Asesinato despierta temores en África
- Sarah Maslin Nir
Ahora, cantidades de guías rondan por los hoteles vacíos, plantados por turistas que cancelaron sus viajes.
![Veronique Fara, pareja de Fiacre Gbédji, un guía en Benín que fue asesinado, con la hija de 2 años de ambos. Foto/ Finbarr O’Reilly para The New York Times.](https://www.panamaamerica.com.pa/sites/default/files/asesinato_0.jpg)
Veronique Fara, pareja de Fiacre Gbédji, un guía en Benín que fue asesinado, con la hija de 2 años de ambos. Foto/ Finbarr O’Reilly para The New York Times.
PARQUE NACIONAL DE PENDJARI, Benín — Como guía de safari en una reserva natural en África Occidental, Fiacre Gbédji a menudo no parecía diferente a los turistas bajo su cuidado: se mostraba entusiasta sobre cada avistamiento de león.
Pero cuando Gbédji y dos turistas franceses a los que guiaba en las profundidades del Parque Nacional de Pendjari fueron secuestrados por terroristas, la respuesta internacional a los hombres involucrados fue muy diferente. Los turistas fueron rescatados 10 días después por el Ejército francés. Dos comandos franceses resultaron muertos durante la misión. En medio de la atención internacional, Gbédji desapareció; si llegaba a ser mencionado, era sólo “su guía”.
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Los secuestradores lo mataron a tiros días antes de la redada a principios de mayo, dijeron funcionarios, y sus restos fueron devorados por animales.
Pero el nombre de Gbédji se ha convertido en presagio temeroso en Benín, un país en África Occidental situado entre Togo y Nigeria. Estaba en proceso de emerger como destino para safaris y Pendjari, bajo un nuevo liderazgo, como una joya del País. El secuestro ha trastocado ese progreso y atraído atención a cómo el terrorismo que devasta a Burkina Faso y otros vecinos también podría amenazar a Benín.
Grupos vinculados a Al Qaeda e ISIS han incursionado en Benín al tiempo que huyen de ataques militares en sus antiguos bastiones en Malí y Níger, de acuerdo con expertos. Han encontrado reclutas y refugio bajo la cobertura de densas zonas verdes.
En Natitingou, el poblado natal de Gbédji, los residentes no sólo han perdido a un vecino y al padre de seis hijos con otro en camino, sino su sentido de seguridad.
Ahora, cantidades de guías rondan por los hoteles vacíos, plantados por turistas que cancelaron sus viajes.
Hoy, el Ejército de Benín patrulla entre los cocodrilos e hipopótamos en Pendjari, vigilando la frontera con Burkina Faso. Ahí, la muerte de Gbédji parece evidencia de que sin medidas rápidas, Benín, una democracia sólida y en su mayoría pacífica, podría no ser inmune al contagio del terrorismo.
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La mañana del ataque inició como cualquier otra para Gbédji, quien tenía 33 años, relató su familia. Al amanecer, retiró el mosquitero que cubría la cama que compartía con Veronique Fara, de 29 años —embarazada con el segundo hijo de la pareja— y se dirigió a la casa de su madre para despedirse.
Patrice Talon, el presidente de Benín, quien asumió el cargo en el 2016, ha convertido en prioridad apuntalar el turismo. Hogar de mil 700 elefantes, Pendjari es parte de un complejo de tres parques que se extiende a través de Burkina Faso, Níger y Benín.
La afluencia de turistas ayudaba a Gbédji a mantener a sus seis hijos —y sus seis madres. “Era un regalo de Dios que las mujeres lo amaran”, dijo su madre, Justine Kolikpa, de 63 años.
Kolikpa ha batallado con pensamientos suicidas desde su muerte, contó.
Convertirse en guía certificado de Pendjari exige educación formal. Gbédji le añadía pasión personal: conocía todos los bebederos y guaridas para leones. Y sabía a dónde no ir: hacia el norte está el río Pendjari, que divide a Benín de Burkina Faso. En su lado norte, milicianos islamistas están activos y el turismo es “formalmente desalentado”, de acuerdo con el Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia.
En esa margen se han filtrado insurgentes que huyen hacia el sur de las operaciones del Ejército francés en Malí y Níger. Reclutan al explotar las tensiones entre pastores y agricultores y la competencia por recursos que se vuelven escasos debido al cambio climático.
Extremistas en Burkina Faso y Níger han atacado a agentes forestales, obligando a muchos a huir de ese lado del parque.
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Del lado de Benín, una nueva administración ha revitalizado a Pendjari. Pero ello ha enardecido resentimientos, por ejemplo, al implementar una prohibición a la caza de animales silvestres, una práctica local.
Los terroristas “entienden las vulnerabilidades locales específicas y las explotan”, dijo un analista de seguridad.
Varios expertos dijeron que el ataque no significa que Pendjari ha sido infiltrado por milicianos, sólo que intentan hacerlo.
Prisca, la hermana de Gbédji, dijo que cuando lo asesinaron fue la primera vez que ella había considerado que el terrorismo podría llegar a Benín. Ahora, cree que la amenaza se ha arraigado. “Donde hay humo, hay fuego”, dijo.
Contó que anhela visitar la tumba de Fiacre —pero nunca lo hará. Tiene demasiado miedo de qué más podría haber en el Parque de Pendjari.
Constant Meheut contribuyó con reportes a este artículo.
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