Un bosque marino podría tener medicinas ocultas
Sus residentes inusuales, los teredos y organismos marinos emparentados, podrían servir como incubadoras de medicinas inesperadas, produciendo nuevas fórmulas salvavidas y compuestos que podrían no ser encontrados en ninguna otra parte del planeta.
- Joanna Klein
- - Actualizado: 17/4/2020 - 11:10 am
ISLA DAUPHIN, Alabama — Eran las 6:00 horas en el muelle un día de diciembre. La niebla se cernía sobre el agua, y el motor del Barco de Investigación E.O. Wilson retumbaba.
La embarcación desapareció entre la niebla, y para las 7:30 horas la tripulación, un equipo de biólogos, químicos y microbiólogos, llegó a su destino. Abajo estaba un mundo secreto donde chocan pasado, presente y futuro.
Éste es el bosque submarino. Sus residentes inusuales, los teredos y organismos marinos emparentados, podrían servir como incubadoras de medicinas inesperadas, produciendo nuevas fórmulas salvavidas y compuestos que podrían no ser encontrados en ninguna otra parte del planeta.
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“Bosque submarino” no es una metáfora —no es un arrecife de coral o un lecho de hierba marina que se asemeja a los bosques de la superficie, sino árboles hechos y derechos con raíces y hojas. Durante cientos de miles de años, esta arboleda de cipreses —cerca de dos campos de futbol americano de largo y 2 metros de ancho— yació en silencio, preservada dentro de una tumba de arena y sedimentos sin oxígeno. Luego llegó Iván.
En el 2004, el huracán arrasó por el Golfo de México, con vientos de hasta 225 kilómetros por hora. La tormenta levantó casi 3 metros de arena del fondo del mar, despertando al bosque dormido abajo.
Pocos han visto este lugar, y quienes lo han visto mantienen su ubicación en secreto. Pero confiaron las coordenadas a este grupo de científicos, liderado por Dan Distel, biólogo marino y director del Centro de Legado del Genoma Marino de la Universidad Northeastern, en Boston, para la expedición de ese día.
Este grupo fue el primero en explorar, documentar y estudiar los teredos y otros xilófilos marinos que se mudaron al bosque cuando emergió.
Los teredos, dicen los científicos, son cruciales para el descubrimiento de medicamentos. A medida que aumentan las poblaciones de edad avanzada en todo el mundo y la resistencia a los antibióticos amenaza a la salud pública, el campo médico está buscando una nueva frontera que podría generar medicamentos innovadores para tratar condiciones como cáncer y dolor crónico, y para frenar infecciones mortales. El bosque alguna vez fue un pantano a unos 160 kilómetros tierra adentro. Sus cipreses calvos, y sus troncos reforzados tan grandes como un auto, mantenían una diversidad de vida terrestre. Pero ahora, alberga peces, anémonas y otros moradores marinos. Y para los teredos, es todo un buffet.
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“Esto es algo así como una carcasa de ballena de madera”, dijo Margo Haygood, bióloga molecular en la Universidad de Utah. Una carcasa de ballena es una ballena muerta que se hunde al lecho marino. Surge vida alrededor de ella.
En las etapas tempranas de asentamiento, cuando todo está peleando por espacio, las disputas territoriales levantan mucha química. Y al examinar todo ello, Haygood cree que hay una mejor probabilidad de encontrar nuevos fármacos no tóxicos que funcionen bien.
Los teredos parecen ser buenos productores de medicamentos, y el equipo ha descubierto compuestos que ahora están pasando por las primeras etapas del desarrollo de medicamentos.
Su talento farmacéutico podría ser explicado por las bacterias que viven en sus branquias, que envían enzimas al intestino para ayudar a los teredos a descomponer la madera. De alguna manera, este proceso también deja al intestino casi estéril, lo que sugiere que antibióticos podrían estar en juego.
Y Haygood dice que cualquier compuesto que encuentren ya ha pasado por millones de años de pre tamizaje en los cuerpos de los teredos en evolución.
Eso los vuelve probablemente menos tóxicos para los humanos que los fármacos que son desarrollados en un laboratorio.
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Cada especie no estudiada, cada espécimen, es potencialmente un cofre del tesoro de combinaciones químicas inimaginadas. Y un sitio como el bosque submarino podría ocultar millones de bacterias desconocidas.
Un solo espécimen puede generar docenas de cepas de bacterias. Los tamizajes son difíciles, y tardan meses.
De vuelta en el laboratorio, los buzos regresaron a una labor menos intrépida: abrir más madera, terminar una simulación por computadora de un tronco grande y separar especímenes mientras veían a través de un microscopio, pinzas en mano.
Los científicos no saben si estos organismos ocultan una medicina milagrosa. Pero están ansiosos por continuar la búsqueda.
“No existe tal cosa como un teredo que no sea interesante”, afirmó Haygood.
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