Obra de Kara Walker, critica al imperialismo y a Britania
- Siddhartha Mitter
La escultura emana dibujos, recortes de siluetas, películas y estatuas que exploran dominación y resistencia, particularmente en el contexto de las plantaciones, con una atención impávida a las perversiones morales y físicas de la artista.
LONDRES — El Victoria Memorial, la pieza central de la plaza que está frente al Palacio de Buckingham, es posiblemente el monumento más pomposo de la ciudad a la grandeza británica.
Junto a Victoria, Reina y Emperatriz, hay una cascada de estatuas alegóricas. Proas de barcos sobresalen de las esquinas. Sirenas y tritones en bajorrelieve vigilan su espejo de agua. Inaugurada en 1911, la edificación proyecta la certeza histórica y la satisfacción moral de la Britania que dominaba las olas.
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Kara Walker iba camino al aeropuerto de Heathrow después de realizar su visita inicial como expositora al Museo Tate Modern tras ser seleccionada para formar parte de la comisión anual del museo para la Sala Turbine, cuando vio el monumento desde su taxi.
“No lo había visto antes”, recordó Walker en su estudio en el barrio neoyorquino de Brooklyn. “Tomé un montón de fotografías”.
La instalación de Walker, la más reciente en la prominente serie que inició en el 2000 con Louise Bourgeois, fue inaugurada hace poco en el atrio de la planta de energía convertida en museo, donde se exhibe hasta abril.
Walker ha construido una contraparte perversa al Victoria Memorial —una fuente cuyos chorros emergen de los pezones y la yugular abierta de una figura de Venus de 12 metros de altura, que alimenta a un cuenco poblado por marineros y tiburones. Al centro del monumento y alrededor de sus orillas, ha instalado figuras alegóricas que exhiben su estilo distintivo —grotesco, a menudo violento y con capas de referencias a la historia del arte y comentario cultural.
Walker presenta su contramonumento, titulado “Fons Americanus” —la Fuente de América— como si fuera una ofrenda de un súbdito colonial: “Un regalo y talismán”, para “los ciudadanos del Viejo Mundo (nuestros captores, salvadores y familia íntima)”, de “esa negra célebre del Nuevo Mundo, Madame Kara E. Walker”.
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La obra emana con coherencia del conocido género de Walker de dibujos, recortes de siluetas, películas y esculturas que exploran dominación y resistencia, particularmente en el contexto de las plantaciones, con una atención impávida a sus perversiones morales y físicas.
Eso la ha convertido en una de las investigadoras contemporáneas fundamentales de la psique estadounidense y de las ansiedades raciales de las que Estados Unidos aún tiene que deshacerse. Pero sus proyectos se desbordan más allá de fronteras nacionales y responden a una historia que inició mucho antes de la llegada de africanos esclavizados a EU en 1619.
“De hecho, me saca un poco de quicio cuando veo referencias a mi obra que dicen ‘esclavitud en EU’”, dijo. “Yo hablo de la dinámica de poder, en cierto modo universalmente, y también en el Nuevo Mundo, o en el mundo que fue creado por el proyecto imperial”.
Ahora, en Londres, se ha abierto paso al origen. “Es una inversión del comercio triangular, ir de EU, pasando por África y de regreso a Inglaterra”, dijo. “O pensar en ello como una forma diferente —un círculo, un ciclo”.
Elaborar la idea tomó tiempo. Se vio obsesionada con el agua, luego con las fuentes, y recordó sus fotografías del monumento. “Estaba esperándome”, dijo.
El acabado irregular de las estatuas contrasta con el brillo del pedestal y el borde de la fuente, lo que sugiere una historia en movimiento, dijo Clara Kim, curadora en el Tate.
“Su intención era que es un monumento que está en proceso de ser formado”, dijo Kim. “Como si emergiera del suelo, de las profundidades de la historia”.
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Las partes que toman elementos directamente del Victoria Memorial se leen como sátira mordaz. Una figura, “El Capitán”, con el ceño fruncido y despatarrado, se inspira en Marcus Garvey o el personaje ficticio del Emperador Jones, ambos combatientes de la liberación convertidos en autócratas. También está “Reina Vicky”, una figura africana caricaturesca que carga un coco, cuya falda cobija a una figura a la que Walker llama “Melancolía”. Otra, “Ángel”, es un tronco y las ramas de un árbol, de las cuales cuelga una gruesa soga para una horca. Situadas por todo el cuenco, algunas parcialmente sumergidas, hay escenas que aluden a obras de arte que abordan el terror del Pasaje del Medio.
Walker trazó una conexión con las muertes de migrantes en el Mediterráneo. “En realidad no se puede expresar tanto con palabras”, dijo. “El océano es lo que importa. El río, el agua, es la entidad que realmente sabe”.
Walker imaginó la obra como creada para el público británico —envuelto, igual que el estadounidense, en la construcción de una sociedad pluralista. “Pienso en ello en términos de la gente”, dijo sobre su monumento. “Un regalo hacia algún ideal democrático”.
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