirada al mundo, no salgo.
Es tan sencillo eso porque la vida pende de la frágil cuerda del azar y no quiero jugar a la ruleta rusa.
Despierto temprano como las gallinas.
Nada place más al alba que una taza de buen café y el acceso al mundo a través de la computadora de mi oficina en casa.
Mis sitios favoritos incluyen Corriere della Sera, dramáticas vivencias italianas; El País, que todo lo narra tan bien en el castellano más puro; The Guardian, el portal anglosajón; Le Monde, preñado de opiniones galas y los más prestigiosos diarios de Norteamérica, The Boston Globe, The New York Times y The Washington Post, al igual que el arcoíris de diarios istmeños.
Entonces, el tiempo obligatorio de zapatillas.
Al patio con Frida y Chloe, mis perritas, a caminar en hora y media los 10,000 pasos del día entretenido con los píos de Twitter y la conversa con íntimos amigos.
Juan Antonio, por ejemplo, se entretiene con un hacha cual pájaro carpintero, destazando un viejo tronco en su patio y así cada uno tiene su particular relato en tiempos de soledad obligatoria.
Alguien menciona depresión, palabra no existente en mi vocabulario.
La vida es muy corta, las manifestaciones de Dios, de la naturaleza están al ojo y al oído.
No tengo tiempo para aquello, no por soberbio sino porque absorto me encuentro saboreando, degustando cada día, la enorme dicha de vivirla.
Incertidumbre a tutiplén.
Aprecia la pausa como aquel susurrar de una madre con un canto de cuna.
Líder empresarial
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