Mascotas locas pasan de moda en Japón
Es imposible saber con exactitud cuántas mascotas que promueven sus pueblos natales, ya sea como personajes ilustrados o como humanos disfrazados han sido eliminadas. Pero las cifras de la industria dan indicios del saldo.
- Ben Dooley
- - Publicado: 06/3/2020 - 12:00 pm
NAGANO, Japón — El alcalde de Misato, un pueblo de 4 mil 700 habitantes en la agreste región occidental de Japón, lanzó un ultimátum a principios del año pasado: Misabo, la mascota local, tenía que demostrar su valor. O de lo contrario...
Misabo, un sombrío jabalí con una montaña en la cabeza, tiene la abrumadora tarea de promover al poblado como destino turístico. Dio sus primeros pasos en el mundo en el 2013, cuando una fiebre de mascotas invadió Japón y cientos de pueblos en proceso de envejecer y de contraerse en todo el país recurrieron a personajes coloridos y a veces excéntricos para atraer a visitantes e inversionistas.
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Ahora, al tiempo que sus bases fiscales disminuyen junto con sus poblaciones, comunidades como Misato se preguntan cada vez más si la extravagancia vale la pena el gasto público. Ante la falta de evidencia que demuestre que los personajes están redituando beneficios económicos, la respuesta para muchos pueblos ha sido comenzar, discretamente, a retirarlos.
“Fue un auge sin ninguna realidad”, afirmó Akihiko Inuyama, quien escribió un libro sobre la industria de mascotas.
Es imposible saber con exactitud cuántas mascotas —que promueven sus pueblos natales ya sea como personajes ilustrados o como humanos disfrazados— han sido eliminadas. Pero las cifras de la industria dan indicios del saldo.
Sun Mold, fabricante de botargas, o disfraces de mascotas, afirmó que los pedidos han disminuido a cerca de la mitad de su punto máximo hace cinco o seis años, cuando la compañía producía de 20 a 40 trajes mensuales para los personajes, conocidos como “yuru-chara”.
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Una evidencia más dramática surgió en noviembre en el Gran Premio Yuru-chara, un evento anual para coronar a la mascota más tierna de Japón.
Para unos cuantos, el Gran Premio ha sido un trampolín a la riqueza. Kumamoto, una prefectura poco poblada en la isla sureña de Kyushu, obtuvo una inesperada ganancia económica de mil 200 millones de dólares en los dos años después de que Kumamon, su mascota, ganó el primer Gran Premio en 2011. Kumamon movió mercancía y aumentó el turismo.
Inspirados por el éxito de Kumamon, los gobiernos locales se apresuraron a aprovechar el momento.
Pero el número de personajes en el Gran Premio de noviembre, realizado en Nagano, se redujo a un tercio del máximo de alrededor de mil 700 que participaron en el 2015. Y los funcionarios anunciaron que la competencia del 2020 sería la última.
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Por lo general, los resultados eran encantadoramente surreales. Narita, hogar del aeropuerto internacional más grande de Tokio, concibió una anguila de felpa con propulsores de avión.
Sin embargo, la novedad desapareció rápidamente. Los imitadores estaban por todas partes: proliferaron los espíritus acuáticos con apariencia de rana llamados Kappa, y después de que Sanomaru —un perro con un tazón de ramen sobre la cabeza— ganó el Gran Premio de 2013, empezaron a aparecer otros animales vistiendo fideos japoneses.
Pero no hay que temer por Misabo, al menos por ahora. El alcalde ha aceptado que Misabo ande por ahí un año más.
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