Existe un vínculo eterno entre la comida y el luto
- Amelia Nierenberg
Prácticamente todas las culturas llevan platillos a los sobrevivientes en las semanas después de un fallecimiento. Sin embargo, en el caso de un cónyuge, acostumbrado a compartir cada comida con una pareja, el duelo puede prolongarse mucho después.
GLEN ELLYN, Illinois — Cuando murió su esposo, Bill, hace 6 años, Michele Zawadzki se preparó para el duelo. Habían estado juntos 47 años —desde la preparatoria— así que sabía que la vida sin él sería muy dura.
Sin embargo, lo que no anticipó fue lo difícil que sería encender su estufa. O lo arduo que sería ir a un restaurante con sus amigos y ser la única manejando sola de regreso a casa. O cómo se sentiría caminando por los pasillos del supermercado, pasando junto a alimentos que a él le encantaban.
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“Hay detonantes en todas partes con la comida”, dijo.
El vínculo entre la comida y el luto es profundo: en prácticamente todas las culturas, una comunidad lleva platillos a los sobrevivientes en las semanas después de un fallecimiento. Sin embargo, en el caso de un cónyuge, acostumbrado a compartir cada comida con una pareja, el duelo puede prolongarse mucho después, renovado constantemente por los ritmos de hacer la despensa, cocinar y comer.
Los consejeros de duelo dicen que es apenas en la última década que los grupos sin fines de lucro han comenzado a abordar directamente la relación entre el luto y la comida.
En comidas ofrecidas por The Dinner Party, una organización que se ha extendido a más de 100 ciudades a nivel mundial desde su fundación en el 2014, las personas veinteañeras o treintañeras que han perdido a un ser querido se reúnen con regularidad para compartir.
En los suburbios de Chicago, un grupo llamado Culinary Grief Therapy aborda directamente el vínculo entre la comida y la viudez.
El grupo tuvo su origen en un estudio del 2016 sobre las dificultades de comer y cocinar como viuda.
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“El cocinar y las horas de comida son algunos de los aspectos más ignorados del duelo”, dijo Heather Nickrand, autora del estudio. “¿A cuántas personas realmente se les pregunta: ‘¿cómo va la cocinada o la compra de la despensa? ¿Estás comiendo bien?’”.
Ella fundó Culinary Grief Therapy, que enseña cómo cocinar, comer y hacer la despensa para una sola persona. Zawadzki es una de alrededor de 30 viudas que acuden a una gran cocina industrial a aprender recetas con ingredientes mínimos.
“Al principio, simplemente no quería cocinar”, dijo Diana Kantak, de 78 años, quien compartía una estación de cocina con Zawadzki. “Sólo me hacía un tazón de cereal”.
Kantak tenía 54 años de casada cuando murió su marido, Francis, en el 2013. Las dos mujeres platicaban mientras partían ingredientes. Cuando el grupo se sentó a comer, muchas hablaron de lo difícil que podía ser planear un menú.
“Son cosas sencillas como, ‘¿qué quieres de cenar?’”, dijo Pat Smith, de 60 años. “Y es como, ‘no sé. ¿Qué quiero de cenar?’”.
Zawadzki coincidió: “Ya no tienes con quién rebotar ideas”.
Deborah Stephens, de 64 años, quien vive en Carolina del Sur, ha perdido 30 kilos desde que murió su esposo, David, hace dos años. Durante meses, sólo ingería una taza de café en la mañana y un trozo de queso en la tarde.
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“La comida era lo último que quería”, dijo. A su marido le encantaba comer y a ella le encantaba cocinar para él.
El saborear las cosas puede en sí sentirse como una traición. Un cónyuge experimenta el olor de champiñones cocinándose en mantequilla, mientras que el otro no tiene ya esa oportunidad.
Todos los años, en el aniversario de su primera cita, Zawadzki va al pequeño restaurante a donde fueron cuando ella tenía 15 años. Ordena una malteada de chocolate y un sandwich de pavo, que fue lo que comieron ese día hace más de 50 años, y allí permanece, pensando en él.
“Él probablemente me está viendo desde allá, diciendo, ‘¿es en serio, Michele? ¿En serio?’”, dijo, con una risa. “Pero funciona para mí. Me estoy aferrando a esos recuerdos y finalmente puedo reírme con él de nuevo”.
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