Taylor Swift revela su lado sentimental en el documental 'Miss Americana' de Netflix
- Nancy Coleman
La artista de pop no es intocable, como alguna vez me pareció en concierto, cuando un balcón que se elevaba la remontó a las alturas, donde flotaba en un plano diferente al de los simples mortales. Ahora, durante un momento inusitado, Swift es alguien a quien se puede entender.

“Miss Americana” ofrece un vistazo a las batallas y creencias de Taylor Swift. Foto / Netflix.
Yo ya casi entraba a secundaria cuando Taylor Swift empezó a susurrar cuentos de hadas en mi oído.
“Fearless”, su segundo álbum, fue lanzado cuando yo tenía 11 años —lleno de historias sobre enamoramientos no correspondidos, romance shakespeariano y caballeros galantes. En “Speak Now”, cuando yo tenía 13, había besos prolongados en la lluvia, dragones con los cuales batirse y reinos qué salvar.
Swift vendía escapismo y yo era una clienta ávida. ¿Por qué lidiar con la realidad mundana de la adolescencia cuando podía estar en un mundo donde la chica se queda con el chico?
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Es la chica que era en ese entonces la que quiso ver “Miss Americana”, ahora disponible en Netflix. El documental de Lana Wilson sigue a Swift a través del último par de años, desde la era de “Reputation” —su sexto álbum de pop inesperadamente exitoso— hasta la creación de “Lover”, su producción más reciente (y mucho más ingrávido), lanzado en agosto.
Nunca me interesó demasiado cómo era fuera del escenario. Pero con los años, dudas sobre Swift —su autenticidad, sus motivaciones— se habían hecho presentes. Quería obtener claridad acerca de si una figura pública a la que había apoyado mientras crecía era tan “calculada” como la habían representado los tabloides.
Mis preocupaciones eran las que sin duda ha escuchado en otros lados: ¿qué tan genuino era el recién descubierto interés de Swift en el comentario político? ¿O su incursión en la defensa vehemente de los derechos LGBTQ? ¿Qué evitó que se expresara antes?
Parte de este cambio, por supuesto, es que yo crecí. Hace 10 años, no me interesaba demasiado el silencio de Swift sobre todos los temas. Pero a medida que me acerqué a la edad de votar, comencé a pensar de forma más crítica: ¿cuáles son las implicaciones de alguien que tiene una plataforma masiva y no hace uso de ella?
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Lo que no esperaba era lo genuino que se sentiría el filme.
Digo esto plenamente consciente de que veía un solo lado del argumento: el documental se enfoca de forma exclusiva en cómo se ve Swift a sí misma. Pero hay una honestidad inevitable acerca de “Miss Americana”.
Hubo admisiones francas que me hicieron lamentar la vida sencilla de chica común y corriente sobre la que Swift solía cantar, pero a la que nunca puede regresar. Hubo conversaciones acerca de mantener a raya un trastorno alimenticio, sobre agresión sexual y buscar justicia desde una posición de privilegio, sobre un hombre que allana su departamento y duerme en su cama.
Mis dudas sobre su cambio abrupto para expresarse en política y abogar por ciertos temas también fueron respondidas, con las súplicas sinceras de Swift a su equipo de que quería estar “del lado correcto de la historia”. Antes, Swift había evitado temas que pudieran distanciar a su base de fans.
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Durante mucho tiempo he intentado reconciliar mi sentimentalismo por la banda sonora de mi infancia con mi renuencia a acoger a la mujer que la creó. Con esta película, empiezo a llenar algunos de los espacios en blanco.
“Miss Americana” deja algo en claro: Swift no es intocable, como alguna vez me pareció en concierto, cuando un balcón que se elevaba la remontó a las alturas, donde flotaba en un plano diferente al de los simples mortales. Ahora, durante un momento inusitado, Swift es alguien a quien se puede entender. Para una fan distante que empieza a regresar al redil, eso vale mucho más.
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