Berlín, capital de contrastes
- Jaime Figueroa Navarro
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- - Publicado: 02/12/2024 - 12:00 am
A pesar de su borrascoso capítulo del siglo XX, ápice de la Segunda Guerra Mundial, la confrontación más cruenta de la humanidad donde perecieron más de 85 millones de almas, al visitar la capital teutona, pueblo de raza germánica que sentó raíces anteriores a Cristo cerca de la desembocadura del río Elba se vive una experiencia de conspicuos contrastes.
Su más notorio icono es la Puerta de Brandeburgo, inaugurada en 1791 como símbolo del triunfo de la paz sobre las armas. Ciclópeo monumento de arquitectura Neoclásica de 26 metros de altura símil a la Acrópolis de Atenas. Su cúspide es ungida por una carroza de cobre tirada por 4 caballos en dirección a la ciudad, empuñados por la Diosa de la Victoria. Sus 6 columnas resguardan las 5 entradas a la ciudad, donde hasta 1918 el paso central estaba reservado para la realeza desfilando también bajo su sombra los batallones de Napoleón y cuantiosos desfiles Nazis.
Complementario al nefasto vestigio Nazi, durante el siglo XX también se esbozó como el símbolo más representativo de la Guerra Fría tras la erección del Muro de Berlín que dividió la ciudad en dos partes durante 28 años. Al concluir la Segunda Guerra Mundial Alemania se dividió en dos: República Federal Alemana en su eje occidental controlada por Estados Unidos, Francia e Inglaterra mientras que el polo oriental, República Democrática Alemana, que nada tenía de República y mucho menos democrática, permaneció bajo la tutela de la Unión Soviética.
Las notorias diferencias entre la economía socialista y el floreciente capitalismo occidental se hicieron evidentes en su punto de encuentro en la disgregada ciudad de Berlín. A raíz de la emigración de ciudadanos de la RDA, sobremanera de altos perfiles, en 1961 los Soviéticos erigen un muro de 155 kilómetros de longitud con la finalidad de imposibilitar su cruce.
No fue sino hasta noviembre de 1989, a raíz de la apertura de las fronteras entre Austria e Hungría en mayo de ese año que motivó un masivo éxodo, que los Soviéticos permitieron el paso hacia el oeste abriendo las primeras brechas en el muro, consiguientemente conduciendo a su destrucción. De aquel muro aún quedan algunos trazos en la zona de 1.3 kilómetros de longitud conocida como East Side Gallery acicalada con deslumbrantes esbozos que plasman su espeluznante memoria.
A pesar de los vivos contrastes amplificados por el Monumento al Holocausto de Berlín, otro punto obligatorio de visita, joya arquitectónica formada por 2,711 bloques de cemento de diversas alturas para honrar la memoria de los seis millones de judíos asesinados por el régimen Nazi en Europa entre 1933 y 1945, la ciudad de Berlín contemporánea enamora por su verdor, extraordinaria variedad de sitios de interés y su rica vida cultural señoreada por 170 museos inspirados por su exuberante creatividad en una metrópolis que cuenta con 4 millones de habitantes. Como bien exclamó el presidente Kennedy durante su visita en junio de 1963: "Ich bin ein Berliner" subrayando que todos los hombres libres, donde sea que vivan, somos ciudadanos de Berlín.
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