Enfrentan con generosidad la crisis del coronavirus
Arrendadores han perdonado las rentas. Sastres han repartido miles de mascarillas hechas en casa. Atletas y grupos de jóvenes han entregado alimentos a hospitales y a familias necesitadas.
- Mujib Mashal, Asadullah Timory y Najim Rahim
- - Actualizado: 21/4/2020 - 03:48 pm
KABUL, Afganistán — Alrededor de la época en que su ciudad natal se convirtió en el epicentro del coronavirus en Afganistán y el Gobierno dio inicio al confinamiento, Mohamed Kareem Tawain, un dentista de 80 años en la ciudad de Herat, tuvo un sueño una noche: tomaba dinero de su esposa para distribuirlo como caridad, pero no encontraba a nadie en las calles para dárselo.
“Cuando llegué a la clínica a la mañana siguiente e interpreté mi sueño, supe que tenía una conexión directa con el coronavirus”, expresó Tawain. “Decidí que perdonaría la renta de las 10 tiendas de mi propiedad”, lo que equivale a unos 6 mil dólares.
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El virus se está propagando por todo Afganistán en un momento en que el país está lidiando con una intensa guerra con el talibán, una disputa electoral que ha dividido al Gobierno y provocado una reducción de mil millones de dólares en ayuda de Estados Unidos como castigo, y una pésima economía con la mitad de la población en la pobreza.
En este momento de necesidad, los afganos comunes han dado un paso al frente para compartir lo poco que tienen, recurriendo a una cultura de generosidad, voluntariado y cuidado dentro de la comunidad que muchos temían que se hubiera visto mermada por décadas de guerra, avaricia y corrupción.
Por todo Afganistán, arrendadores han perdonado las rentas. Sastres han repartido miles de mascarillas hechas en casa. Atletas y grupos de jóvenes han entregado alimentos a hospitales y a familias necesitadas. Salones para bodas y escuelas se han ofrecido para ser convertidos en hospitales.
En Kunduz, ciudad invadida por el talibán en dos ocasiones en los últimos años, docenas de comerciantes han contribuido con lo poco que pueden costear: instalando lavabos y jabón para que los transeúntes puedan desinfectarse.
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La pobreza generalizada interfiere incluso con los esfuerzos fundamentales para afrontar la propagación del virus. Tantas personas dependen de sus salarios diarios para dar de comer a sus familias, que imponer una cuarentena en las ciudades y cerrar los mercados los empuja a otra amenaza: el hambre.
Naqibullah Faiq, gobernador de la provincia de Faryab, dijo que muchos hombres se han negado a ir a hospitales porque sus familias dependían de ellos para sobrevivir. Así que ha intentado acabar con esa resistencia dando a sus familias despensas con alimentos básicos.
Faiq obligó a un hombre a ir al hospital.
“Se escapó de la ambulancia dos veces y una vez de la Policía”, informó.
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Al ir a la casa de la familia, Faiq encontró a la madre del hombre, quien dijo que su hijo era el único que tenía empleo. “Así que les dimos un costal de harina, uno de arroz, 2 kilos de azúcar, 5 kilos de frijoles”, dijo. “Entonces, el hombre gustosamente fue al hospital para permanecer en cuarentena”.
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