Lirón relleno, un manjar de la antigua Roma que persiste en la actualidad
El platillo se preparaba destripando al roedor, rellenándolo de carne de puerco molida, y horneándolo. Inclusive, es una especialidad romana que ha persistido, y aún se sirve en Croacia y Eslovenia.
- Farah Nayeri
- - Publicado: 21/10/2019 - 03:00 pm
OXFORD, Inglaterra — ¿Alguien gusta un lirón relleno como entrada?
El platillo era un manjar en la antigua Roma. Se preparaba destripando al roedor, rellenándolo de carne de puerco molida, y horneándolo. El lirón había sido engordado previamente en un frasco especial que tenía peldaños minúsculos moldeados en su interior, para que pudiera correr antes de ser sacrificado. Un frasco de este tipo está en exhibición en “Last Supper in Pompeii” (Última Cena en Pompeya), en el Museo Ashmolean, en Oxford. La exposición durará hasta el 12 de enero del 2020.
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Pompeya es quizá la ventana más importante hacia la antigua Roma. Cuando hizo erupción el Monte Vesubio en el año 79 d.C., la ciudad fue sepultada bajo cenizas sobrecalentadas. El calor mató a los habitantes casi instantáneamente, aun mientras la ceniza preservaba sus últimos momentos para siempre, ofreciendo un vistazo a la vida cotidiana de los antiguos romanos —incluyendo qué comían, y cómo lo comían.
La comida era una parte crucial de la cultura romana; tan sólo Pompeya estaba rodeada por unas 80 granjas y viñedos.
El lirón es una especialidad romana que ha persistido: aún se sirve en Croacia y Eslovenia.
“A las personas acostumbradas a la cocina italiana moderna les sorprendería mucho la comida de la antigua Roma: para empezar, no había tomates, ni pizzas y pasta”, expresó Mary Beard, catedrática de estudios clásicos en la Universidad de Cambridge, en un correo electrónico.
Una típica taberna pompeyana podría haber servido carne de puerco, pollo o cabra a la parrilla con pan y verduras, dijo Paul Roberts, curador de la exhibición.
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Hay una reconstrucción de un comedor, o “triclinium”, donde los romanos ricos se reclinaban en un sofá de cemento de tres lados a la hora de comer. Las comidas consumidas allí podían iniciar con huevos, aceitunas, empanadas saladas, y a veces lirones. Luego llegaban los mariscos: un mosaico exquisito en la exposición muestra a un pulpo con ojos saltones rodeado por innumerables peces y crustáceos. El platillo principal era carne, seguido por fruta.
Otros aspectos de la comida romana podrían sonar desagradables. Uno es una salsa de pescado con olor penetrante llamada garum, que se ponía sobre todo, incluyendo los postres. El condimento se preparaba al dejar las partes no consumidas de un pez —vísceras, branquias, cabezas, colas y aletas— en un barril para que se fermentaran dos o tres semanas.
“El olor habría sido indescriptible”, señaló Roberts, que ha probado el garum al estilo romano. “Pero extrañamente, cuando le extraes el líquido, sabe delicioso, y no sabe a pescado”.
El aspecto más repelente de la cultura alimentaria romana eran las cocinas mismas. Eran “calurosas, sofocantes, oscuras y malolientes”, dijo Roberts —principalmente porque los inodoros y las letrinas también estaban allí.
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Hacia el final de la exhibición hay un mosaico que adornaba el piso de un comedor en Pompeya y que ahora luce extrañamente profético: representa a un esqueleto humano de tamaño natural que sostiene una jarra de vino en cada mano.
“Los dos mundos de la muerte y el banquete, la mesa y la tumba, nunca estaban muy separados”, dice el texto en la pared. “El mensaje es muy claro: carpe diem —aprovecha el momento. Disfruta los placeres del banquete mientras puedas”.
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