La popularidad de los títeres perdura en Francia
En Francia operan unas 600 compañías de marionetas, y la mayor concentración de teatros, conocidos como châtelets. Se encuentra en parques alrededor de París. Muchos son dirigidos por descendientes de marionetistas.
- Liz Alderman
- - Publicado: 10/12/2019 - 03:00 pm
PARÍS — Los niños se apresuraron con sus padres hacia un teatro de títeres en los Jardines de Luxemburgo, el popular parque en el Centro de París.
Unos 40 espectadores de 2 a 8 años de edad entraron en una sala brillantemente iluminada con paredes negras y bancas de piel rojas frente a un escenario en miniatura. Françis-Claude Desarthis, de 73 años, el dueño del teatro, recorrió los pasillos, haciendo sonar una campana de bronce para anunciar el comienzo del espectáculo.
“¡Silencio!” gritó una niña de 4 años. “¡Ahí viene Guiñol!”
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Desarthis, que se había escabullido detrás del escenario, se acomodó sobre el brazo un títere de madera de 90 centímetros de alto con cejas arqueadas, mejillas color cereza y un abrigo café. Guiñol fue reconocido de inmediato por la multitud.
Guiñol derrota a los malos —en este día, a un malévolo chef francés— y defiende a los oprimidos. En un escenario estrellado con Montmartre y la Torre Eiffel pintados en el fondo, impartía justicia a otros títeres mientras los niños lo aclamaban.
“Los niños están completamente embelesados”, dijo Patrice Seme, de 54 años, que había traído a sus nietos al Théâtre des Marionnettes du Luxembourg, uno de los más antiguos de París. “No puedes lograr esto con un iPhone”.
En Francia operan unas 600 compañías de marionetas, y la mayor concentración de teatros —conocidos como châtelets— se encuentra en parques alrededor de París. Muchos son dirigidos por descendientes de marionetistas.
Desarthis es uno de ellos. Comenzó a aprender de su padre a los 6 años.
Desde Cenicienta hasta caricaturas de la clase obrera como Gnafron, un zapatero pobre, títeres animados con las manos, con cuerdas o con palos mantienen cautivado al público de todas las edades. Cantan melodías conocidas, desafían la autoridad y se enfrentan a los dramas de la vida.
El taller de Desarthis, cerca de los Jardines de Luxemburgo, está lleno con 2 mil 500 figuras de Guiñol que ha ido fabricando a lo largo de las décadas. Él también pinta los escenarios, graba voces y programa efectos especiales en 80 proyectores.
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Desarthis se inspiró en su padre, que construyó el primer teatro de títeres independiente de París en 1933. En aquel entonces, los Jardines de Luxemburgo recibían el triple de visitantes. “Casi no había autos, y la gente no salía de vacaciones”, dijo. “Le tout Paris iba ahí, y todos los espectáculos de títeres se llenaban”.
Ahora, dijo Desarthis, los niños tienen más distracciones. “Pero una vez que entran en mi teatro, tienen una interacción directa con los Guiñoles, y se olvidan de todo eso”.
Metió la mano en un trozo de tela café con una bola de madera encima. De repente, Guiñol se levantó, agitando los brazos y señalando alrededor del teatro.
“La gente no entiende el arte que es hacer que un títere cobre vida”, dijo Desarthis. “La magia está en la muñeca”.
La marioneta cobró vida propia en el siglo 17, cuando los personajes estaban dirigidos a los adultos. El más popular fue Guiñol, creado en 1808.
Guiñol tocó una fibra sensible entre la clase obrera. Se quejaba de la miseria y la injusticia, se burlaba de la autoridad y golpeaba a los títeres que acosaban a los pobres. El mensaje era tan claro que Napoleón III censuró por un tiempo las obras.
“La gente se identificaba con Guiñol”, dijo Lucile Bodson, ex directora del Instituto Internacional de Marionetas. “Entró en la cultura popular y les dio poder para expresarse contra los poderosos”.
Hoy en día, Guiñol es una versión atenuada de su antiguo yo.
“Es la tensión entre el bien y el mal, y que la justicia recompensa a los buenos”, dijo Desarthis.
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Salió del escenario para prepararse para otro espectáculo. Mientras un nuevo grupo de niños se acercaba, una balada sobre el titiritero se proyectaba en un video.
“Tiene calor y le duelen los brazos”, decía la canción. “Pero hace reír a los niños. ¡Qué cosa tan hermosa, amigos míos, ser niño eternamente!”
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