Recolectar latas, una manera de ganarse la vida
Hay un punto de recolección en Wall Street donde los súper recolectores que tienen tratos con bares para llevarse todos sus envases vacíos pueden reunir más de 500 dólares por noche.
- Andy Newman
- - Actualizado: 17/2/2020 - 02:25 pm
A las 15:00 horas de un reciente viernes por la tarde en la zona del Upper East Side de Manhattan, a tres cuadras de la residencia del alcalde en Gracie Mansion, una mujer llamada Rosa se acercó a un elegante edificio de la era de la preguerra donde los departamentos se rentan en 13 mil 500 dólares al mes.
En el momento preciso, el portero del edificio sacó alrededor de 20 bolsas azules llenas de latas y botellas y las puso sobre la banqueta. Le entregó a Rosa un puñado de bolsas de plástico transparentes de 190 litros.
“Lo que necesites, mami”.
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Rosa hurgó las bolsas en busca de envases con depósito de 5 centavos de dólar, dejando caer latas y botellas a su bolsa transparente. Ha recolectado latas desde que la fábrica en la que trabajaba en el distrito de la moda de Manhattan cerró hace 12 años.
En años recientes, ha surgido todo un ecosistema económico del pasto artificial del depósito de 5 centavos. Incluye flotillas de camiones, enfrentamientos entre recolectores de latas en el norte de la ciudad y entre camioneros en un mercado al aire libre de latas recolectadas en el centro, guerras de precios e intermediarios y entregas coordinadas.
Un hombre en un camión se reúne con Rosa. Levanta su puerta de carga, sube las bolsas de Rosa y le entrega 10 dólares por cada bolsa de 200 latas y botellas. Maneja a su siguiente esquina. Cuando el camión de siete metros está lleno, el chofer se dirige a un lote en un callejón industrial donde otros camiones llevan su cargamento de desechos.
Recolectar latas funciona mejor para veteranos como Rosa que han hecho acuerdos con empleados de edificios. Pudo solventar la escuela para asistentes médicos para su hija de 19 años con lo que gana con las latas. Ese viernes por la tarde en noviembre, se fue casa con 135 dólares por cinco horas de trabajo.
El precio de los bienes raíces en Manhattan ha obligado a los centros de canje de botellas y latas a dejar la isla, lo que deja a los recolectores con envases que meten, uno por uno, en máquinas de canje en los supermercados, que pueden imponer un límite de 12 dólares al día, o llevarlos a los centros de reciclaje.
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Este vacío ha sido llenado por compañías de canje que envían camiones a comprar latas a los recolectores. El dueño de una firma, Conrad Cutler, tiene su propio término para el recolector serio. “Tenemos una lista de contactos de ‘profesionales de botellas’ en los cinco barrios neoyorquinos”, dijo. Su compañía, Galvanize Group, compra alrededor de medio millón de envases a la semana a los recolectores.
Rosa, de 36 años, se mudó de Ecuador a Nueva York hace 16 años y tiene dos hermanas que también trabajaban en la fábrica de ropa. También ellas recolectan ahora latas.
El año pasado, una firma de consultoría sobre medio ambiente, Eunomia, calculó que el número de recolectores es de entre 4 mil y 8 mil.
Hay un punto de recolección en Wall Street donde los súper recolectores que tienen tratos con bares para llevarse todos sus envases vacíos pueden reunir más de 500 dólares por noche.
En la madrugada del miércoles, dos docenas de inmigrantes chinos empujaban carritos cargados hacia la base del puente de Manhattan cerca del Barrio Chino.
Esperaban a Danny Farias, un camionero. “Este es mi punto”, dijo Farias, de 55 años. “Así es como pongo comida sobre mi mesa”.
Justo cuando estaba a punto de irse, apareció una mujer, que jalaba sogas sujetadas a un carrito lleno de bultos apilados. Delante de ella empujaba otro carrito con botellas de vidrio.
La mujer, Lin Meixian, de 52 años, había recolectado latas del sótano de un pequeño hotel en el Barrio Chino donde trabajaba como conserje. Farias no podía esperar. Hizo arreglos para que llegara otro camión.
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Lin habló en mandarín sobre las dificultades en su vida. Nunca había aprendido a leer, lo que hacía difícil encontrar empleo. Hace poco le habían hecho una cirugía cerebral a su esposo y ya no puede trabajar en restaurantes.
Anticipaba 90 dólares por esta carga, que representaba el trabajo de tres noches. Finalmente, el segundo camión compró sus latas.
Las cosas estaban tan mal que su suegra les enviaba dinero desde China, el sueño inmigrante invertido. Estaba agradecida, pero le preocupaba mantener a su familia.
“Nunca pensé que en EE. UU. estaría haciendo este tipo de trabajo”, dijo.
Jeffrey Singer, Jo Corona y Sean Piccoli contribuyeron con reportes a este artículo.
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