La fórmula de 'caldo hediondo' puede ser el peor olor jamás creado
Investigar malos olores puede ser difícil. Los químicos hablan con tono de advertencia sobre una sustancia llamada tioacetona, que en 1889 fue objeto de experimentos en un laboratorio en Alemania.
- Randall Munroe
- - Actualizado: 08/3/2020 - 09:59 am
Un lector pregunta: ¿cuál es el olor más universalmente repugnante para los seres humanos?
Los olores pueden ser bastante subjetivos.
En 1998, se solicitó a Pamela Dalton, una psicóloga cognitiva en el Centro de Sentidos Químicos Monell, en Filadelfia, que desarrollara una bomba odorífera para el Departamento de Defensa de Estados Unidos. Sus experimentos arrojaron que personas de diferentes antecedentes y diferentes partes del mundo, quienes crecieron oliendo y comiendo cosas diferentes, con frecuencia discrepaban radicalmente sobre qué huele bien o mal.
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El mejor candidato que halló Dalton para un olor universalmente desagradable era algo llamado “Malolor de Baño Estándar del Gobierno de EE. UU.”, una sustancia diseñada para imitar el aroma de letrinas militares en el campo, para poder poner productos de limpieza a prueba. Ella eligió el líquido aromático como la base para su receta de bomba odorífera.
La fórmula resultante, que ella llamó Caldo Hediondo, bien puede ser el peor olor jamás creado.
Mary Roach, una escritora de temas científicos, es una de los pocos humanos que ha intentado inhalar el Caldo Hediondo. En su libro del 2016, “Grunt: The Curious Science of Humans at War”, ella describió el aroma como “Satanás sobre un trono de cebollas en descomposición”.
¿Acaso el Caldo Hediondo realmente es el peor olor del mundo? Es difícil decirlo, en parte porque investigar malos olores puede ser difícil. Los químicos hablan con tono de advertencia sobre una sustancia llamada tioacetona, que en 1889 fue objeto de experimentos en un laboratorio en Alemania. Una reacción con tioacetona produjo un olor tan terrible que emanó del laboratorio e inundó la ciudad, causando evacuación y pánico generalizados.
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Derek Lowe, un químico industrial que ha escrito sobre la tioacetona, dijo que era difícil saber a ciencia cierta qué sustancias químicas produjeron el olor en el incidente de 1889. La tioacetona habría sido convertida en otra sustancia química —él sospechaba de una llamada gem-dimercaptano” que podría haber sufrido reacciones adicionales. Nadie parece ansioso por repetir los experimentos para averiguar qué moléculas se producen.
“Prácticamente todos los compuestos que se pueden extraer de la tioacetona van a apestar”, dijo Lowe. Pero se desconoce exactamente cuánto apestarían. “No muchos de nosotros hemos olido un gem-dimercaptano. Bien podría ser intenso”.
La potencia de los aromas es medida por su “umbral de detección de olor”, que es la cantidad de la sustancia que se necesita añadir al aire antes de que la gente promedio la pueda oler. La gasolina tiene un umbral de detección de olor de alrededor de 100 microgramos por metro cúbico. Si se evaporaran 3 litros de gasolina en el aire desde una gran altura, se produciría suficiente vapor para que el aire oliera a gasolina 180 metros en cualquier dirección.
Hay sustancias más olorosas que la gasolina. El etilmercaptano, la sustancia añadida al gas natural para facilitar la detección de fugas de gas, tiene un umbral de detección de olor de sólo 1 o 2 microgramos por metro cúbico.
Y no todos los olores fuertes son malos. Una de las sustancias con el umbral de detección de olor más bajo es la vainillina, el componente principal del extracto de vainilla.
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Las estimaciones varían, pero su umbral de detección de olor probablemente es de entre 0.1 y 0.2 microgramos por metro cúbico, mucho menor que el etil o el metilmercaptano. Eso significa que uno o dos buques petroleros llenos de vainillina bien podrían usarse para dar a toda la Tierra un ligero aroma a vainilla.
Lowe dijo que lo peor que había olido en su trayectoria surgió cuando combinó sulfuro de dimetilo (piense en una flatulencia) con un poco de silicio que estaba sometiendo a una reacción llamada olefinación de Peterson. Ninguno de los dos huele bien por sí solo, pero combinados produjeron algo trascendentalmente pestilente. “Olía a lo que te imaginas olería el tubo de escape de un ovni”, dijo. “Fue espectacularmente extraño y horrible”.
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