Autopsia de la oligocracia II
En América Latina, la clase política se ha pasado durante décadas exigiendo democracia para nuestros pueblos como si fuera una panacea, sin reconocer o comprometerse, que si bien la democracia de los partidos es de vital importancia para el desarrollo, lo es también que los partidos políticos beneficiados con el sistema deben ser a lo interno también organizaciones democráticas, y las primarias son una deuda que no en todos los lugares se practica.
La democracia de partidos, que al final es financiada con los dineros del erario público, de acuerdo a los resultados de las elecciones, debe entregarle a los ciudadanos, miembros de estas organizaciones, el goce de las primarias como la democracia interna necesaria para cerrar el círculo de una auténtica participación.
Siempre he dicho que construir la victoria en los partidos políticos es una tarea permanente, no para que se ejecute cada cinco años sino todos los días del año, para que sean los ciudadanos los verdaderos dueños del sistema. En Panamá, los procesos democráticos internos (primarias) a partir de 1991 nos permitió corregir los entuertos, decantar la burocracia política de los verdaderos líderes, y, sin sectarismos ni divisiones, enfrentar las elecciones partidarias con varios candidatos para un mismo puesto sin que nos rasgáramos las vestiduras. Las primarias nos permitieron levantarnos de las cenizas (PRD) y ganar contra todo pronóstico en mayo de 1994 sin alianzas. En 1998, impusimos las primarias para todos los partidos como ley de obligatorio cumplimiento y, lamentablemente en el año 2003, con votos de legisladores de nuestro colectivo, el gobierno arnulfista de ese entonces las eliminó como obligatorias. Pero la base del torrijismo impidió que siguiéramos al resto de los partidos y volvimos a convocar a las primarias que se convirtieron en nuestra identidad, marca y finalmente la victoria del año 2004.
Las primarias son el mejor método para auditar la gestión de nuestros dirigentes, para realizar una autopsia implacable del poder ejercido, y una estimulante y cívica bofetada a la política degradada.
Cuando descubrimos la degradación de la democracia de partido, tenemos como antídoto de emergencia el aplicar una regeneración de la democracia, convocar a la autocrítica y la participación, antes de llegar a situaciones enfermizas e incurables que generan la división de nuestras organizaciones, como se ha dado en otros países de América Latina.
Con contundencia, y desde una posición profundamente crítica, creo firmemente que es imprescindible que haya una coherencia entre la democracia para nuestros países con una democracia participativa de las organizaciones, beneficiadas por el sistema que son los partidos, y esta auditoría permanente es la obligatoriedad de las primarias.
Democracia para el país y democracia interna para los partidos políticos, sin doble discurso y sin doble moral.
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