Viajero
Aprendiendo turismo
Quijotear el continente entero, sus poblados, aldeas, carreteras y caminos empolvados, saboreando sus frutos, conociendo sus lugareños y compartiendo sus costumbres y culturas, enaltecen el alma, el espíritu y el conocimiento mucho más allá que el gerente de un hotel o administrador de un aeropuerto.
- Jaime Figueroa Navarro
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- - Publicado: 27/4/2019 - 12:00 am
Debemos ir más allá del centro de visitantes de Miraflores y oler las flores allí adentro, donde no llega la señal celular, obligándonos a retornar al siglo XX cuando la imaginación y comunicación eran más humanas, más nobles, más intensas. Foto: Archivo. Epasa.
Durante mi ciclo de conferencias en diversas universidades de Norteamérica, suelo, en ocasiones, practicar una excentricidad académica para rascar el cerebro de los estudiantes.
Mi charla titulada ¿Por Qué Panamá? brinda un bosquejo del quehacer turístico, económico y ecológico del istmo, razón por la cual, al repartir una hoja con el mapa en blanco de Estados Unidos y solicitar la inserción del nombre de cada estado, los estudiantes me ojean con perplejo encaro, como reclamando: ¿qué diantres pasa aquí?
En rara ocasión, alguien en el auditorio completa la tarea correctamente porque los gringos sufren sus regionalismos conociendo a ciencia cierta los estados circundantes, mas no así la entereza de los 50 estados.
Entonces, le lanzo el hueso.
No se puede pretender conocer el mundo si no se conoce el patio trasero de su propio país.
Panamá no es ni México, ni Puerto Rico, ni Argentina.
Lo que escucharán en los próximos 60 a 90 minutos despejará, abrirá, seducirá su pensamiento y ampliará sus horizontes.
Inicié mi carrera profesional en IBM.
Posterior a un periodo de desarrollo en el istmo, fui asignado a su casa matriz en Nueva York donde mis responsabilidades cubrían la totalidad del continente, obligándome a visitar cada uno de los países de la región.
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Ello, sin duda alguna, aunque limitado típicamente a sus capitales y despachos de la compañía, ampliaron mis conocimientos de costumbres, gastronomías, rasgos culturales y la forma de hacer las cosas en las diversas latitudes.
La segunda mitad de mi carrera se inicia en la década de los noventa del siglo pasado, infiltrando la industria de telecomunicaciones, específicamente durante la erección de la columna vertebral de telefonía celular en las Américas.
Como vicepresidente de ventas internacionales del mayor fabricante de torres celulares del mundo, basado en Peoria, Illinois, durante trece años viajé tres semanas al mes al interior de cada uno de los países continentales e islas caribeñas, frecuentando durante el periplo, las matrices de operadores celulares y suplidores de equipos en Europa y Estados Unidos.
Durante el periodo también amplié geografías, visitando durante periodos de ocio, diversas regiones de Europa, Asia, Australia y el Pacífico, un total de 67 países en 5 continentes.
Todo esto lo menciono porque mucha gente pregunta dónde estudié turismo.
Ciertamente existen carreras de turismo donde nos ilustran los pormenores, por ejemplo, de la hotelería, gastronomía o rasgos particulares de una ciudad o nación.
Pero la esencia del turismo se aprende también, visitando, palpando, saboreando y aprendiendo cómo hacer las cosas bien la primera vez.
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Porque cada viaje se convierte en un laboratorio de experiencias que nos permite mejorar lo propio a través de las vivencias, costumbres y especialidades del particular entorno.
ntimar, por ejemplo, desde Arica a Puntarenas, a lo largo del país más extenso de la tierra, Chile, a través de sus 16 regiones, es un experimento en educación turística que pocos chilenos han tenido el privilegio de acoger.
Quijotear el continente entero, sus poblados, aldeas, carreteras y caminos empolvados, saboreando sus frutos, conociendo sus lugareños y compartiendo sus costumbres y culturas, enaltecen el alma, el espíritu y el conocimiento mucho más allá que el gerente de un hotel o administrador de un aeropuerto.
Y todo esto, ¿qué tiene que ver con Panamá y su turismo?
Mucho.
A pesar que mis estudios universitarios fueros limitados a economía y ciencias políticas, también encontramos el tiempo para visitar nuestros más recónditos parajes y saborear la esencia de este magnificente paraíso, por ejemplo, escalando el cerro Pechito Parao donde el Adelantado Balboa avista el Mar del Sur a lo largo del golfo de San Miguel en nuestro Darién, sitio que debe convertirse en pionero del turismo histórico de aventura.
Para desarrollar plenamente nuestra estancada potencialidad debemos ir más allá del centro de visitantes de Miraflores y oler las flores allí adentro, donde no llega la señal celular, obligándonos a retornar al siglo XX cuando la imaginación y comunicación eran más humanas, más nobles, más intensas.
¡Es esa la esencia del turismo!
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