Coronavirus revela fachada de estabilidad
Los críticos en línea comparan desfavorablemente a líderes actuales con los pasados. Algunas personas han exhortado a funcionarios locales del partido a que se quiten la vida.
- Li Yuan
- - Actualizado: 16/3/2020 - 10:54 am
Desde afuera, el Partido Comunista de China parece poderoso y eficaz. Ha reforzado su control sobre la política y la cultura, la economía y la vida cotidiana, para proyectar la imagen de una sociedad que se unifica.
El brote del coronavirus ha hecho trizas esa fachada.
Los miembros del personal de hospitales por todo China suplican en línea el envío de suministros médicos. Videos muestran a pacientes en Wuhan, la ciudad al centro del brote, implorando tratamiento al personal médico. Residentes de Wuhan y su provincia, Hubei, están siendo expulsados de aviones, hoteles y poblados.
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Los críticos en línea comparan desfavorablemente a líderes actuales con los pasados. Algunas personas han exhortado a funcionarios locales del partido a que se quiten la vida.
Incluso algunos con lazos al liderazgo del partido están haciendo un llamado a que aquellos en el poder arrojen luz sobre las divisiones en lugar de ocultarlas. La crisis ha mostrado que China continúa plagada de vulnerabilidades que ninguna cantidad de censura o intimidación puede ocultar.
Para los detractores en línea de las respuestas del Gobierno, la crisis ha motivado un replanteamiento del gran toma y daca con el partido, en que la gente ha cedido sus derechos individuales a cambio de la promesa de estabilidad y prosperidad.
“Renunciamos a nuestros derechos a cambio de protección”, escribió un usuario en el sitio de redes sociales Weibo. “¿Pero qué tipo de protección es? ¿A dónde nos llevará nuestra persistente apatía política?”.
La publicación fue compartida más de 7 mil veces y recibió 27 mil “me gusta” antes de que los censores la borraran.
Los occidentales pueden quedar fácilmente asombrados con la rapidez con la que el Gobierno chino puede movilizar recursos y construir infraestructura. Incluso algunos expertos internacionales en salud pública han dicho que estuvieron impresionados con la velocidad y escala del cerco sanitario de China sobre más de una docena de ciudades que afectó a decenas de millones de personas. La propaganda china ha destacado dichas capacidades al tiempo que dos hospitales nuevos para coronavirus han sido construidos en espacio de días en Wuhan.
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Muchos chinos están satisfechos con el statu quo porque creen que el partido ha mantenido sus intereses en mente.
La epidemia amenaza con cambiar parte de esa mentalidad.
Las autoridades en Wuhan minimizaron en un principio la amenaza y censuraron la información al tiempo que se propagaba la enfermedad. Entonces, la ciudad y la provincia abruptamente impusieron prohibiciones para viajar, aun cuando millones ya habían partido para celebrar el Año Nuevo Lunar de China.
Los residentes locales se quejaron de que las restricciones al tránsito dificultaban que la gente fuera a trabajar y buscara ayuda médica, lo que quizás obstaculizaba los esfuerzos de prevención.
El sistema médico de Wuhan estaba tan abrumado que circularon ampliamente en línea videos de trabajadores médicos sufriendo colapsos nerviosos y pacientes desesperados implorando ayuda.
Para muchos, la revelación más inesperada llegó cuando a los hospitales se les agotaron los suministros y tuvieron que pedir donaciones en las redes sociales.
Mientras tanto, los líderes nacionales parecen no tener contacto con la realidad. Al tiempo que el brote se convertía en crisis nacional, la primera página del Diario del Pueblo, portavoz del Partido Comunista, exaltó al liderazgo, pero no mencionó a Wuhan. “No hay pueblo en el Diario del Pueblo”, me dijo en un mensaje una de mis contactos de WeChat, una economista.
En un país donde la historia a menudo es reescrita para servir a los intereses del partido, las lecciones del pasado pueden ser olvidadas. Los debates sobre el SARS, el brote que causó la muerte de cientos de personas hace 17 años, han sido silenciados. Incluso al tiempo que muchos se quejan de los líderes actuales, se expresan con nostalgia del papel que jugó el expresidente Hu Jintao en la epidemia del SARS, aparentemente olvidando que Beijing intentó encubrir ese brote durante tres meses.
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La Policía en diversas partes de China ha multado o detenido a docenas de personas por difundir “rumores”, muchos de los cuales afirmaban que había casos confirmados del virus localmente, de acuerdo con el conteo de una cuenta de WeChat que se basa en reportes de los medios.
Muchos chinos aún creen firmemente en el poder del Gobierno central. Después de que el primer ministro Li Keqiang visitó Wuhan el 27 de enero, una semana después de que la epidemia se convirtió en crisis declarada, un jubilado le contó a mi colega Chris Buckley, “En China, si un líder hace una visita, eso muestra que todos los recursos del Gobierno pueden ser movilizados”.
Li Haipeng, un experiodista, pronosticó que el Estado terminaría por salir al rescate de Wuhan.
“Se interpretará, demostrará y confiará en que el Estado es el único salvador”, escribió en Weibo. “Todas nuestras historias son las mismas: comienzan con el fracaso del Estado y terminan con su victoria”.
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