Vivir con una bala incrustada en el cuerpo
- Tomado de Internet
En el 90% de los casos, las balas no son retiradas y quedan dentro de los pacientes, sin ocasionar problemas.
ERA UN SÁBADO soleado, a pesar de ser octubre, cuando Celmira Madrid recibió un disparo. La bala se alojó en su cabeza, muy cerca de su oído, y de hecho de ese día no recuerda nada, sólo que le cambió la vida.
Ella era una pasajera de un bus de la ruta Cerro Batea- Vía España que hacía regata con otro, cuando el cabo del tránsito Juan Serrano lo detuvo para ponerle una boleta por exceso de velocidad y manejo desordenado.
Sin embargo, fue el inicio de una tragedia. El conductor César Pérez intentó darse a la fuga y lanzó el vehículo contra Serrano, quien sacó su arma de reglamento y disparó.
La bala destrozó el parabrisas, golpeó el techo del bus y rebotó directamente a la cabeza de Celmira, quien despertó en el Hospital Santo Tomás con la mala noticia que tendría que vivir con una bala en la cabeza.
Los médicos la enviaron para su casa, pero Celmira sufría de fuertes dolores de cabeza, mareos y amnesia por la bala que presiona los nervios cerca de su oído.
Por espacio de nueve días fue y vino del Santo Tomás al Hospital San Miguel Arcángel hasta que finalmente la Policía consiguió que la operaran en el Hospital Paitilla.
La intervención duró cinco horas y estuvo a punto de sufrir una hemorragia cerebral, pero superó ese trance.
Hoy, a pesar de haber perdido parte de la visión de uno de sus ojos y no poder trabajar, Celmira se siente feliz que le sacaran la bala.
Recuerda con terror las horas de dolor y desesperación por pensar que el proyectil se quedaría en su cabeza, como le dijeron inicialmente.
Vivir con una bala dentro del cuerpo pareciera ser una situación incómoda y peligrosa para quien haya estado involucrado en un tiroteo.
Sin embargo, hoy los cirujanos ya no se preocupan por extraer la bala, sino reparar los daños causados por el proyectil al impactar el cuerpo de la víctima.
El jefe del Cuarto de Urgencias del Hospital Santo Tomás, Néstor Vega Yuil, aseguró que la prioridad cuando se recibe a una persona herida de bala en ese centro médico es establecer las lesiones ocasionadas por el proyectil, repararlas y si en el camino se ubica la bala, ésta se retira.
Detalló que en el 90% de los casos las balas no son retiradas y quedan dentro de los pacientes, sin ocasionar ningún problema.
Diariamente al Cuarto de Urgencias del Santo Tomás acuden entre tres a cuatro pacientes con lesiones por arma de fuego, por lo que su manejo es corriente para los cirujanos.
Los calibres más comunes de armas son 22, 38, 45 y 9 milímetros. Yuil sostuvo que la práctica usual es detectar el estado del paciente y conocer las lesiones para procurar su recuperación.
No obstante, indicó que si el proyectil se aloja en el interior de algún órgano vital, entonces se analiza el riesgo de realizar una cirugía para extraerlo.
Alegó que se han registrado casos en donde la bala queda alojada en una cavidad cardíaca, entonces se procede a realizar la operación para extraerla.
También detalló que un proyectil alojado en una articulación debe ser extraído, porque puede provocar molestias en el movimiento.
A la vez planteó que cuando la munición se encuentra cerca de la piel, se evita su extracción, ya que el cuerpo produce un tejido duro a su alrededor y no ocasiona peligro alguno.
Sostuvo que no hay literatura científica que respalde la existencia de casos de intoxicaciones por plomo, cuando una bala permanece dentro de un paciente.
Consideró que prueba de ello son los casos por heridas de perdigones, en donde la mayoría de estas esferas metálicas no pueden ser sacadas y quedan dentro de la víctima.
En estos casos, planteó, resulta en extremo difícil extraer todos los perdigones, por lo que se opta por tratar las heridas y reparar el órgano afectado.
No obstante, a urgencias en ocasiones llegan pacientes con heridas de armas de guerra, es decir, lesionados con balas de alta velocidad, que son diferentes a las municiones utilizadas por las armas de fuego comunes.
En estos casos, las lesiones ocasionadas por las municiones militares son mucho más profundas y difíciles de reparar.
Diariamente al Cuarto de Urgencias del Santo Tomás acuden entre tres a cuatro pacientes con lesiones por arma de fuego.
No hay literatura científica que respalde la existencia de casos de intoxicaciones por plomo, cuando una bala permanece dentro de un paciente.
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