Feministas argentinas revolucionan el tango
- Ernesto Londoño
Las bailarinas veteranas de tango señalan que los intervalos de 15 minutos pueden convertirse en un suplicio cuando el apretón de un compañero se siente sofocante o cuando su mano deambula más allá de la cintura.
BUENOS AIRES — Los zapatos de piso rojos de Liliana Furió se deslizaban sobre la pista de baile en movimientos rápidos y seguros, haciendo que sus pantalones holgados se mecieran suavemente.
Ella y un esbelto joven ruso estaban unidos en un abrazo estrecho al tiempo que daban vueltas en sentido contrario a las manecillas del reloj con otras parejas en perfecta sincronía. Pero era difícil distinguir quién estaba guiando a quién. Algunas parejas parecían estar perdidas en un abrazo amoroso, mientras que otras se movían hacia adelante y hacia atrás de manera juguetona.
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Y eso es lo que Furió tenía en mente cuando creó un festival de baile semanal que rompería con todas las reglas del tango.
Inició el evento a principios de este año, llamándolo La Furiosa. Es parte de un esfuerzo por parte de feministas para hacer que el tango sea menos patriarcal.
En el tango tradicional, los varones invitan a las mujeres a bailar mediante un ademán sutil con la cabeza, conocido como cabeceo, normalmente hecho desde el otro extremo del salón. Sobre la pista de baile, el hombre reafirma su control en una secuencia de movimientos que van de provocadoramente sensuales a incómodamente dominantes.
Las mujeres, quienes se espera que usen vestido y tacones altos, deben aferrarse fuertemente durante series de cuatro canciones. Las bailarinas veteranas de tango señalan que los intervalos de 15 minutos pueden convertirse en un suplicio cuando el apretón de un compañero se siente sofocante o cuando su mano deambula más allá de la cintura.
“Es algo así como un juego para poner a prueba dónde están los límites”, dijo Victoria Beytia, quien, junto con Furió, es parte de una coalición informal conocida como el Movimiento Feminista del Tango.
En julio, el grupo publicó un protocolo para hacer que los salones de tango sean menos dogmáticos respecto a los papeles tradicionales de género y más firmes en cuanto a eliminar de raíz el acoso y la agresión sexual. Ofrece directrices para los organizadores de tango, incluyendo la aceptación de parejas alejadas de los roles heteronormativos.
“El tango es un reflejo de lo que sucede en nuestra cultura y, durante mucho tiempo, nuestra cultura ha permitido que los hombres te toquen donde quieran, y si te quejas, te tachan de loca”, afirmó Beytia.
Furió, una cineasta de 56 años, se familiarizó con el tango cuando era niña. Su padre, un oficial militar que después sería hallado culpable de delitos graves cometidos durante la dictadura argentina, hizo de ver el programa de televisión “Grandes Valores del Tango” un ritual familiar obligatorio.
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“Sentí una fascinación por el baile”, recordó Furió, en el departamento que comparte con su esposa alemana.
De adulta, empezó a asistir a los salones de tango en Buenos Aires, conocidos como milongas. Pero su pasión fue desalentada por rituales que le parecieron sexistas.
El tango argentino es producto de los ritmos y las tradiciones que se cruzaron en los siglos 18 y 19 en los distritos pobres de Buenos Aires que sirvieron como hogar para inmigrantes europeos, ex esclavos africanos y residentes locales.
En un principio repudiado por las élites y la iglesia católica, que lo consideró obsceno, el tango fue acogido a principios del siglo 20.
Las letras de muchos clásicos del tango cuentan historias de amor, añoranza y traición. Pero varias son odas explícitas a la sumisión de las mujeres y la violencia en su contra.
“Amablemente”, de Iván Díez, habla sobre un hombre que sorprende a su pareja con otro. Él le exige a ella que le prepare un trago, se inclina para besarla y “amablemente la apuñala 34 veces”.
“Durante algún tiempo, esas letras fueron algo natural y simplemente me reía de ellas”, comentó Furió. Pero este subconjunto del tango quedó bajo la lupa al tiempo que creció el movimiento feminista en Argentina.
Soraya Rizzardini González, una instructora que es parte del Movimiento Feminista del Tango, dijo que aunque las canciones que justifican explícitamente la violencia podrán ser la minoría, el tango siempre ha reflejado un sexismo estructural generalizado en Argentina.
“Los roles de género son fijos”, apuntó. “Una persona guía y la otra no”.
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En los 90, los argentinos gays comenzaron a organizar colectivos de baile que crearon espacios en los que las mujeres podían marcar el paso y las parejas del mismo sexo podían alternar papeles.
En el 2003, poco después de haber salido del clóset, Furió vio un anuncio de lecciones de tango gay y la idea le pareció fascinante.
Al tiempo que más mujeres se convertían en instructoras de tango, las milongas empezaron a acoger a parejas del mismo sexo, mujeres guiando a hombres y otros rompimientos con las costumbres.
Sin embargo, algunos se mantienen comprometidos con la tradición. Héctor Norberto Pellozo, quien encabeza la milonga Los Cachirulos, insiste en que los invitados vistan elegantemente y se apeguen a los rituales de cortejo en los que las mujeres deben esperar el interés de los varones. Se burló de la idea de que el tango ha perpetuado la desigualdad de género, y afirmó que, aunque respetaba a la gente gay, la idea de que pueden bailar tango era una blasfemia.
Al haber sido alguna vez expulsada de la milonga de Pellozo por tratar de bailar con otra mujer, Furió no simpatiza con él. Pero le consuela el hecho de que está atrayendo una multitud más grande a La Furiosa.
“Quizás lo hemos ampliado hasta convertirlo en algo que es fraternal y no necesariamente sensual”, indicó.
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