Incluyen el fetichismo en los eventos de música clásica
- Liam Stack
Al finalizar el acontecimiento, los músicos cantaron junto con el público, que incluía a hombres mayores cuyos atuendos de piel estaban complementados con bastones. La canción era de Marlene Dietrich, una crítica de los nazis, quien se marchó en los 30.
BERLÍN — Un silencio se apoderó de los fetichistas reunidos en la iglesia de Los Doce Apóstoles en Berlín, cuando el chelista, vestido con ropa de piel negra, se sentó frente al altar y comenzó a interpretar a Rachmaninoff.
Acomodadores de las Hermanas de la Perpetua Indulgencia, un grupo travestí con temática de monjas, lo veían cautivados.
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Cuando terminó el chelista, un organista vestido en ropa de piel ejecutó una pieza de Bach.
Classic Meets Fetish fue uno de los eventos inaugurales en Folsom Europa, un festival de cinco días de fiestas callejeras, eventos culturales y noches de antro desenfrenadas que atrae a miles de turistas a lo que organizadores describen como la capital europea del fetichismo.
“Vivimos en una sociedad que se ha polarizado, pero siempre he creído que el fetichismo une, igual que la música une a las personas”, dijo Tyrone Rontganger, el organizador, al público.
Hay eventos de Folsom cada año en San Francisco, cuya Calle Folsom dio al festival su nombre y su primera sede en 1984, y en Nueva York. Pero ninguna de las versiones estadounidenses tiene la reputación estrafalaria de Folsom Europa, que obtiene su caché de Berlín, cuya vibrante vida nocturna todo el año atrae a todos, incluyendo turistas de sexo gay y despedidas de solteras británicas.
La capital alemana —y Schöneberg, el barrio en donde se lleva a cabo Folsom— también está profundamente inmersa en la historia LGBT del siglo 19 e inicios del siglo 20, cuando la ciudad era el centro de la cultura y el activismo gay.
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Esa era de apertura tuvo un fin violento a manos de los nazis y no volvió hasta que Berlín Occidental se convirtió en una meca contracultural de la Guerra Fría.
Los organizadores de Folsom señalan que quieren celebrar esa libertad ganada a pulso, pero también advirtieron que la reputación sexual de “todo se vale” de Berlín podría ser imprecisa.
“De hecho, creo que somos menos escandalosos que en San Francisco”, señaló Daniel Ruester, un administrador financiero para Lufthansa quien cofundó el festival en el 2003, al llamar a la ciudad “sexy, pero no sexual”.
La atracción principal de Folsom Europa es una feria que convierte a Schöneberg en una pasarela fetichista, donde miles de participantes en atuendos elaborados —en su mayoría hombres gay, bisexuales y transgénero— presumen su look.
En el evento de este año, que se realizó en septiembre, había una abundancia de uniformes —desde el Departamento de Policía de NY y la Legión Extranjera Francesa hasta la Policía Montada de Canadá. El mar de cuero estaba interrumpido por otros vestuarios: había un hombre con un atuendo de cebra, con todo y tacones con franjas de cebra.
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El sentido de parrandear en la cumbre de un paraíso perdido empapó incluso al concierto de música clásica. Al final, los músicos cantaron junto con el público, que incluía a hombres mayores cuyos atuendos de piel estaban complementados con bastones. La canción era de Marlene Dietrich, una crítica de los nazis, quien se marchó en los 30.
“Aún tengo una maleta en Berlín, es por ello que debo regresar de nuevo”, entonó el público. “La felicidad de días pasados aún está toda en mi maleta”.
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