Olvidan una ciudad que ayudaron a resucitar
- Melina Delkic
Muchos de los migrantes suburbanos dicen que la "Pequeña Bosnia" no ha desaparecido; simplemente se desplazó.
ST. LOUIS, Missouri — A Beriz Nukic le tomó unos dos años abrir su propio negocio después de aterrizar en Estados Unidos como refugiado de guerra.
Nukic aprendió inglés mientras desarrollaba su primera compañía: una tostadora de café turco para bosnios, quienes beben café turco como si fuera agua. Al poco tiempo, expandió el negocio para convertirlo en un delicatessen, y luego abrió un restaurante, Berix.
Hizo todo eso en Bevo Mill, un vecindario alguna vez venido a menos en la parte sur de St. Louis que rápidamente se convirtió en el material de los sueños americanos. Ahí donde ventanas tapiadas habían bordeado las calles y las iniciativas de urbanización se habían estancado, miles de refugiados que huían de una brutal limpieza étnica llegaron en los 90, con planes.
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Aprendieron inglés, abrieron cafés y salones de belleza, y al poco tiempo le habían inyectado vida y color a la zona, que llegó a ser conocida como Pequeña Bosnia.
Amer Iriskic, de 28 años, recordó haber llegado al vecindario cuando tenía 7, en 1998, tres años después del fin de la sangrienta guerra civil en Bosnia y Herzegovina. “La gente estaba afuera todo el tiempo y era una atmósfera agradable”, dijo. Su padre y su tío abrieron una carnicería, donde vendían los cortes de cordero y ternera que sus clientes bosnios extrañaban.
Para St. Louis, ciudad que había perdido población durante décadas —tenía 400 mil habitantes en 1990, comparados con los más de 800 mil en los 50— la afluencia de lo que se calculó que era la población más grande de bosnios fuera de Bosnia pareció funcionar de maravilla. Por primera vez en generaciones, la narrativa urbana de casas abandonadas, negocios estancados y gente que se iba pareció cambiar.
Pero no duró.
Hoy, St. Louis, al igual que otras ciudades del Medio Oeste de EU, lucha con una nueva ronda de contracción, con una economía estancada, escuelas con carencias y una de las tasas de homicidios más altas del país. Y durante los últimos años, la gente que huyó de la violencia brutal en su patria ha huido de nuevo, a los suburbios.
Uno de los pioneros del éxodo fue Nukic, quien trasladó Berix de Bevo Mill a una plaza comercial que desarrolló en los suburbios del Condado de St. Louis en el 2010. Los Iriskic también se mudaron al sur y abrieron un local suburbano de su carnicería tres años después.
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Desde entonces, salones de belleza, sastres, carniceros y una multitud de otros establecimientos bosnios se unieron al éxodo, junto con los bosnios que los frecuentaban.
Historias similares se han desarrollado en ciudades de EU desde las décadas de la generación de posguerra del siglo 20, y han demostrado ser difíciles de revertir. Tras huidas masivas a los suburbios, a menudo ni siquiera inversiones cuantiosas en centros urbanos han logrado ayudar a las ciudades a reemplazar a los residentes que habían perdido.
En su apogeo a fines de los 90 y principios de la década del 2000, la población bosnia, incluidos los bosnios nacidos en EU, llegó a 70 mil habitantes en St. Louis y el condado circundante, de acuerdo con International Institute of St. Louis, organización benéfica que patrocina a muchos de los refugiados de la región. Ahora, el grupo calcula que la cifra es de menos de 50 mil.
Muchos de los migrantes suburbanos dicen que la Pequeña Bosnia no ha desaparecido; simplemente se desplazó.
Nukic les renta espacio a otros dos negocios propiedad de bosnios. A dos puertas de distancia está Lemay Meat, donde la familia Iriskic abrió su segunda carnicería y tienda de abarrotes. La oficina de un agente de seguros bosnio está en el mismo centro. En la acera de enfrente, un banco brinda servicio a clientes bosnios y hay una mezquita bosnia en la misma calle.
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St. Louis busca formas de hacer que el área de South City sea un lugar atractivo para vivir para nuevos residentes, de donde sea que provengan. El sistema de escuelas públicas de la ciudad recuperó acreditación hace dos años tras un lapso de una década. Y un nuevo plan para reducir la violencia, Cure Violencia, cobra impulso.
El año pasado se emprendió un proyecto de reurbanización de 12 millones de dólares y otro proyecto de 19 millones convirtió un YMCA cercano en un edificio de departamentos de lujo.
“En lugares como el Medio Oeste, a diferencia del noreste o California, hay que convencer a la gente de que es una idea genial, no sólo ir ocasionalmente a las zonas urbanas, sino vivir e incluso criar hijos ahí”, dijo Philip Kasinitz, director del programa de egresados en estudios de migración internacional en la Universidad de la ciudad de Nueva York.
“Eso va a necesitar un giro en la mentalidad estadounidense del último medio siglo”, dijo Kasinitz.
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